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Rafael Guillén se arranca por granaínas

Un proyecto musicaliza en clave flamenca los versos "más espontáneos" del Premio Nacional de Poesía en un libro-disco en el que el cantaor autóctono Álvaro Rodríguez presta su voz

Rafael Guillén reflexiona sobre el arte del flamenco en uno de sus bares favoritos de la ciudad. / Reportaje Fotógrafico: María De La Cruz
Isabel Vargas

28 de mayo 2017 - 10:50

Granada'/"¡ay, qué trabajo me cuesta quererte como te quiero! Por tu amor me duele el aire, el corazón y el sombrero. ¿Quién me compraría a mí este cintillo que tengo y esta tristeza de hilo banco, para hacer pañuelos?". Desde tiempos inmemoriales, la poesía ha estado ligada estrechamente al flamenco. Tanto que algunas de las canciones más conocidas de la historia del ancestral arte se inspiran en versos, o directamente los copian. Lo hizo muchas veces Camarón de la Isla y Enrique Morente con Federico García Lorca. Uno de los mejores ejemplos se encuentra en Homenaje a Federico, unas bulerías de La leyenda del tiempo donde el cantaor gaditano se sirve del poema del genio granadino titulado Es verdad -el que sale al principio-.

El escritor José Manuel Caballero Bonald dijo del flamenco que "quien lo escucha de verdad espera encontrarse en esa situación límite con algo que, sin corresponderse con su propia vida, lo lastime y excite por dentro. La verdad expresada por el intérprete es la verdad intuida por los más predispuestos testigos. No se trata de una fiesta en el más usual sentido del término, sino de la biológica sublimación de una angustiosa intimidad, aun cuando se utilice el vehículo de los llamados cantes y bailes festeros". Algo así ocurre cuando uno escucha Concierto flamenco para poemas de Rafael Guillén, un libro-disco que reúne ocho creaciones tempranas de la pluma granadina pasadas por el filtro jondo.

"Quien escucha de verdad flamenco espera algo que lo lastime y lo excite", dice Bonald

El proyecto, del que sólo se han editado 201 ejemplares, algunos aún disponibles en Festival Discos, se le ocurre al escritor Salvador Arias hace casi tres años. "A Guillén le tengo un aprecio muy especial, es mi poeta preferido. Lo llevo siguiendo mucho tiempo", se sincera este aficionado al flamenco desde niño. Arias lo conoce, no en persona, claro, eso llegará después, cuando lo cataloga en su antología El siglo de oro de la poesía taurina, donde incluye algunos poemas de Apuntes de la corrida (1967). El 14 de octubre de 2014 el montañés acude a una presentación en la ciudad del último poemario de Guillén, Balada en tres tiempos (para saxofón y frases coloquiales), y es allí donde se presenta y le pide una entrevista. Se la concede "de inmediato", en su casa. Hablan largo y tendido. El antólogo le propone que algunos de sus poemas se lleven al flamenco. "Acepta del tirón", reconoce el documentalista y farmacéutico de profesión, que consigue sacar adelante el proyecto convenciendo a decenas de personas en que paguen por adelantado. Un crowdfunding a la antigua, sin una página web como Goteo.org de por medio. "¿Crees que un ciudadano jubilado cómo yo va a tener dinero? Así que pensé en una edición anticipada. Aceptó gente de media España", cuenta entusiasmado. En unos meses, adelanta, se publicará el disco, "eso sí sin las letras, el contenido didáctico del libro y las malagueñas inéditas de Calixto Sánchez".

De todos los poemarios de Guillén, explica el santanderino en el libro, "dos sobresalen por su temática y su estilo netamente andaluces: Apuntes de la corrida y Cancionero-guía para andar por el aire de Granada (1962)". A ellos pertenecen todas las letras que se cantan en este disco, excepto el polo, que es un fragmento del poema Tarde de vino y toros en Jerez de la Frontera. Entre ambos poemarios, recalca, "hay un fuerte nexo de unión". Lo cuenta el propio escritor granadino en una nota de autor al final de Apuntes de la corrida: "Estos apuntes, escritos en 1959, formaban parte en principio de mi libro Cancionero-guía para andar por el aire de Granada. Eliminados entonces de dicha obra, ya que su tema traspasaba los límites de lo estrictamente granadino. Nunca renegaré de esta tradicional forma andaluza de expresar el sentir, basada esencialmente en una imaginería desbordada que suele manifestarse en coplas, décimas, romances, cancioncillas".

