Rosa María Calaf: "Se prima lo que impacta sobre lo que importa"
Rosa María Calaf, periodista
Granada/Rosa María Calaf es un icono para generaciones de periodistas y un rostro familiar para miles de telespectadores que durante años han seguido sus crónicas desde las diferentes corresponsalías de RTVE: Nueva York, Moscú, Buenos Aires, Roma, Viena, Hong Kong o Pekín. En los últimos años, retirada de la televisión, se dedica a impartir conferencias en instituciones académicas y asociaciones vinculadas a los derechos humanos. Tan emblemática ha sido su trayectoria, que la Feria del Libro de Granada ha elegido a la reportera para abrir su 42 edición que tiene como lema 'El libro en la frontera: guerras y exilios', y eso que ella no ha escrito un libro en sus 78 años de vida aunque sigue tan activa como siempre. "Nunca lo he hecho y me lo han propuesto desde casi todas las editoriales y me han tratado convencer desde alguna facultad, pero la verdad es que tengo mucho respeto por la literatura. Siempre pienso que soy periodista y no escritora. Además, sinceramente, escribir un libro me requeriría pararme y yo, mientras pueda, no quiero hacerlo. Le doy mucho valor a todos los contactos presenciales que estoy haciendo para universidades, algún colegio, ONGS e instituciones. En este momento no quiero y además viajo mucho, como cuatro meses al año. Ahora ni siquiera hago prólogos ni textos para libros colectivos. No me da tiempo".
-¿El tema de la Feria lo ha vivido muy directamente como corresponsal de guerra?
-Yo no soy corresponsal de guerra, aunque me ha tocado cubrir guerras o conflictos me considero al contrario, una corresponsal de la vida: la vida en la represión obviamente, en la miseria sin ninguna duda, pero también en la determinación, en la resiliencia y en la voluntad de buscar la seguridad y la paz. Me siento bastante intrusa dando un pregón dentro de una feria literaria porque me considera reportera sobre todo. Efectivamente las fronteras y el exilio sí me han tocado de cerca en el sentido de que he cruzado y visto muchas, he conocido a muchos exiliados y he visto en directo cómo se sufren las guerras. Pero más que de todo eso, reflexionaré sobre la búsqueda de la paz. Quiero insistir en que seguimos considerando las guerras como otra forma de hacer política, mientras que las guerras son el fracaso de la política.
-¿Cómo se puede evitar ese fracaso?
-Una cultura de paz es posible pero hay que tener la voluntad de querer conseguirlo. Evidemente los libros son una guía. El periodismo también tiene la obligación de hablar no sólo de lo negativo, dar los elementos de conocimiento. Hay que destacar la importancia del libro para procurar ese sentido crítico: es un instrumento de conciliación, las historias que cuentan tienen que ser inspiradoras para la búsqueda de soluciones pacíficas.
-¿Se imaginaba que en 2024 el panorama actual con dos conflictos armados nuevos como el de Ucrania y Gaza?
-Pues sí, porque evidentemente no se está trabajando en una cultura de paz y se sigue creyendo que la última forma de conseguirla es la guerra, cuando está demostrado a lo largo de la historia de la humanidad que no es así. Mientras no distingamos lo que nos separa de lo que nos une, mientras no utilicemos el progreso para eliminar las diferencias en lugar de eliminar las distancias, mientras estemos empeñados en demonizar al otro, la única consecuencia lógica es que se sigan produciendo confrontaciones y que la violencia no desaparezca. Hay que fomentar el entendimiento, la empatía, el diálogo entre las personas y la comunidades, pero eso no está en la agenda. Sólo estamos hablando de rearme y realmente es obvio que la violencia se va reproduciendo por una cantidad de intereses económicos, políticos, etc., que tienen muy poco que ver con el bien común.
-En esa cultura de la paz es donde pueden jugar un papel fundamental el periodismo y los libros. En ese sentido, su vocación de reportera ha sido inquebrantable. Su caso es algo así como el del periodista puro, que sigue a pie de calle sin pasar a los puestos de gestión y la opinión.
-Esa ha sido mi máxima principal. Yo siempre he dicho que a mí me gusta hacer televisión, no mandar que la hagan los demás. Efectivamente a lo largo de mi carrera me han ofrecido puestos de dirección porque es la manera que se tiene de premiar o, a veces también, de quitarte de enmedio, que las dos cuestiones van paralelas en las motivaciones de ofrecer un salto hacia arriba. Sin embargo, para mí no sería un avance sino un salto hacia abajo porque lo que me interesa es la gente. Hay personas que no tienen la oportunidad de ver lo que está sucediendo y hablar con los protagonistas de la historia. A ellas se les pueden ofrecer elementos de conocimiento para formarse una opinión. Eso es mucho más importante, aunque sin unos espacios de gestión sería bastante imposible yo no me veo en ese papel, me veo manchándome los zapatos de barro y saliendo la calle. Es cierto que cada vez el periodismo premia o prioriza menos eso: vemos que no hay recursos, que no hay formación. Urge que los nuevos periodistas dejen la pantalla y de hacer el periodismo ratonero, como decía Ramón Lobo. En cambio, cada vez es más difícil porque cada vez el periodismo es menos profundo, analítico y reflexivo para ser de usar y tirar. Se prima lo que impacta sobre lo que importa.
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