Wicked | Crítica
Antes de que Dorothy llegara a Oz: la historia de Bruja Mala
Lugar: Sala BoogaClub. Fecha: jueves 29 de octubre de 2009. Aforo: 300 personas.
También de Lola Flores dijeron aquello tan célebre de "no canta, no baila; no se la pierdan". Y salvando las distancias, esta artista chiquituso y coquetuelo tiene arte suficiente para trascender algunas de sus limitaciones. Si el nombre de Toni Zenet aún no le dice nada, no tendrá vd. que esperar mucho para que le vaya siendo familiar. Con un solo álbum en circulación, Los mares de China (El Volcán, 2008), un atuendo a la vez elegante y canalla, de seductor algo picarón, siempre coronado por su juguetón sombrero, este malagueño se posiciona para dar el gran salto con una peculiar propuesta, en la que confluyen de forma promiscua la distinción del jazz de club, la guasa del flamenco de taberna costera, el dramatismo de los amores tormentosos que describen los boleros y el tono chulesco y arrastrado de los tangos de arrabal. Todo eso y una forma muy personal de decir las historias tiene Zenet.
Con una gran banda detrás o con un sencillo acompañamiento de guitarra, como la noche del jueves. Y al parecer funciona, pues de la nada y a través de esos vasos comunicantes de efectividad infalible que es el boca a oreja, de un tiempo a esta parte los locales donde actúa se llenan sin hacer demasiado ruido mediático. Un hecho que se viene repitiendo en cada una de las ciudades por donde pasea su directo. Y en estos tiempos de cambios y de vaivenes para la industria musical esto no puede ser sino un buen síntoma de que en Zenet no importa tanto de donde viene como hacia donde va, que parece que será un lugar muy alto. Su actuación fue seguida con respeto y entusiasmo, casi con devoción, por la concurrencia, y al gesto Toni corresponde con agradecimiento y desnudando su alma ante el público.
Demuestra tener dotes de showman pero a pesar de ello su discurso se recibe con una naturalidad incontestable. Tal vez porque se antoja genuino y absolutamente desprovisto de impostura o afectación. De modo que cuando nos cuenta sus avatares en el mundillo, los caminos que hubo de transitar para llegar hasta aquí esta noche, lo hace con sencillez y honestidad. Así sus constantes circunloquios se vuelven parte del show, pero el espectador nunca tiene la sensación de que el tipo ha venido aquí a hablar de su libro. Al contrario, con sus vaciles de andar por casa seduce al personal y se lo mete en el bolsillo como un prestidigitador. Y como todo buen mago, echa mano del humor para conseguirlo. "Estoy harto de oír hablar de la crisis. Para los que somos pobres no es nada nuevo y ladrones siempre ha habido", comenzó diciendo. Y a partir de ahí fue deshojando los temas de su álbum con ese deje suyo, más andaluz que flamenco, de crooner castizo en los que las letras de Javier Laguna se mezclan con las referencias a Pío Baroja o a Edith Piaf. Soñar contigo, En el mismo lado de la cama o Dientes de rata suenan a clásicos sin serlo. Como él mismo dice, es música de toda la vida que no se había hecho hasta ahora.
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