Satyajit Ray y Apu: el nacimiento de un nuevo cine
A cámara lenta
La obra del creador de Calcuta es extraordinariamente prolija en cantidad, calidad y variedad genérica: dramas contemporáneos, noir, aventuras, adaptaciones literarias...
Inauguramos una nueva sección dedicada al séptimo arte, a ese cine que se mira y también se lee, que representa el arte de la mirada y que permite disfrutar de las imágenes, como reza el encabezado de la sección, "a cámara lenta", en el que invitamos al lector y/o espectador a tomarse su tiempo para mirarlas en toda su dimensión y poder penetrar y perderse en ellas. El cine como cruce y diálogo entre miradas, la del espectador y la de la obra, lo que motiva la dimensión del cine como "arte supremo de la experiencia", tal como lo describió el realizador español Víctor Erice.
Durante los últimos años, venimos asistiendo a la pérdida irremediable de algunos de los grandes autores y autoras que nos ha dejado el cine, sobre todo aquellos y aquellas que nacieron en la época de posguerra y trabajaron en la encrucijada del cine en su camino hacia la contemporaneidad, adaptándose a los nuevos formatos y dispositivos de filmación, y transformando a la vez los modelos de producción cinematográficos, como Chantal Akerman (m. 2015), Jonas Mekas (m. 2019) o Agnès Varda (m. 2019).
Al mismo tiempo, la otra cara de la moneda nos devuelve, en la actualidad, el centenario del nacimiento de cineastas sin cuya trayectoria no podría entenderse la historia del cine: un auténtico prestidigitador de las imágenes como Orson Welles (n. 1915), el realizador y dramaturgo escandinavo Ingmar Bergman (n. 1918), el maestro italiano Federico Fellini (n. 1920), y más recientemente el incansable documentalista Chris Marker y el realizador indio Satyajit Ray, el autor que aquí nos ocupa. Ambos cineastas vieron la luz hace poco más de cien años.
Actualmente, la industria del cine indio, con epicentro en Bollywood, es la mayor productora de películas del mundo, aunque esto no fue siempre así. A comienzos de la década de los años 50 Hollywood dominaba el panorama cinematográfico internacional, y Satyajit Ray (Calcuta,1921-1992), músico y fundador de uno de los primeros Cine Clubs de Calcuta, había tomado la decisión de convertirse en realizador cinematográfico, motivado, por una parte, por la depauperada imagen del cine indio en la época y, por otra, por su profundo amor hacia obras fundacionales como Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette, 1948) de Vittorio de Sica y Rashomon (Rashômon, 1950), de Akira Kurosawa.
Existía, además, otro motivo de enorme peso, pues la visita a la India del realizador francés Jean Renoir a finales de la década anterior, con motivo del rodaje de su obra maestra El río (The River, 1951), supuso para Ray una experiencia que dejó en él una profunda huella humanista y le sirvió para aventurarse en su primera filmación, La canción del camino (Pather Panchali, 1955), con la que inicia una trilogía conocida como Trilogía de Apu, que completan Apu, el invencible (Aparajito, 1956) y El mundo de Apu (Apur Sansar, 1959). Todo el compendio de esta trilogía, encarnado en su valores iconográfico, visual y dramático, constituye un viaje apasionante no sólo al corazón de la sociedad y la tradición cultural india, sino también del ser humano.
Sin embargo, lo que confiere a la primera de estas obras un valor extraordinario es precisamente la experiencia del rodaje, pues tanto Satyajit Ray como su equipo técnico apenas tenían experiencia en el arte de realizar películas, a lo que debemos añadir unas condiciones de producción ínfimas que determinaron tanto el proceso de filmación y montaje (se demoró por tres años) como la elección del elenco dramático, pues la mayoría de los intérpretes eran actores y actrices no profesionales, lo que emparienta la película con el neorrealismo italiano.
Lo cierto es que el primer visionado de una película como La canción del camino supone un choque emocional que deja una huella indeleble en el espectador. El film, que adapta la novela homónima del escritor Bibhutibhushan Bandyopadhyay, narra la historia del pequeño Apu y su familia, en una pequeña aldea de Bengala, durante la década de 1910. La mirada que vierte Ray sobre determinados pasajes de la obra, profundamente sensible, cálida y penetrante, conecta con los rostros y emociones de los personajes que expresan a través de sus gestos, silencios y miradas, toda una tradición cultural y un compendio emocional del ser humano.
Al mismo tiempo, Satyajit Ray logra una película tan desnuda que deja al descubierto todas las fisuras de las condiciones materiales del rodaje, lo que constituye un choque con el inmaculado estándar de producción de Hollywood. Siguiendo la estela del neorrealismo italiano, surgido de la inmediata posguerra, el incipiente cine de Ray es, a su vez, absolutamente singular e independiente de todo lo que se había hecho hasta entonces.
Una secuencia del film describe con claridad el profundo significado del que hablamos. Hacia la mitad de la película, encontramos a Durga, la hermana mayor de Apu, seguido por éste, avanzando sigilosamente por un campo de espigas, mientras a lo lejos, sin llegar a verlo ni escucharlo, se deja sentir la llegada del tren, que constituye para los niños el descubrimiento de un nuevo mundo y la llegada de la modernidad y, al mismo tiempo, un paso más de ambos hacia la pérdida de su inocencia. Esa calidez y poética de la que hablamos emana de las imágenes y, al igual que otros pasajes del film, nos emociona profundamente.
El cine de Satyajit Ray, ampliamente desconocido en nuestro país, merece una revisión más exhaustiva, pues su obra, extraordinariamente prolija en cantidad, calidad y variedad genérica (dramas contemporáneos, noir, aventuras, adaptaciones literarias) no se reduce únicamente a la Trilogía de Apu, extendiéndose hasta principios de la década de los 90, en la que podemos destacar películas brillantes como El salón de música (Jalsaghar, 1958), Charulata, la esposa solitaria (Charulata, 1964) o El héroe (Nayak, 1966), todas ellas rupturistas tanto en relación a la asociación de imágenes y sonidos, como en el tratamiento de arquetipos, pues la mujer en el cine de Ray logra liberarse y emanciparse en la pantalla, tanto social como cultural y artísticamente. Su paradigma lo constituye el personaje protagonista de Charulata, encarnado por la extraordinaria actriz Madhabi Mukherjee.
Si realmente, como afirmó Akira Kurosawa: "No conocer el cine de Ray es como estar en el mundo y no haber visto el Sol o la Luna", asomémonos al mundo y descubramos sus maravillas, misterios y destellos, a ser posible, "a cámara lenta".
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