Miguel BotellaEl forense sin turbante

Antropología | El investigador que escucha lo que dicen los muertos

El antropólogo granadino descubre su parte más humana Se enfrenta a la historia escrita para revelar la verdad a través de sus investigaciones y proyectos

Miguel BotellaEl forense sin turbante
Miguel BotellaEl forense sin turbante
Isaac J. Martín Granada

10 de agosto 2014 - 05:00

Miguel Botella, también conocido como "el 'Bones' español", abre a Granada Hoy las puertas de su casa, un lugar convertido en fiel reflejo de su vida donde las colecciones de minerales, miniaturas, clásicos y armas se exponen en el museo de su cotidianidad. Hace escasos cuatro meses que regresó de la campaña arqueológica que realiza cada año en Asuán -la ciudad más meriodional de Egipto en el margen del río Nilo- junto a dos antropólogas más de la Universidad de Granada, entre otros de los miembros de la expedición. Todo gracias al proyecto Qubbet el-Hawa dirigido por el egiptólogo Alejandro Jiménez de la Universidad de Jaén.

La excavación cuenta ya con seis temporadas centrada en la tumba número 33 de la necrópolis de Asuán. "Se trata de un espacio de unos 200 metros cuadrados que llevamos todo este tiempo rastreando", comenta el antropólogo granadino. Trabajan en esta excavación desde hace seis años ya que, como se lamenta el propio investigador, "se cuenta con un periodo muy limitado de tiempo". "Nos levantamos a las siete de la mañana y a partir de las una de la tarde ya no podemos entrar más en el yacimiento". A estos problemas se le añade la burocracia del país egipcio que cuenta con unas leyes audiovisuales y de conservación muy estrictas. Estas condiciones las conocen muy bien el equipo de expedición: "Está absolutamente prohibido sacar fragmentos, aunque sea solamente una muestra para un estudio". Botella se queja de las condiciones burocráticas del país y de los grandes problemas que se dan a la hora de analizar estos elementos: "Todos los estudios tienen que ser ahí y todo el material, se tiene que quedar allí". Las autorizaciones para retirar fragmentos son prácticamente imposibles y deben pasar antes por la capital egipcia; además, si se tiene que realizar algún análisis el coste es elevadísimo. El profesor cuenta que todo este proceso es sólo "una cuestión de insensatez".

Las conclusiones que se obtuvieron tras la llegada del equipo a tierras españolas fueron muy sorprendentes: los antiguos egipcios morían antes de los 30 años y la vida no era tan opulenta como se creía. Estos descubrimientos quedan patentes en las numerosas momias, incluso cuerpos intactos, que se han encontrado en la necrópolis. Como ocurre en todo terreno científico, los cruces de hipótesis y conclusiones están en el aire; sin embargo, Botella aclara que "lo que nos cuentan los vestigios humanos son la auténtica verdad". "La única contraposición que puede haber es entre lo que dice la historia y lo que es la realidad". Estas momias rastreadas le ofrecieron datos impresionantes.

Las condiciones de vida en el contexto de hace casi 5.000 años fue la principal cuestión que se desarrolló. "Se creía en la idea de un Egipto opulento pero no es así", afirma el investigador, y es que el calor, el agua residual que mana del río Nilo, la mala nutrición y las enfermedades infecciosas indican que "la gente normal" no vivía bien. Los datos recogidos también sacaron a la luz que la esperanza de vida en esa época rondaba los 20 ó 25 años. "Es curioso que cuando excavo y me encuentro la tumba del gran señor que tiene una estatua en Asuán, me doy cuenta que murió cuando apenas contaba con 17 años", afirma Botella. Asimismo, se refiere al deterioro físico de muchas momias que ha encontrado, citando una en concreto con una escoliosis severa y de una edad aproximada de 25 años. La conclusión de todo este balance es, según el forense, que "esa opulencia sólo se reflejaba en los temas religiosos y funerarios".

