Memoria sentimental de Lagartija Nick
música
La banda regresa con 'Crimen, sabotaje y creación', un álbum que recorre y amplía sus registros sonoros y rinde un sentido homenaje al desaparecido Jesús Arias
"El reencuentro fue muy natural. Estábamos reeditando algunos trabajos anteriores a 2007 y tocándolos en directo, y se cruzó además la recuperación del Omega, así que una vez juntos nos dimos cuenta de que sonábamos muy engrasados, de que el sonido seguía ahí, que es lo más complicado de estos arrejuntamientos, así que lo lógico era reflejarlo en un disco y probarlo con otro repertorio. Entre tanto, murió mi hermano -el músico y periodista Jesús Arias-, así que, con más motivo aún, esa necesidad que sentíamos de trabajar con canciones nuevas se convirtió ya en una urgencia".
Habla Antonio Arias, alma incombustible de Lagartija Nick, que acaba de publicar su primer disco en casi siete años, Crimen, sabotaje y creación (Universal-Virgin), un disco vibrante, preñado de sentimiento y rabiosamente político que ha sido grabado, más de 20 años después de que coincidieran todos en la banda, por su formación clásica (Arias cantando y al bajo, los guitarristas Juan Codorniú y M.A.R. Pareja y Eric Jiménez a la batería, con la incorporación del teclista J.J. Machuca); es decir, la misma que grabó los enormes discos de la primera etapa del grupo granadino a comienzos de los 90, Hipnosis, Inercia y Su, y la que colaboró con Enrique Morente para levantar ese altar incendiado que es Omega.
Entre sus varias capas, Crimen, sabotaje y creación ofrece potentes ráfagas de ese neo-punk de alma cinética de los primeros tiempos, en temas como Mapa de Canadá o La ira de noviembre, pero también una nueva inmersión en el jondo y denso caudal de ritmos y armonías de la tradición andaluza, en piezas como La soledad es política, con su magnética cadencia de "bolero-flamenco-punk" (definición de Codorniú), o en el caso más sorprendente y decidido, esas "sevillanas jornaleras", tan costumbristas como frontalmente insumisas, de Soy de otra Andalucía.
Junto a estos dos polos -el pasado reinterpretado sin nostalgia y las vías que señalan caminos para el futuro- asoman ecos del hermano querido y perdido, al que se rinde un tributo que serpentea a lo largo de todo el disco y constituye su "verdadera argamasa". En el álbum, con una fiera y emocionante convicción, Lagartija Nick hace suyos Agonía, agonía y Europa, Europa, dos temas de Qüasar, el último proyecto de Jesús Arias (1963-2015); y emplea además varios textos del que fuera pionero del punk granadino con TNT, a los que la banda pone música en cortes como El teatro bajo la arena.
"Los discos están vivos, empiezas a trabajar y una cosa te lleva a la otra. Sí, el disco es como un barrido sentimental desde los primeros tiempos hasta hoy, todo eso está ahí, pero no había un plan preconcebido. Surgió así. Si no, seríamos demasiado matemáticos, demasiado aburridos, y esto va de sorprendernos también a nosotros mismos", apunta Codorniú.
Junto a Soy de otra Andalucía -"de inspiración cercana a la Niña de los Peines; de esas sevillanas que son más de subida que de bajada", apunta Arias-, La leyenda de los hermanos Quero -que evoca la historia, muy conocida en Granada, de esos cuatro maquis urbanos que operaban en el Albaicín y en el centro de la ciudad y que durante los años 40 pusieron en jaque a las autoridades franquistas con sus espectaculares atracos- ofrece los momentos más explícitamente políticos y militantes de la historia de la banda. "Antes, la política estaba más en cierta representación social mediante collages, desde un punto de vista más visual, de imágenes en flashes. Ahora vivimos un momento tremendo, mucha gente se ha quedado en el camino en los últimos años, es la realidad pura y dura, y los de arriba no quieren siquiera que les llegue esa peste post-mortem. Demasiado british, demasiado educaditos somos para la mala leche que llevamos dentro muchos de nuestra generación", dice Arias, que define este trabajo como "un disco de memoria histórica musical que quiere hacer un ejercicio de proselitismo para que se entienda que no hay una sola forma de hacer letras ni de hacer música".
Pesa (o no) sobre Lagartija Nick la condición de grupo no exactamente de culto pero tal vez insuficientemente reconocido. "Bueno, normal, va en el propio carácter de la banda...", musita Arias, que por su larga andadura, desde 091, algo tiene que decir sobre la explosión del indie como fenómeno comercial. "El rock ha salido de las salas para irse a la playa indefinidamente", dice sobre el hegemónico modelo del macrofestival con aliciente turístico. "Todo se hizo en su día para que fluyese en esa dirección y los grupos, los nuevos, los jóvenes, los que venían detrás, pudieran disfrutar de una mayor apertura musical. El problema es que cuando les llega esa oportunidad, ya ahí se paran, ahí se quedan. Se premia hoy mucho la docilidad en el rock, aunque la docilidad sea o parezca gamberra: sí, vale, tú haz lo que quieras, eres muy 'destroyer', pero eh, cuando grabes el disco mete ahí las letritas de amor de siempre, de ahí no te muevas que te quedas solo y no te va a escuchar nadie. Nosotros en ese mainstream no somos útiles: si hay algún conflicto, vamos a elegir el arte, no lo otro. Y además el camino de la fama ya lo elegimos en los 80 -en referencia a 091- y sabemos que da mal resultado. Yo no quiero morir ardiendo como una cerilla; somos un grupo de combustión lenta, como los papelillos de fumar. Y mira, ahora que lo pienso, a Lagartija Nick nos ha visto la misma cantidad de gente que a todos estos de la playa; a lo largo de 20 años, sí, pero al final nos han visto los mismos". "¡Exacto!", tercia entre risas Codorniú: "Somos un grupo de éxito... diacrónico".
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