Michael Jacobs un escritor lleno de vida

El intelectual fue un gran conocedor y divulgador de los tesoros del patrimonio artístico granadino

Michael Jacobs (c) junto a Chris Stewart (i) y Juan Antonio Díaz.
Juan Antonio Díaz Granada

16 de enero 2014 - 05:00

Acaba de morir uno de los mejores escritores de literatura de viajes, de la estirpe de George Borrow, Richard Ford o Brenan, con los que compartía muchas cosas. De Borrow, ese sentido del humor para salir airoso de las situaciones más surrealistas, de Ford, su enciclopedismo y su pasión por el arte y de Brenan, ese espíritu aventurero, excéntrico y un mucho anarquista, que le llevaba a relacionarse y sentir empatía por cualquier persona, sin tener en cuenta su clase social, nivel cultural o procedencia geográfica.

Michael Jacobs, había nacido en Génova, en 1952, hijo de una descendiente de la aristocracia siciliana y un abogado anglo-irlandés, cuyo trabajo en una multinacional hizo que Michael viajara desde niño y viviera en diferentes países y continentes. Aunque era un historiador del Arte formado en el prestigioso Courtauld Institute de Arte de Londres, su pasión por el español le trajo desde su adolescencia a España.

Al comienzo de su carrera, una vez leída su tesis sobre arte italiano, bajo la dirección de Sir Anthony Blunt, se dedicó a publicar sobre temas relacionados con la historia del arte, pero su mentor, le sugirió que se dedicara a viajar y a escribir. Uno de sus primeros trabajos fue precisamente hacer una especie de catalogo inventario de la colección de arte de la familia real inglesa.

Al principio escribió las típicas guías sobre diferentes países y ciudades centroeuropeas, Checoslovaquia, la ciudad de Budapest, y Rumania. Después le siguen libros sobre Barcelona, Madrid, el camino de Santiago, y una guía exhaustiva de Andalucía, en la que va mezclando historia y cultura con experiencias personales, algo que en el futuro será algo común en sus libros. Su madurez como escritor le iba a llevar a practicar un género que mezcla de forma equilibrada la autobiografía, la experiencia viajera y la ficción, que podría encuadrarse en ese cajón de sastre que es la literatura de viajes, siguiendo la estela de los grandes viajeros ingleses del siglo XIX.

Ha traducido también, para su puesta en la escena inglesa, a algunos clásicos del Siglo de Oro español. Uno de sus libros de esta nueva etapa de creación, Between Hopes and Memories (Entre esperanzas y recuerdos), fue el primero de esa nueva serie. Un viaje por España en una visión muy personal de la cultura, la idiosincrasia y algunos personajes controvertidos a los que tuvo acceso. A partir de los años 90 recorre toda la geografía española y su relación con España se hace mas intensa. Precisamente en su ultimo libro, al que estaba dedicado en este ultimo año, trata de su llegada a España y la fascinación adolescente por un tema, Velázquez.

En el verano de 1999, descubre de forma casual un pequeño pueblo de la provincia de Jaén, que supone su epifanía desde el punto de vista personal. Decide establecerse allí y escribir sobre sus gentes y su forma de vivir y fruto de esa fascinación es su libro La fábrica de la luz, que Paul Preston definió como el Macondo andaluz. Para entonces ya se había establecido de forma casi permanente en el pueblo donde su figura no pasa desapercibida y se ha convertido en una celebridad local. Allí volvió el pasado diciembre, cuando la batalla contra la enfermedad estaba casi perdida, para despedirse de sus amigos y de la gente que lo apreciaba. Y ahora que se ha ido es el momento de recordar su vida, su pasión por la vida, su amistad y su sentido del humor.

Todos los que hemos tenido la suerte de conocerlo estamos de acuerdo que era un hombre grande en todo. En su porte y en todo lo que hacía. Y en todo ponía unas enormes dosis de pasión y de locura. Tantas veces le hemos recordado como un Quijote idealista, exagerado y divertido, y como un Sancho Panza bonachón y bienhumorado. Porque era los dos en uno.

Ha dejado una obra tan variopinta como sus intereses, que van de la historia del arte a la literatura de viajes, pasando por la historia y la antropología. En los últimos años ha dedicado sus obras a la América española, una historia sobre la figura de su abuelo ingeniero que construyó la vía ferroviaria entre Chile y Bolivia, otro, un recorrido épico por los Andes, que recorrió de Norte a Sur y el último de la serie, The robber of memories (El ladrón de recuerdos), dedicado al río Magdalena en Colombia.

Es también el momento de releer su magnifico e iconoclasta libro sobre la Alhambra, con las fotografías de su admirado Paco Fernández. O el divertido relato del viaje que hizo desde Granada a Tombuctú, por encargo de su amigo Jerónimo Páez, en el que se inició en la ficción mezclándola con la historia y el viaje.

Michael Jacobs ha compaginado su faceta creativa con la académica, como un hispanista en activo. Ha participado en congresos y simposios en universidades españolas y extranjeras, y ha colaborado con el Instituto Cervantes. Allá por el año 94 fue uno de los conferenciantes del Centenario Gerald Brenan que organizó la Universidad de Granada.

Sus participaciones en las dos ediciones del Hay Alhambra, y en casi todas las ediciones Hay a nivel mundial, quedaran en la memoria de todos los que lo trataron. Y allí compartimos vivencias y momentos especiales con sus amigos, Jon Lee Anderson, el famoso reportero del New Yorker, el historiador Paul Preston, Daniel Mordzinski, el gran fotógrafo, Chris Stewart, el escritor y compañero de viaje y de radio, y las gastrónomas, Alicia Ríos y Claudia Roden, entre otras figuras del mundo del arte y las letras.

Su relación con Granada ha sido intensa y él ha sido uno de los grandes conocedores y divulgadores de los tesoros del patrimonio artístico granadino desde la Alhambra a la Catedral, pasando por la Cartuja. Recorrer la Alhambra con Michael era toda una experiencia. De hecho creo que habría que crear para él, si no esta ya creado, el titulo de Guía de Honor de la Alhambra, por su contribución a la divulgación y al conocimiento del monumento. Por eso ahora, su libro Alhambra, debe leerse como si Michael nos estuviera contando de viva voz, la cambiante historia de uno de los lugares que mas ha encendido la imaginación de los viajeros.

Han quedado pendientes muchas cosas. No sólo el libro sobre Velázquez, que esperamos que su editorial inglesa Granta lo publique pronto, sino muchas conversaciones degustando una de sus magnificas comidas, aprendidas de su madre italiana, regadas con buen vino y mejor humor. Pero nos va a dejar un vacío imposible de llenar, aunque los buenos recuerdos vividos nos harán la vida más llevadera en estos tiempos convulsos que nos ha tocado vivir. Nuestro recuerdo también para Jackie Rae, su compañera y primera lectora. Su obra y su figura vivirán con nosotros. Buen viaje amigo Michael.

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