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Miguel Ángel Manganell: "Vivimos en una sociedad que solo parece exigir su derecho al ocio"

Entrevista

El granadino debuta en el mundo literario con 'Ciegos contra el viento' (Esdrújula), una colección de cuentos donde aborda, con toques humorísticos, temas muy serios

Miguel Ángel Manganell / G. H.

Granada/Miguel Ángel Manganell (Granada, 1968) irrumpe con fuerza en el mundo literario. Acaba de publicar un libro con relatos llamado Ciegos contra el viento en el que, como dice el prologuista del libro, "habla de asuntos muy serios: las trampas del destino, la sombra y la oscuridad que se filtran por las paredes de las relaciones familiares, el pequeño mundo literario de una ciudad de provincia y sus mezquinas ambiciones, la usura del tiempo, la vejez, el olvido, el amor y, claro, la muerte".

Además, Miguel Ángel utiliza el humor como ese bálsamo necesario para mentes y almas atormentadas. El libro está editado por Esdrújula Ediciones. Miguel Ángel ha dejado de jugar a Superman y se ha convertido en escritor.

–Los relatos están teniendo un gran resurgir en el mundo de la literatura y usted quiere contribuir a ello.

–La verdad es que el relato, por sus características, parece un subgénero muy acorde con el gusto actual por la inmediatez y la expresión condensada en unos pocos caracteres. Pero creo que la idea que suele predominar es que, salvo brillantes excepciones, los grandes narradores son siempre novelistas, y que el lector tiende a preferir las narraciones extensas, incluso las sagas de gruesos tomos. Si esa tendencia está cambiando y el cuento gana un poco de terreno me parece fenomenal, sobre todo porque como lector lo aprecio mucho.

–¿Es esta su primera experiencia editorial?

–Así es. De manera un poco rocambolesca surgió una oportunidad que debo agradecer a mi mujer, Dori, y a Mariana Lozano, de Esdrújula Ediciones. Entre las dos urdieron esta aventura casi sin que yo me enterara. Ha sido una sorpresa, sobre todo por las pocas expectativas de publicar que he tenido siempre y porque a esta edad mía, además, todo se valora de una forma diferente. Más concreta, podría decirse.

–¿Los relatos los ha escrito durante la pandemia o estaban ya escritos?

–Hay de todo. El libro recoge textos escritos a lo largo de los últimos veinte años. Algunos, incluso, se habían quedado a medio escribir hace mucho tiempo y ha sido de manera reciente cuando me propuse terminarlos. Otros no, otros han surgido en los últimos años, así que el libro supone un recorrido por todos los yos que se han sentado a escribir en las dos últimas décadas.

–¿Cuáles son sus referencias en el mundo del cuento?

–Por lo general, la gran referencia suele ser la del relato hispanoamericano: Borges, Cortázar, Ribeyro… Pero como lector, el relato breve siempre me ha gustado mucho. Stevenson, Melville, Fitzgerald, Capote…, pero también Philip K. Dick o Asimov. Imagino que hay siempre algo de cada uno de ellos.

El libro supone un recorrido por todos los ‘yos’ que se han sentado a escribir en las dos últimas décadas”

–Tienen sus cuentos algo de mágicos, algo de tiernos y también algo que te deja inquieto.

–Bueno, me alegra saberlo. Supongo que es algo que está en la naturaleza del propio cuento. En la tradición oral, en el relato maravilloso, abunda ese algo inquietante que el final feliz no siempre logra apaciguar del todo. En mi caso, los protagonistas de los relatos que forman el libro se mueven en un mundo cuyos códigos desconocen, y eso los convierte en ciegos que luchan contra algo que no aciertan a comprender. Imagino que ahí reside ese poso de magia y la ternura que pueda inspirarse. La inquietud, por su parte, puede que venga al reconocernos en algunas de las emociones que viven los personajes.

–Y también humor, mucho humor.

–Es que si no es por el humor… Hay cosas que solo se pueden sobrellevar tratando de verles el lado cómico. Decía un personaje de Houellebecq que el humor no sirve para casi nada porque al final acabamos siempre con el corazón destrozado, y que entonces todos dejamos de reírnos. Pero yo no lo tengo tan claro. Creo que el humor es necesario. Y cuando uno no pueda ya reírse, al menos que lo hagan los demás.

–¿Cree que esta sociedad pandémica está para cuentos?

–De hecho, vivimos un relato distópico, como gusta la gente de decir ahora. Uno de los cuentos más sorprendentes es ver cómo se están dejando caer los servicios básicos ante la pasividad de una sociedad que solo parece exigir su derecho al ocio. Al menos la literatura ofrece algo de consuelo, ya sea como refugio o como vía de desahogo. Da la impresión de que la gente ahora lee y escribe más que antes y eso siempre es interesante.

–¿Hay más relatos sin publicar en su cajón?

–Alguno queda. En todo caso, me da que por un tiempo eso de sentarse a escribir no va a ser tan divertido como era antes. Será cuestión de no planteárselo demasiado.

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