Cuenta el poeta, vermú en mano y sentado al sol en uno de sus bares favoritos de la ciudad, que esas letras no estaban escritas con la intención de que alguien las cantara. "Eran apuntes que iba tomando cuando era joven, entre los 20 y los 24 años, cuando caminaba por el Albaicín al caer el sol. Venían muchísimos escritores hispanoamericanos a Granada en esa época y solíamos darles paseos nocturnos por el barrio. Les mostraban aquellos rincones", rememora. "Y al fondo de la calleja, una Alhambra de cartón pintada en tiza negra. Torres cuadradas y rojas, arlequines en escena de un drama azul que se estrena sobre el verde de las hojas. Alhambra, que las arrojas, tenso el arco del ramaje, contra una ciudad de encaje que se amuralla en la hiedra. ¡Torres de viento y de piedra volando por el paisaje!", se escucha al poner el tercer tema del disco, unos versos garabateados "harto de vino" en el Albaicín ahora convertidos en tangos.

"En sucesivas ediciones del Cancionero-guía... se incorporaron algunas letras que si se podían cantar porque se prestaban a ello", explica. El poeta no tarda en recitar de memoria alguna de ellas: "Mira tú si de inmediato te olvidé, mala mujer, que anoche vi tu retrato y pregunté de quién es. Después de llorar un rato". La persona escogida para interpretarlas ha sido Álvaro Rodríguez Arenas, un joven cantaor granadino "muy bueno" que ha aprendido de los mejores: Arcángel, El Pele, Mayte Martín, Curro Andrés. "¿Le pidió a Rodríguez que lo hiciera de una manera o de otra?", pregunto. Guillén me mira serio, algo perplejo. "La letra es lo que sustenta el quejío, pero los flamencos te la dicen a su manera. Sin embargo, la emoción, la sensación, es la misma. Yo pedí que si salía un libreto que se pusieran las letras tal y como las escribí, pero que luego en la grabación hicieran lo que quisieran con ellas. Había total libertad", reconoce. Le comento que hace poco compré un vinilo de Marisol con poemas de Rafael Alberti musicalizados. "Corrió el riesgo de que lo hiciera polvo", comenta entre risas.

Para el poeta, "una coplilla es una ocurrencia; mientras que el poema es algo más serio", pero ¿qué tiene que tener una letra flamenca para que sea buena? "Tiene que resumir en tres o cuatro versos una telenovela de 48 capítulos", responde en seguida mientras insiste otra vez en la letra. "Quizá mi opinión esté influida por mi condición de escritor, peor creo que si la letra es muy mala la canción también", afirma el autor de las ocho letras que aparecen en el libro-disco, donde el amor y su reverso son temáticas clave. "El amor en los poemas y en las coplillas es un amor muy traicionero, muy hondo, como el flamenco", le digo. "El flamenco tiene un toque trágico, y aún en los momentos más excitantes del amor hay un toque trágico", me responde.

El autor también reflexiona sobre su evolución artística: "La diferencia es que a los 20 tienes la vida por delante y ahora la tienes por detrás. Cuando eres joven te ataca la incertidumbre. Ahora hay serenidad". Aún así, Guillén dice haber vuelto a su juventud al escribir la guajira y las granaínas inéditas para el proyecto. Reconoce además que lo que se escribe a tan tierna edad "se arraiga mucho más en el pueblo. A mí me gusta decir pueblo, no gente. Arraiga mucho lo que uno dice con el corazón, cuando se está menos condicionado por las circunstancias, la cultura, la civilización. Era más espontáneo, más virgen". Rafael Guillén se arranca por granaínas, y lo hace con el corazón bien abierto. Olé.

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