Sorolla y Andalucía: amor a segunda vista
El Museo de Bellas Artes del Palacio de Carlos V acoge una exposición que refleja el flehazo artístico que sintió el pintor valenciano por la Alhambra.
Joaquín Sorolla y Juan Ramón Jiménez apenas se conocieron, sólo coincidieron en contadas ocasiones. Trabajaron en disciplinas diferentes y pertenecían a generaciones distintas, pero les unía un hilo de afinidad estética, como dos hermanos gemelos que son capaces de sentir el mismo escalofrío. Es una de las lecturas que ofrece la exposición Sorolla, jardines de luz, que ayer se inauguró en el museo de Bellas Artes del Palacio de Carlos V. La muestra, compuesta por casi 50 cuadros, incluye un importante número de piezas documentales, entre las que se encuentran cartas, fotografías y el libro de firmas de la Alhambra donde el pintor valenciano dejó constancia de su emocionado paso por el monumento.
Todo este material reconstruye el encuentro de Sorolla (1863-1923) con Andalucía y el descubrimiento que experimentó el artista con la Alhambra en contraste con el impacto visual de las montañas de Sierra Nevada. Y eso que, en su primera visita al Sur, el pintor valenciano sintió rechazo por una tierra que encontró llena de tópicos folcóricos, como si estuviera en mitad de la ópera Carmen. "Después, en sus posteriores viajes a partir de 1908, descubrió una Andalucía muy parecida a la que veía Juan Ramón Jiménez, una Andalucía basada en una experiencia cultural de siglos muy atada a la intimidad, con una poética del silencio y un refinamiento estético como refinamiento de la vida interior", explicó ayer en la presentación Tomás Llorens, comisario de una muestra que se proyectó hace "largos años" y que ahora encuentra su espacio natural tras su paso por el Palacio del Diamante de Ferrara (Italia). Con todo, el testimonio más elocuente de la relación entre "la poesía del nuevo Juan Ramón y la pintura del último Sorolla" es el retrato pintado en 1916, un encargo de Archer Milton que estaba destinado a la galería de escritores españoles contemporáneos de la Hispacnic Society. Y como no, Juan Ramón aparece en el lienzo con un jardín de trazo inconfundible a la espalda...
Organizada por el Patronato de la Alhambra y el Generalife en colaboración con el Museo Sorolla y Ferrara Arte, la exposición muestra un perfil "desconocido" de un pintor que ya en 1909 fue aclamado por la crítica y el público en Nueva York con obras como Sol de tarde o Nadadores, entre muchas otras. También lo hizo, en 1911, en el Museo de Arte de San Luis y en el Art Institute de Chicago.
Frente a la imagen "esquemática, simplificada y reductiva" que trasciende habitualmente de la obra de Sorolla, caracterizada por "la sensualidad y el naturalismo", los cuadros que componen esta exposición "reflejan la influencia que empezaba a tener en él el modernismo en un momento de transición del siglo XIX al XX en el que empezaba a nacer este movimiento", continuó Llorens en la presentación acompañado por María del Mar Villafranca, diretora del Patronato de la Alhambra y el Generalife; Consuelo Luca de Tena, directora del Museo Sorolla; y Montserrat Reyes, secretaria general de Cultura de la Junta de Andalucía.
Y mientras muchas salas de arte languidecen por inanición, el Museo de Bellas Artes de la Alhambra vuelve a dar un golpe artístico tras las exitosas muestras de Sean Scully y Matisse. Como anécdota, Villfranca desveló que, en acto en Madrid celebrado el pasado jueves, se topó con un corrillo de personas que habían elegido como tema de conversación la inauguración en la Alhambra de la exposición sobre Sorolla. Además, Villafranca resaltó la importancia en tiempos de crisis de "establecer alianzas para hacer una programación a la altura de los espacios expositivos". "La muestra es algo más que el relato de un viaje que produjo muchas obras, es también una reflexión inteligente gracias al gran nivel de los comisarios", continuó la directora de la Alhambra en relación a un equipo de expertos integrado, además, por la biznieta del pintor, Blanca Pons-Sorolla.
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