Músicas del norte
El décimo concierto sinfónico de la Orquesta Ciudad de Granada estuvo dedicado por entero al músico finlandés Jean Sibelius. Este programa monográfico nos permitió conocer mejor la música de un compositor que, en los últimos tiempos, ha sido reconocido como el gran precursor del lenguaje de vanguardia en los países escandinavos.
Jean Sibelius fue un autor caracterizado por su particular visión de la música, de la que deriva un lenguaje muy personal no siempre acorde con los tiempos que le tocó vivir. Contemporáneo de las vanguardias musicales de comienzos del siglo XX, Sibelius prefirió no afiliarse a las nuevas tendencias estéticas y construir, a partir de un avance en los procedimientos expresivos, una dialéctica compositiva comprometida no sólo con su tiempo, sino también con su entorno histórico-cultural. Siempre intentó que su música sirviera como vehículo de transmisión de los ricos valores de su tierra, dedicando buena parte de su producción a recuperar la compleja mitología escandinava.
Dentro de las obras más reconocidas de Sibelius se encuentra su Concierto para violín y orquesta. Tremendamente compleja, esta partitura es, sin duda, una de las favoritas dentro del repertorio para violín contemporáneo. Su mezcla entre lirismo y fuerza expresiva, y el juego continuo entre una parte solista muy virtuosista y una orquesta rica en timbres, convierten este concierto en una obra singular, no sólo dentro del catálogo del autor, sino también comparándola con la producción de sus coetáneos. La violinista japonesa Ryoko Yano abordó con maestría el reto que encierra la obra, dejando maravillado al público con su virtuosismo y depurada técnica interpretativa. Los pasajes a dobles cuerdas fueron nítidos y equilibrados, como si de dos instrumentos se tratase; los momentos líricos fueron dibujados con sutileza y encanto, contrastando con la fuerza y desgarradora expresividad de los compases más vivos de la pieza. Con todos estos elementos, Ryoko Yano construyó una perfecta versión del Concierto para violín de Sibelius. Junto a ella, el director Enrique Mazzola trabajó magistralmente los efectivos orquestales para encontrar el necesario equilibrio con la solista.
La segunda parte la ocupó la Sinfonía núm. 1 del compositor finlandés. Pese a tratarse de una de sus primeras obras sinfónicas, evidencia ya los rasgos característicos del lenguaje que iba a caracterizar a Sibelius, y que se pueden reconocer en buena parte de sus obras posteriores. Con unas cuerdas potentes y una sección de vientos reforzadas, particularmente en los metales, la orquesta de Sibelius está muy cercana a la de sus contemporáneos Gustav Mahler o Richard Strauss. Precisamente por este motivo hay que valorar mayormente la labor del director. Enrique Mazzola comprendió a la perfección la dialéctica de esta extensa y compleja partitura, y supo dotar su puesta en atriles de dinamismo y potencia, combinada con la melodiosidad de los pasajes más cantabile que se intercalan. La OCG estuvo a la altura de las expectativas, y nos obsequió con una impactante interpretación en la que cabría destacar la maravillosa labor de la sección de vientos.
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