"Los libros feministas mediocres tienen derecho a ocupar la primera línea editorial"
Rosa Berbel | Poeta
La escritora presentará este martes su primer poemario, 'Las niñas siempre dicen la verdad' (Hiperión, 2018), en la biblioteca de Andalucía acompañada de Andrés Neuman
Fernando Aramburu alabó "la singularidad de su escritura" en una reciente columna
Granada/Una mezcla de asombro y fascinación asoman cuando una servidora lee a Rosa Berbel (Estepa, 1997). Su debut, Las niñas siempre dicen la verdad (Hiperión, 2018), muestra a una autora honesta, lúcida, honda y directa. En su poesía hay espacio para el desencanto, el humor negro, lo colectivo. Pero no para el yo, los sentimentalismos baratos, o los peliagudos ejercicios estilísticos de los que presumen otros autores.
La poeta sevillana, afincada en Granada, habla en su primer poemario del tránsito a la adultez, del mundo inhóspito que nos espera ahí fuera, de la precariedad en la que vivimos instalada, de ser mujer en el siglo XXI, de esa ansiedad que muerde a los jóvenes. La escritora, Premio de Poesía Antonio Carvajal, hablará este martes sobre estos temas, acompañada de Andrés Neuman, en la presentación de su libro en la biblioteca de Andalucía a las 19:30.
-Habla de cosas durísimas en el poemario. ¿Los poemas surgen de una herida?
-Eso de hablar de cosas tan duras que quizá no me ha tocado vivir surge de una idea de poesía que tiene menos que ver con lo confesional y más con una construcción como ficción. Con proyectar situaciones, que aunque no las viva en primera persona, veo en mi entorno y que me interpelan de una manera o de otra. Lo que escribo parte de entender la poesía no como un ejercicio de ir al psicólogo, sino como una construcción que va más allá de mí.
-Precisamente tengo por aquí unos versos a propósito de lo que dices: "Tenemos casa, hijos y demasiado miedo / a la muerte, a los contratos temporales, […] / Tenemos cuarenta años y un país que no nos nombra". ¿Menuda radiografía hace de la clase media española, no?
-El poema, titulado Planes de futuro, describe la realidad que viven mis padres, esa generación a la que la crisis le ha desmontado las espectativas. Aunque también sirve para canalizar toda esa ansiedad que sentimos los jóvenes de mi generación, que vive esa encrucijada entre acabar los estudios e iniciar la vida adulta, y a la que nos angustia mucho vernos así en 20 años.
-Ha elegido un oficio muy precario, el de ser escritora.
-La ansiedad de la que hablaba es generacional, y también contextual de los últimos años que hemos vivido. Es difícil vivir de la literatura, pero precisamente por eso te da un espacio de libertad y de menos ansiedad que lo que me puede producir pensar en cual será mi trabajo estable dentro de 20 años. Afronto la literatura, más que como algo de lo que vivir, como una actividad que me da mucha libertad, me permite crear y mezclar todas las cosas que me interesan.
-"No hay en sus versos raramente tranquilos coquetería de estilo, ni exhibición de músculo retórico, ni expansiones elegíacas, ni ese sentimentalismo de miel adolescente que hoy, para muchos, equivale a la poesía", dice Fernando Aramburu en una columna sobre usted. ¿Cómo forja uno el estilo?
-El estilo es una cosa que va cambiando, que va evolucionando. No debemos caer en la zona de confort. Me han influido mucho poetas granadinos, autores de mi entorno, como Erika Martínez, Andrés Neuman, Juan Domingo Aguilar; y clásicos como Wislawa Szymborska y José Ángel Valente.
-Está haciendo el grado de Literaturas Comparadas en la UGR. ¿Le ha influido en su escritura tener que estudiar a muchos autores de estilos y países muy diferentes?
-Sí. La perspectiva de la literatura comparada, más allá de la perspectiva de la filología, que es quizá más restringuida, te da una mirada sobre el hecho literarario que va más allá de la literatura. Te permite además nutrirte y dialogar con otras artes como el cine, la música. Eso es muy interesante.
