Nestares: el fin de unaleyenda negra
Un libro arroja una nueva luz sobre la figura del capitán responsable del frente de Víznar cuando fue asesinado Federico García Lorca y corrobora uno de los lugares de su posible fusilamiento y enterramiento en la zona
Durante décadas recayó sobre él la responsabilidad no sólo de haber ejecutado a Federico García Lorca, sino de haber sido un auténtico asesino que campaba a sus anchas en su feudo de Víznar, a donde iban a morir fusilados miles de granadinos. El capitán José María Nestares Cuéllar era una de las grandes leyendas negras en la ciudad. Ahora su hijo, el general Fernando Nestares García-Trevijano reivindica la figura de su padre junto al historiador Federico Molina Fajardo en el libro García Lorca y Víznar. Memorias del general Nestares. Y no sólo eso: también revela el lugar exacto de la ejecución del poeta: en un paraje situado frente al Cortijo El Pepino, el mismo que ya apuntó en su día el periodista Eduardo Molina Fajardo y, recientemente, el investigador Miguel Caballero.
"Éste es un libro de memorias que eran necesarias", explica el doctor en Historia Federico Molina Fajardo, primo hermano del periodista que en los años sesenta y setenta entrevistó a los principales testigos e implicados en la muerte del poeta y cuyo libro póstumo Los últimos días de Federico García Lorca, publicado en 1983, es hoy toda una referencia. "Tras el bluff en el intento de desenterrar los restos del poeta en Alfacar, aparecieron informaciones muy vejatorias hacia el capitán Nestares. Yo le propuse a su hijo Fernando que contara todos sus recuerdos con el fin de restituir el honor de su padre. Estoy convencido de que es un libro que no va a agradar ni a la derecha ni a la izquierda, porque se describen actuaciones crueles de un banda y de otro. Dos balas asesinas terminaron con la vida de José Calvo Sotelo y de Federico García Lorca, dos personas inocentes".
El libro va mezclando los recuerdos personales del general Nestares, que era un niño cuando estalló la Guerra Civil, con los documentos que obraban en poder de su padre y las investigaciones históricas realizadas por Federico Molina Fajardo. Siguiendo la línea de investigación abierta por su primo, el historiador reconstruye lo que fueron los últimos momentos de García Lorca en Víznar y el lugar en que fue ejecutado. "Aunque sabemos los nombres de quienes participaron en ejecución, no hemos querido publicarlos por respeto a sus familias", comenta Molina Fajardo. "Sí puedo decir que entre ellos estaba Juan Luis Trescastro, que era un indeseable".
Pero ¿quién era José María Nestares? El capitán era jefe de la Guardia de Seguridad y Asalto de Granada, el equivalente a lo que hoy sería la Policía Nacional, antes de la sublevación de 1936. Miembro de la Falange, pasaría a ser el jefe del frente de Víznar el 30 de julio de 1936. Su labor era luchar contra las líneas republicanas que rodeaban el sector norte de Granada. En Víznar se encontraba La Colonia, un antiguo centro infantil de ocio que los militares sublevados convirtieron en una prisión encubierta dado que la cárcel de Granada estaba llena a rebosar.
Los presos enviados a Víznar no tenían, sin embargo, ningún derecho de defensa. Eran hombres condenados a muerte sin juicio ni garantías. En su mayoría serían muertos anónimos. Federico García Lorca fue uno de ellos.
José María Nestares, según relata el libro, no tenía la responsabilidad de La Colonia, que recaía en el Gobierno Civil de Granada, pero sí debía estar al tanto de todo lo que ocurría allí. Tenía que ser informado del número de presos que iban a ser ejecutados. Si se negaba, corría el riesgo de enfrentarse personalmente al gobernador civil, José Valdés, un hombre que instauró en Granada toda una maquinaria de matar salvaje e inhumana y que alentó la creación de las famosas escuadras negras, grupos de pistoleros que detenían y mataban a sus anchas.
En Víznar, José María Nestares intentó salvar la vida de muchos presos, a quienes conocía personalmente, según se expone en el libro. "Tengo una larga lista de personas a las que Nestares protegió", comenta Molina Fajardo. "Incluso Valdés amenazó de muerte a su mujer si continuaba salvando presos". Entre ellos estaba el catedrático Joaquín García Labella, que Nestares estuvo ocultando, hasta que se enteraron en el Gobierno Civil y decidieron ejecutarlo.
El libro aporta muchas precisiones sobre la muerte de García Lorca y confirma mucho de los extremos de la obra de Eduardo Molina Fajardo de 1983, como el hecho de que Nestares en persona, al conocer la identidad del preso que un grupo de guardias de asalto llevaba a Víznar para fusilar, rompió la orden de ejecución. Como no podía hacer nada para salvarlo, envió a un ayudante suyo, José Martínez Bueso, para que fuese testigo de la ejecución y del lugar en que ésta se producía.
Fue gracias a este testimonio, el de Martínez Bueso, por el que Eduardo Molina Fajardo marcó el paraje frente al cortijo El Pepino como el lugar correcto, y no el que durante años mantuvo el hispanista Ian Gibson basándose en las declaraciones, ahora falsas de un antiguo preso de La Colonia, Manuel Castilla Blanco, conocido como Manolillo el Comunista. "Ésta es la primera vez en que se dice exactamente dónde fue fusilado Lorca", explica Federico Molina Fajardo. "Está al lado del antiguo campo de instrucción. Cuando Fernando Nestares y yo fuimos, dijimos: 'aquí es, seguro'". Existe, además, el testimonio del propio José María Nestares que, a la mañana siguiente del fusilamiento, pasó por la zona y vio a los presos de La Colonia cavando las fosas.
El libro también narra la situación de presión social que existía en Granada antes de la sublevación, con la quema de iglesias y conventos, y apunta nuevamente a Ramón Ruiz Alonso no sólo como el responsable de la detención de Federico García Lorca, sino como autor personal de la denuncia contra el poeta.
En un acto celebrado en Víznar unos días antes, Ruiz Alonso había visto cómo Nestares tenía protegidos a "destacados rojos" y, furioso, comentó ese hecho con el gobernador civil, José Valdés. También dijo que Federico García Lorca estaba escondido en casa de los hermanos Rosales. Valdés lo animó a que redactara una denuncia contra él. El resto fue todo la puesta en marcha de un engranaje mortal y fatídico que aplastaría la vida del autor de Poeta en Nueva York, igual que la de muchos otros granadinos inocentes cuyo único crimen era tener ideas diferentes.
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