Miguel Botella es de los investigadores que pueden disfrutar de ese amanecer en el desierto, atravesar el Nilo con una pequeña barca y tocar el suelo que pisaron los faraones. Todos aquellos que aman esta época de la historia pagarían por ir allí y vivir todo el recorrido de este proyecto tan magnífico. No obstante, el dinero no cae del cielo y tras la "sacudida" que le hizo el Ministerio de Cultura tras quitarle 18.000 euros, es decir, un 55% del presupuesto total, Alejandro Jiménez "supo moverse estupendamente" y consiguió una subvención al ser catalogado su expedición como un "proyecto de excelencia". Las 22 personas que forman el conjunto de este viaje han podido disfrutar un año más de este Egipto aún por descubrir.

Tras despojarse del turbante a su llegada a Granada, otro proyecto no menos importante le esperaba: la exposición de momias que se estrenará en octubre en el Parque de las Ciencias. Es uno de los comisarios de esta muestra y confiesa estar "muy ilusionado y sorprendido por haber tenido esta suerte después de tantos años". "Es la primera vez que se organiza una exposición de tal entidad con momias de todo el mundo", dice sobre el material que llega de América, de Oceanía... No sólo de momias egipcias viven las exposiciones, ya que, como señala el antropólogo, "las dos momias más importantes de esta muestra son el hombre del Tirol y el hombre de Galera. En concreto este último es un descubrimiento increíble ya que con sólo este esqueleto se han podido extraer datos muy relevantes sobre su forma de vida y las técnicas de amortajamiento".

Ante ese volumen de información que llega desde la muerte, Botella semuestra como científico sin final que sigue aprendiendo cada día. "Mi profesión en general es un privilegio. Cuando se me acabe la capacidad de sorpresa, me retiro". Un hombre ávido de conocimientos desde pequeño ya que con tan sólo 13 años comenzó su pasión por los huesos, cuando su profesor tiró a la basura un folleto que hablaba sobre el descubrimiento de los restos humanos de Píñar. Él lo recogió, lo leyó y releyó. A partir de ese momento comenzó una carrera meteórica entre la arqueología y la medicina. Este "pozo sin fondo" de conocimientos asombra diariamente al antropólogo granadino haciendo que su vida no tenga una rutina continua. "Un día estoy aquí, otro en Guadalajara y al siguiente en México, resolviendo homicidios". El país norteamericano se caracteriza en la actualidad por la peligrosidad de sus suburbios y la cantidad de mafias que se pueden encontrar. Botella lo sabe mejor que nadie: "Lo que más me impacta del trabajo que realizo en estos casos es el límite de maldad de los seres humanos y cómo la gente es capaz de hacer cosas insospechadas", refiere el profesor sobre los incidentes entre las bandas de narcotraficantes que, aparte de matar, graban el proceso y lo mandan a las familias del asesinado.

Tal vez por ese trato frecuente, el antropólogo no le tiene miedo a la muerte: "He vivido miles de aventuras que sólo te acuerdas si luego lo piensas. He visto matar a un hombre delante de mí pero en ese momento, te crees que estás en una película".

El Departamento de Antropología Física y Forense de la UGR del que forma parte está en la cima de su terreno en el ámbito nacional. "Vienen alumnos de 16 países y este año contamos con 70 estudiantes en el máster. No sé por qué pero últimamente está teniendo esta ciencia una demanda impresionante". En la actualidad, está trabajando en la identificación en tres dimensiones de la reconstrucción craneofacial a través de topografías con la colaboración de la Facultad de Informática de la UGR.

Una hora y media de charla interrumpida por una llamada de dos estudiantes de Bachillerato que sueñan con estudiar Medicina. El motivo de esta parada era el agradecimiento de estas dos alumnas por ser él su fuente de motivación para comenzar un camino en el mundo de la ciencia. Un forense, pero sobre todo, profesor que ayuda con emoción a todo el que se preste.

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