-Recomienda en su poemario no olvidar los orígenes. "Escarba, si es preciso, la tierra de los parques / con manos de urbanita", escribe. ¿Qué ha aprendido de sus orígenes, de su padre y de su madre?
-Yo creo que todo. Mi padre y mi madre son de pueblos muy pequeños. Ellos me han transmitido esa admiración, ese amor, por lo rural. En los pueblos pequeños se crea esa red de culturas, cuidados. Sustentan parte de la economía aunque muchas veces se los menosprecien y se hable de la España interior, esa España vacía.
-Teje una serie relatos poéticos con la mujer como protagonista en su libro. Hay una frase que me impactó mucho: "Nadie nos va a creer / decimos / fuera de aquí nadie nos va a creer". ¿Cuántas veces a lo largo de su vida la han cuestionado por ser mujer?
-Creo que todas las mujeres lidiamos con el machismo de una forma u otra en nuestro día a día. En el mundo de la cultura también hay mucho machismo. Se nota en ciertas actitudes paternalistas que veo que no se tienen hacia hombres.Veo que lo hacen también con otras compañeras escritoras. El poemario parte de lo que significa ser mujer en el siglo XXI. Nosotros lidiamos con todas esas taras y esos lastres que implica ser mujer, tanto la que escribe como la que no, en un sistema patriarcal.
-Algunas editoriales se están subiendo al carro del feminismo con tal de vender. A diario, nos llegan ensayos feministas infumables. ¿Qué opina de este fenómeno?
-Es interesante que sean las mujeres las que tomen la voz, y las que hablen de experiencias femeninas. Pero es cierto que el feminismo está siendo absorvido por el mercado completamente, también por el mercado editorial. Los relatos feminismo y todo este boom de la literatura feminista tiene que pasar por un filtro. No se pueden publicar todo a cascoporro. Aún así, es interesante que se publiquen este tipo de cosas. Los libros feministas mediocres, al igual que los libros machistas, tiene derecho a ocupar la primera línea editorial.
-El poeta granadino Jesús Montiel me dijo en una entrevista que "el fenómeno de los jóvenes poetas best seller es la constatación de nuestra ruina". Él se refería a los grandes fenómenos poéticos nacidos al calor de las redes sociales, el click fácil y la cursilería llorona. ¿Ha sentido el recelo de algún autor consagrado?
-Es cierto que debido a esto de las redes sociales, a estos poetas con tantos seguidores, hay quizá un descrédito así general hacia la poesía que hacen los jóvenes. Pero creo que la poesía joven va más allá del número de seguidores, de las redes sociales y de las cabezas más visibles. Es algo mucho más profundo y que abarca mucha gente que está haciendo cosas muy interesantes. La poesía joven goza de buena salud.
'Planes de futuro'
Tenemos cuarenta años y un trabajo que odiamos
que nos hace pagar las facturas,
llegar a fin de mes,
tener eso que llaman dignidad
y que se siente igual que la tristeza.
Tenemos un trabajo y un piso en la playa,
pero ante el mar soñamos
un milagro: nuestra ropa en la arena como entonces
y quedarnos así a la intemperie, uno
enfrente del otro,
con toda la extrañeza de los cuerpos desnudos,
con esta luz precaria,
con un amor que existe y no nos basta.
Tenemos cuarenta años y dos hijos que corren,
que gritan y que lloran
porque la arena está demasiado caliente,
porque nosotros discutimos,
porque no hay nada aquí que nos divierta.
Tenemos casa, hijos y demasiado miedo
a la muerte, a los contratos temporales,
como la gente normal, miedos
de gente feliz, miedos felices,
como este insomnio dulce de los días
antiguos o esta nostalgia común
y rutinaria.
Tenemos cuarenta años y un país que no nos nombra,
no cogemos aviones
porque hemos olvidado
cómo decir te quiero en otras lenguas,
la violencia del viaje,
cómo dormir tranquilos en hoteles lejanos
donde nadie nos llama por las noches.
Tenemos cuarenta años y una vida feliz
feliz sin contratiempos,
una vida segura,
equilibrada.
Pero después del amor, de la rutina,
la propiedad privada y el verano,
la realidad regresa
inconformista.
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