“Mencía de Mendoza fue una mujer que deslumbró a sus contemporáneos”.
Juan José Gallego Tribaldos, escritor
Juan José Gallego Tribaldos escribe sobre la marquesa del Zenete, humanista y poeta del siglo XV que compiló en su casa una de las principales bibliotecas de Europa.
Granada/El profesor Juan José Gallego Tribaldos ha escrito una novela en la que ha hecho protagonista a Doña Mencía de Mendoza, una joven bella, rica y culta que se preocupó de colectivos marginales de su tiempo como el de las mujeres y el de los moriscos. Era nieta del todopoderoso Cardenal Mendoza y bisnieta del Marqués de Santillana. Además, marquesa del Zenete, comarca que tiene como símbolo el castillo de La Calahorra, construido por su padre. La novela lleva por título Mecía de Mendoza, la nieta del Cardenal.
-Diga, antes que nada, quien fue Doña Mencía de Mendoza.
-Doña Mencía de Mendoza, duquesa de Calabria, marquesa del Zenete y condesa de Nassau, fue hija de un indómito noble renacentista que construyó el castillo de La Calahorra; nieta del todopoderosísimo cardenal Mendoza, el llamado ‘Tercer rey de España’ en tiempos de los Reyes Católicos y bisnieta del marqués de Santillana. Dice Marcel Bataillón que Mencía de Mendoza fue una mujer que deslumbró a sus contemporáneos. Y es verdad. Se casó dos veces y dos veces enviudó. No tuvo hijos. La belleza de su juventud fue arrasada por una obesidad mórbida que la deformó físicamente, convirtiéndola en una princesa triste al final de su vida. Vida breve pues murió en 1554 sin haber cumplido los 46 años de edad.
-Por lo que se ve era una mujer muy adelantada a su tiempo.
-Sin duda. La bella Mencía fue la joven más rica de Castilla. Adquirió una cultura extraordinaria, hablaba varios idiomas, tañía diversos instrumentos, le apasionaba la filosofía y se ejercitó profundamente en el Humanismo. Su preceptor, Luis Vives, la condujo por los senderos del erasmismo hasta ser considerada como “la más erasmista de España” y pugnó por la educación de las mujeres para dignificar la vida de las mismas. Además, fue una entusiasta coleccionista de arte, una bibliófila empedernida y ejerció el mecenazgo en las letras y las ciencias. Durante su estancia en los Países Bajos se convirtió en la embajadora cultural de España.
-También he leído en su novela que fue una defensora de los moriscos.
-Cierto. Su padre, Rodrigo de Mendoza fue un personaje paradigmático del Renacimiento en cuanto a la exquisitez de sus modales, el afán por la cultura y su valentía en la batalla. Pero también tenía una doble faceta de señor feudal, déspota, tacaño y tirano con sus súbditos, en gran mayoría moriscos del marquesado del Zenete. Su hija Mencía, por el contrario, defendió y luchó por esos moriscos, tanto en tierras granadinas como valencianas, donde acabó sus días.
-Con qué personaje actual compararía usted a doña Mencía.
-Es muy difícil esta pregunta. No sabría contestarla. El panorama histórico y el contexto, tanto social como político, son tan diferentes que no es posible establecer tal parangón.
-Sí. Vivieron una historia amorosa más acorde con los tiempos del romanticismo decimonónico que con aquellos otros donde los matrimonios de los nobles eran diseñados por los reyes. La misma reina Isabel se opuso a dicho matrimonio, así como el padre de María, el señor de Fonseca. Sólo se posicionó al lado de su hija, la madre, María de Toledo. El desarrollo de aquel romance fue muy complicado. D. Rodrigo, con justificada fama de mujeriego, doblaba la edad de la dama que pretendía. Se casaron en secreto sin el visto bueno paterno ni el de los reyes. Ello supuso cárcel para ambos y posterior confinamiento de María de Fonseca en un monasterio de donde la raptó Rodrigo de Mendoza para, por segunda vez, casarse por las bravas con ella. El matrimonio tuvo tres hijas; la mayor, Mencía de Mendoza y Fonseca, es la protagonista de mi novela.
-Y el abuelo de doña Mencía fue el cardenal Mendoza. ¿Quién fue este cardenal y por qué se le permitió tener hijos?
-D. Pedro Gonzáles de Mendoza, conocido como el ‘Gran Cardenal’ fue el hombre con mayor poder en España tras los Reyes Católicos. Personaje de suma importancia gracias a su sólida formación académica, capacidad intelectual y clarividencia política. Quinto hijo del marqués de Santillana llegó a ser consejero áulico de los reyes y confesor de la reina Isabel. Influyó poderosamente en los asuntos de Estado y tal influencia la utilizó en su favor para ennoblecer y enriquecer a sus hijos, habidos ‘sine nuptiae’ con una dama portuguesa. Litigó favorablemente hasta que dichos hijos fueron legitimados y receptores de su herencia. No era infrecuente en los clérigos tener hijos. El mismo Papa Alejandro VI, contemporáneo suyo, los tuvo.
-Qué representaba el castillo de La Calahorra en aquellos años.
-El castillo de La Calahorra no representó mucho en aquellos años ni en otros. Se construyó cuando la moda de levantar castillos ya había pasado y comenzaba la de los palacios. Esa es su peculiaridad. Finalizada la Reconquista para poco servían los castillos, más cuando los Reyes Católicos prohibieron la vida montaraz de los señores feudales en ellos. De ahí que el castillo de La Calahorra sea una fortaleza acorazada con un impresionante envoltorio militar que cobija el primer palacio puramente renacentista construido en España. El contraste es espectacular: una suntuosa mansión al más puro estilo del Renacimiento italiano dentro de una tosca fortaleza castrense más pensada para la guerra que para el disfrute. Personalmente, creo que la construcción del castillo osciló entre un capricho del marqués y una demostración de poderío y arrogancia ante los reyes.
-Su novela está ambientada quizás en uno de los periodos más interesantes de Granada. ¿No es así?
-Sin duda. Durante los siglos XV, XVI y XVII se forjó uno de los más grandes imperios de la Historia: la nación española, cuyas decisiones y proezas la posicionaron en un liderazgo indiscutible. Durante estos tiempos, España, admirada y respetada, marcó el rumbo de la Historia Universal. Y gran parte de todo esto se gestó en Granada que a punto estuvo de ser la capital del reino de España.
-He visto que conoce usted muy bien las tierras del Zenete.
-¡Cómo no! Allí nací y viví mi primera infancia, en La Calahorra. Es el Marquesado del Zenete una tierra vasta y hermosa bajo el impresionante murallón de Sierra Nevada, que se alza bellísima, airosa y faraónica en cualquier época del año, pero más ahora, en invierno, bajo el extenso manto de nieve. El paisaje, grandioso y solemne. No he visto luz tan limpia y violenta como la del Marquesado en un día despejado de invierno. La Calahorra está en el llano, a más de 1000 metros de altitud. Los otros pueblos del Zenete, cobijados al pie de la sierra. Todos y cada uno, de una belleza indiscutible y sobrecogedora.
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