'Samsara', un viaje a la verdad de cada corazón
Víctor Ullate presentó en el Auditorio del Generalife una bella propuesta en busca de la belleza y lo inquietante.
Toda su vida pasó ante sus ojos como un álbum vertiginoso. Dicen que ocurre justo antes de morir. Quizás por eso la foto en blanco y negro de un párpado cerrado presidía el escenario. Luego llegó ruido de sirenas y un aluvión de escenas terribles como el genocidio nazi o la bomba de Hiroshima mientras sonaba un mantra budista. Lágrimas, violencia, dolor.... El cuerpo de baile, vestido de blanco empezó a cobrar vida, lentamente. Las imágenes terribles empezaron a ser sustituidas por meditaciones en templos budistas, campesinos de Nepal segando sus campos, una foto del Taj Mahal y esas experiencias que se quedan grabadas en la retina y el corazón cuando viajamos a Oriente. Y es que India, Nepal, Japón acudieron a su cabeza como una tabla de salvación.
Por eso, cuando Víctor Ullate pudo salir del hospital donde se recuperaba del infarto que sufrió concibió el Ballet que vimos anoche, Samsara. Una especie de medicina pata el alma, un alegato a la paz y concordia entre las personas. "Samsara es la danza de la vida, el lugar donde poder despertar y quitarnos el velo de la ignorancia. A veces nos creemos eternos, divagando entre superfluos deseos o añoranzas pasadas, como si no fuéramos a envejecer o morir. Sin embargo, el momento presente es lo único que tenemos. Vivir aquí y ahora me evoca que sólo a través del amor se puede trascender el sufrimiento. En este momento de madurez personal, tras más de cuatro décadas entregado a la danza, Oriente me ayuda a cantarle a la vida, a disfrutar cada instante, hallando la paz y la esperanza mediante una profunda confianza en la auténtica naturaleza humana" ha comentado Víctor Ullate.
Sobre las tablas del Generalife pudimos ver materializada precisamente esta idea a través de la danza. La pasión que despierta Oriente en Ullate y la necesidad de enviar al mundo un mensaje de paz, a base de ritmos étnicos y tribales muy bien desarrollados. Samsara aludió al ciclo del nacimiento, la vida, la muerte y la reencarnación. Según el budismo, las acciones hechas para el bien y las consecuencias de nuestros hechos determinan el destino futuro de cada ser.
La violenta crítica a la sociedad y a la maldad del hombre fue dando paso, a través del espectáculo, a una dulce sensación de calma y paz. El cuerpo de baile del Ballet de la Comunidad de Madrid expresó muy bien ese ciclo de nacer, vivir, morir y lo que venga después a través del ritmo.
Las críticas a lo peor de nuestro mundo las expresó Ullate vistiendo a las mujeres con burkas y a ellos de negro. Escenificaron, en medio de una atmósfera lúgubre y tensionada la angustia del mal. Pero el círculo en el que estaba inspirado todo el ballet no se quedó sólo en las sombras, también dio paso a la luz, la esperanza y la dulzura en escenas como el paso a dos que llevó a cabo una pareja Laura Rosillo y Mariano Cardamo, muy bien ejecutado que nos dejó una sensación de optimismo
El vestuario, de Ana Güell, nos metió de lleno en la belleza de los países orientales. Hubo bonitos pasajes con los bailarines vestidos de marrón con tejidos vaporosos, también un fragmento donde los abanicos y las túnicas daban paso a mallas con las que poder demostrar la habilidad técnica y el interés de la coreografía de Paco Azorín. Movimientos inspirados en el yoga, tatuajes, la estética se puso al servicio del baile para aportar una sensación global llena de color. En definitiva, un mensaje a través del baile que se centró en aquello que dijo el Dalai Lama: "La verdadera esencia del ser humano es la bondad. Existen otras cualidades provenientes de la educación y la sabiduría, pero, si uno quiere convertirse en un verdadero ser humano y dar un sentido a su existencia, es esencial tener un buen corazón".
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