"Ofende ver que una antología del 27 recoja sólo a dos mujeres"

Pepa Merlo. Escritora

La escritora granadina recupera en 'Peces en la tierra' a las poetas olvidadas tras la Guerra Civil pero que tuvieron su momento de protagonismo en la República

Pepa Merlo, ayer, en la Huerta de San Vicente.
Pepa Merlo, ayer, en la Huerta de San Vicente.
G. Cappa / Granada

26 de mayo 2010 - 05:00

Lucía Sánchez Saornil era una anarquista de armas tomar, Concha Méndez conducía en los años 30 un Citröen a toda velocidad por Madrid, Josefina de la Torre ponía voz a Marlene Dietrich en las películas, Ernestina de Champourcin deambulaba por la élite cultural como por el cuarto de estar de su casa. Todas ellas eran poetas. Pero acabó la Guerra Civil y la mujer tuvo que regresar a las cuatro paredes del hogar. Y su obra, en la mayoría de los casos, acabó también confinada o directamente desapareció. Pepa Merlo muestra el lado femenino de la Generación del 27 en la antología Peces en la tierra (Vandalia), que mañana presenta en la Casa de los Tiros.

-Dice que estas escritoras han sufrido un olvido "lamentable".

-Es que ha sido lamentable. En todas las antologías que se manejan de la Generación del 27 o no se incluyen sus nombres o sólo ponen a las tres o las cinco a lo sumo de siempre. Pero había muchísimas más. De hecho, la última antología que se ha hecho del 27, que se publicó hace tres años en Austral, se reduce a dos autoras la presencia femenina.

-Pero incluso esas cinco mujeres 'conocidas' son realmente unas desconocidas. Ernestina de Champourcin, Josefina de la Torre, Rosa Chacel, Carmen Conde y Concha Méndez o son ignoradas o son conocidas pero de forma más residual.

-Entre los filólogos sí, pero para el público general para nada. Josefina de la Torre era más conocida como actriz y participó en la serie Anillos de oro de Ana Diosdado. También fue la que le ponía voz a Marlene Dietrich en las películas. Y si se habla de Concha Méndez es como la mujer de Manuel Altolaguirre; María Teresa León, la esposa de Rafael Alberti.

-¿Consiguieron realmente en la República su cuota de libertad?

-Cuando empecé a leerlas y estudiarlas comencé a sorprenderme de la cantidad de mujeres que escribían y cómo se movían en el mundo, no estaban tan marginadas como creemos. Editaban en las mismas editoriales que ellos, se movían en los mismos ambientes, sobre todo del año 34 al 36, cuando se consiguió la igualdad jurídica entre otras cosas. Si lees las cartas de Ernestina de Champourcin a Carmen Conde observas que van al Liceo, a lecturas... Concha Méndez atravesaba Madrid en un Citröen a toda velocidad o se embarcó en un carbonero para ir a Argentina. Ellas también viajaban por Europa y eran traductoras igual que ellos, como por ejemplo Elisabeth Mulder, que introdujo a Keats en España. La diferencia quizás con el hombre es que eran menores en número, eran parte de una élite y de una clase más elevada, pero estaban ahí. ¿Cuándo se les marginó? En el miso momento en el que acaba la Guerra Civil y el Generalísimo se dirige a la Sección Femenina para decirle que hay que recuperar el hogar para la mujer. En este momento apaga y vámonos. No sólo para las escritoras. También pintoras como Ángeles Santos o Remedios Varo.

-Dice que provienen de ambientes acomodados. ¿Hay alguna 'Miguel Hernández'?

-Sí, está Lucía Sánchez Saornil, que era una obrera libertaria, anarquista y trabajadora. Es una de las cosas que he intentado hacer en la antología, recoger todo el espectro de poesía y de mujeres que escribían. Hay una monja, una anarquista, socialistas y comunistas, católicas y ateas... He intentado ser lo más justa posible y he metido a alguna de las famosas entre comillas para ser justos.

-¿Es una antología de género o huye de este tipo de clasificaciones?

-Huyo radicalmente. No he querido hacer una exposición feminista, sólo rellenar un hueco en la Historia de la Literatura. Ojalá no se hicieron antologías sólo de mujeres. Es un lapsus en la historia de la filología. Pero esto es una gotita pequeña; ahora habría que recuperar a las narradoras, a las dramaturgas... Ofende ver que una antología del 27 recién publicada recoja sólo a dos.

-¿Hubo cierto machismo por parte de sus compañeros de generación?

-Hoy en día también hay machismo, incluso en los hombres más liberales asoma de vez en cuando algo de machismo. Unos más y otros menos, pero eso no se ve en sus cartas o en su obra, aunque probablemente también lo hubiera.

-¿Cuál ha sido su gran descubrimiento personal al estudiar a estas poetas?

-Desde el punto de vista de su poesía me ha encantado conocer a Elisabeth Mulder, Lucía Sánchez Saornil o Margarita Ferreras, a la que le robo el título Peces en tierra para titular el libro, una metáfora estupenda. Desde el punto de vista de su vida me ha dado mucha pena porque fueron mujeres luchadoras, alegres, vitalistas... Lees sus biografías o lo que se cuenta de ellas y ves cómo acabaron. Lucía Sánchez Saornil, que fue una luchadora nata, acabó tejiendo redecillas para el pelo y calladita porque no tenía más remedio. O la propia Concha Méndez, a la que todo el mundo se dirigía para que le hablara de Luis Cernuda o Manuel Altolaguirre, y ella encantadísima. Pero no fue nadie a preguntarle por su vida y por su poesía.

-¿Tienen algo que ver estas mujeres con las protagonistas de su anterior libro, 'El haza de las viudas'?

-No, son mujeres completamente distintas. Las pobres mujeres de El haza de las viudas ni siquiera tuvieron una época de esplendor. Desgraciadamente no conocieron un mundo diferente y les tocó vivir todo lo malo, como decía una de ellas.

-¿Dónde ha encontrado estos textos y cómo ha rehecho sus biografías?

-Biblioteca Nacional en su mayoría. Otras poetas que he dejado en el tintero ha sido porque no he podido conseguir las primeras ediciones para cotejarlas. Es una pena porque muchos libros están perdidos en pequeñas fundaciones y en otros casos ni eso. Es imposible en algunos casos saber ni cuándo nacieron ni la fecha de su muerte, hay unas contradicciones impresionantes. En una palabra: olvidadas.

-Cuando en cadenas de televisión como 'Intereconomía' se intenta desmontar la imagen idílica de la República, ¿se acuerda usted de la biografía de las protagonistas de su libro?

-Es que están muy equivocados. ¡Por Dios! En el momento en el que se obliga a una mujer a encerrarse en su casa y no salir o que estuviese mal vista cualquiera que intentara sacar los pies del plato...

-¿Qué hallazgos de estas mujeres quedaron en el olvido?

-Hay muchos. En el último poemario de Federico García Lorca mete todo lo que ha aprendido en su vida. Él toma la canción popular de Quiero ir a Granada y a partir de ahí construye el Diván del tamarit. Esto se ha puesto como ejemplo de originalidad. Pero 16 años antes,Gloria de la Prada, hace exactamente o mismo. Cuando Lorca hace una conferencia sobre la influencia de la poesía arábigo-andaluza en las seguriyas, Gloria de la Prada ya decía lo mismo desde años antes.

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