Puesta en escena versus texto

Un instante de la puesta en escena de 'Lo que queda de nosotros'.
Un instante de la puesta en escena de 'Lo que queda de nosotros'.
Mónica Francés

16 de mayo 2011 - 05:00

Texto: Daniel de Lima. Compañía: Producciones Alfresquito. Intérpretes: Virginia Nölting y Monti Cruz. Diseño escenografía y vestuario/ realización: Equipo LQQDN/ Ángel Pedroza y Carlos Rodríguez. Música: Racalmuto. Dirección: Vanesa López y P. Lomba. Lugar: Teatro Alhambra. Fecha: sábado 14 de mayo de 2011.

Hay un momento, aproximadamente cerca del minuto cuarenta, en el que Lo que queda de nosotros (segundo espectáculo de la compañía sevillana Producciones Alfresquito) suelta -y ya no vuelve a tensar del todo- el hilito frágil de nuestra atención. Igual que una conversación en la que de pronto perdemos el interés por las palabras, nuestro interlocutor divaga, centrándonos en su imagen, gestos, la pequeña coreografía física y elocuente que no se interrumpe nunca aunque uno permanezca quieto o callado.

El grueso textual o el estribillo de Lo que queda de nosotros (Una comedia sobre el desamor) enuncia una pregunta: ¿en qué momento -exacto, preciso- se nos rompió el amor? Creo que mi interés en la larga conversación entre Ella y Él se desenchufó del texto en el momento en el que el merodeo al sentido, la clave del des-amor entre ellos, sufre un desplazamiento: del por qué (que era mi expectativa) al cuándo. Y los personajes se ponen a buscar esa "pieza perdida" contando someramente su historia alternando ilustrativas escenas de flash-back. Para terminar o concluir con lo que nos queda: nada, dicen entre ellos.

A la contra, es la puesta en escena de esa nada, -ese vacío suspendido en lo simbólico donde se las ventila el amor o desamor-, materializado, re-presentado en escena junto al borbotón de imágenes surgidas del trabajo físico de los actores lo que decididamente atrae poderosamente mi atención aquí y allá. Si el primer texto teatral del madrileño David de Lima llega un punto en el que queda algo en off o en segundo plano, sin embargo su puesta en escena, con un fuerte impacto físico y una apuesta rotunda por el vacío escenográfico, defiende con uñas y dientes un montaje de texto que asoma inusualmente más narrativo o poético en su registro visual que sonoro. Por ejemplo, es mucho más elocuente la preciosa coreografía de espacios cerrados que inventan los intérpretes con un rollo de cinta adhesiva blanca sobre el suelo -caminando Ella hacia Él como una funambulista- que cualquiera de los parlamentos sobre el concepto teórico, imaginario o ideológico del amor. O bien, la visual propuesta: más cercana a la sala de ensayo que a la pompa de la función repleta de decorado y atrezzo; subrayan la distancia como si nos dijeran que aquí se va a ensayar una escena de amor; apunta también al castillo de naipes sobre la nada, la poderosa e ingente "nada subjetiva", irracional, inconsciente, opaca donde anida o desanida el amor. La interpretación es fría, poco cargada en la emoción, más próxima al pase de ensayo que a la mimesis realista. Tal vez, podría jugarse algún fragmento a lo Actors Studio, a intercambiarse entre ellos los textos... No sé; seguir buscando, apostando en la pieza.

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