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La poeta, en una lectura en La Habana.
La poeta, en una lectura en La Habana.
Ángeles Mora

14 de octubre 2011 - 05:00

Desde que Milena Rodríguez Gutiérrez preparara las edición de la magnífica Antología Poética de Fina García Marruz titulada El instante raro, la poeta cubana ha sido señalada en nuestro país por dos grandes acontecimientos, como es el recibir primero el Premio Reina Sofía y ahora el Federico García Lorca, dos de los más importantes premios que se otorgan entre nosotros. Esos merecidísimos honores le traerán sin duda otro más importante para un poeta, para un escritor: el del reconocimiento de los lectores, o sea, la lectura y la difusión de su obra.

Otorgar un Premio a Fina García Marruz es, verdaderamente, hacer un homenaje a la poesía. A la gran poesía, no a la poesía grandilocuente o pretenciosa sino a la gran poesía, digo: a la sutileza, la elegancia, el delgadísimo hilo que penetra la inteligencia y la emoción poéticas. No hay más que atender a unas breves palabras suyas para comprender su forma de llegar a la poesía: "El hoy humilde me parece el verdadero alimento. Pan nuestro de cada día, no lo excepcional, sino lo diario que no cansa, ni estraga, y que sustenta".

De la lectura de El instante raro se sale -por tratarlo de expresar de alguna manera aproximada- como de un pozo de luz. Sumergiéndose en sus versos, uno siente que vive una iluminación múltiple y turbadora. Para Fina la poesía -"generosa poesía", la llama- es un Sitio -así titula un poema de su libro Visitaciones- donde nuestra pequeñez se hace importante, un lugar acogedor y misterioso donde poder mezclar lo poco que somos con lo trascendente que nos supera, donde unir lo cotidiano que tocamos con lo secreto que se nos escapa: "el cacharro doméstico y la Vía Láctea", para decirlo con las propias palabras de la escritora.

Quizá en Las miradas perdidas (1951) esté el germen de toda su poesía. Ese buscarse en el pasado, en la niñez como lugar fabuloso, mítico, donde suceden las primeras sensaciones, los primeros choques con el misterio de la vida. Poemas de aire casi mágico, como su Canción de otoño (Puedo volver, amigo, al país más lejano […] ¿Conoces tú el país en que se vuelve?) o su famoso Yo quiero ver la tarde conocida… o La vieja bata rosada, que trascribo: "La vieja bata rosa en el perchero/traspasada de luz hasta la arruga,/árbol de amparo, madre,/cariñoso piar. Su colgadura/de alto desorden, desasida, leve,/tintinea. Y es la torcedura/ del alambre humanado sosteniendo/fantasma rosa alzado sin apoyo/no sé qué dicha que, cayendo, dura/en su desplome interminable instante./Ay, irresucitable y sin historia!/Ay martes disfrazado de domingo!/Y qué secreto nuestro has de llevarte,/rotos de tela que esa luz inunda!

Pero en Visitaciones (1970) alcanza una sabiduría poética exquisita, igual que en La Habana del Centro, poemas tan sutiles como El afilador de tijeras o Mediodía (Apena esta luz/ sin nada que hacer/ siquiera parecido/ a ella). Aunque también saber ser burlona, irónica, como en este poema que se ríe de la ingenua trascendencia de la juventud: Oissive Jeunesse... "Yo veía desde el cuarto interior, ropa tendida/y escribía: los mirlos pasan cantando./Desde luego, no había mirlos./Yo nunca había visto esos pájaros./Yo miraba pasar los tranvías amarillos./Desde el balcón la vidriera de las corbatas./Señoras jóvenes vestidas de mantecado y punzó./ Y escribía: Praderas azules! Púrpura absoluta de mi tumba!

O este otro, de más seria ironía:De la caducidad de las cosas: "Quién iba a decirnos,/poetas,/después de tantos versos/a lo frágil del tiempo,/que sólo él/es eterno!

Lo mismo que es maestra en llegar desde el distanciamiento ligero y un tanto juguetón a la experiencia/ esencia poética más profunda:De nuevo, poesía: "Me las paso bastante bien sin ti,/poesía,/camino (con bastante buen ánimo)/los desiertos/o (no vamos a exagerar)/las pequeñas arideces./Pero cuando llegas,/Cuando te veo venir […]/perdona si pierdo la compostura,/si no espero, educadamente,/con el vaso frío en la mano,/si pego la boca a tu chorro de agua/y dejo que me salpique las comisuras/y riegue con ímpetu las paredes de mi seca garganta.

Pues no acerquemos nuestro vaso frío, sino bebamos directamente del chorro de agua limpia que son los poemas de esta gran escritora cubana.

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