Perdido en el bosque de la Alhambra
JUAN HABICHUELA
'Diez canciones para la Alhambra'. Músicos: Juan Habichuela 'Nieto' (guitarra); Antonio de la Luz (segunda guitarra); Joan Masana (contrabajo); David Moreira (violín); Juan Carmona y Pedro Cano (percusión); Alberto Raya (acordeón). Lugar: Patio de los Aljibes. Aforo: lleno. Fecha: miércoles, 8 de julio de 2015
Se lamentaba Leonardo da Vinci del discípulo que no aventajara a su maestro. Juan Habichuela Nieto -lo supimos desde hace tiempo- está llamado a ser el mejor de los Habichuela. El joven guitarrista acumula, con tan sólo 27 años, la herencia de sus mayores, concentrada en un rasgueo exclusivo y en unos silencios casi tan imprescindibles como el sonido. Pero a la vez, fruto de su persona y de su tiempo, cuenta con un afán desmesurado por el estudio, la búsqueda y la creación; un reconocido sentido del ritmo; y una virtuosa velocidad controlada.
Juan destaca como intérprete de concierto, pero también como acompañante (algo que no pudimos ver porque, para este recital, prescindió de la voz). Su gran apuesta en cambio estriba en la composición, que ya puso de relieve en su reciente primer disco en solitario, Mi alma a solas (2014). Quizá por eso, el Festival de Música y Danza de Granada pensó en él para encargarle una función referente, un estreno absoluto dedicado a su gente y a su tierra.
El motivo escogido no podía ser más apropiado. Con Diez canciones para Alhambra, el menor de los Carmona hace un recorrido por los diferentes espacios de la fortaleza nazarí. Como resultado un concierto bondadoso y asequible a todos los paladares; tan poco ortodoxo como falto de riesgo; con fabulosa intención pero sin pellizco apenas. Salvo cuatro temas contados, la velada careció de jondura. La intención de agradar a todos los públicos hizo mella en el sentimiento cabal.
La escena recibe a Juan en solitario para brindarnos una rondeña, Oratorio, de gran acierto. Todas las rondeñas, para bien, están en deuda con Montoya, y ésta no es menos. El trémolo Patio de los Arrayanes nos recuerda inexcusablemente al maestro Tárrega en Recuerdos de la Alhambra; y la soleá, Torre de la Vela (para mí de lo mejor de la noche, aunque quizá con abuso de reverb) se puede asomar al maestro Falla. Dos buenos referentes.
Para los tanguillos, Baños, que nos recuerdan al maestro Lucía, el guitarrista granadino recibe al cuadro que le acompaña. Como segunda guitarra, un respetuoso Antonio de la Luz, flamenco donde los haya; Joan Masana, curtido en estas lides, al contrabajo; el venezolano David Moreira al violín, dulcificando el concierto en exceso; y Juan Carmona y Pedro Cano, a la percusión. El tema libre, Alcazaba, da paso igualmente al acordeón de Alberto Raya, que termina de engalanar unos temas que se prefieren desnudos.
Palacio de los Leones es una copla con toda intención. ¿Puede haberse inspirado en las composiciones de Lorca para hilvanar esta entrega? Así mismo, le hace un guiño a la zambra caracolera, donde parece que la voz se halla intrínseca. De ahí el virtuosismo de la guitarra. Habilidad, técnica y sentimiento que sigue demostrando en el tremendo zapateado dedicado a la Puerta del Vino.
El harén, la almibarada nana con que vuelve a recibir al acordeonista y donde le da protagonismo relevante al violín y al bajo, nos convence de la superficialidad de una puesta de largo urdida para convencer.
Por fin, la bulería con la que se queda solo, Torre de la Justicia, con la percusión y con unos deslavazados palmeros, dedicada "a todos los corazones que son sensibles", nos devuelve al Habichuela deseado.
Como fin de fiestas programado, unas rumbas muy salseras, Plaza de los Aljibes, con su poquito de son y su nueva tácita alusión a Paco, nos vuelve a llenar de esperanza. No todo se ha perdido en los bosques de la Alhambra.
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