Sorolla: 150 años del pintor de la luz
El artista que quedó prendado de Granada en sus cuatro visitas es todavía hoy un valor seguro en el mercado internacional del arte y el año pasado se subastó una obra suya por 3,73 millones de libras
Captó la luz mediterránea de forma única y la llevó al lienzo con largas pinceladas. Hoy se cumplen 150 años del nacimiento de Joaquín Sorolla, el maestro del luminismo español, un artista que en las últimas décadas se ha convertido además en un valor seguro en el mercado del arte internacional. "Nieto de Velázquez, hijo de Goya". Así lo definió su amigo Vicente Blasco Ibáñez. El escritor alababa de esta forma la altura de una pintura que algunos etiquetaron en el impresionismo. Sorolla estuvo en Granada en cuatro ocasiones: 1902, 1909, 1910 y 1917. La primera fue una visita fugaz, pero dejó en él una profunda huella con el deseo de regresar para pintarla, Sorolla quedó deslumbrado por el paisaje y el patrimonio monumental de la ciudad.
En la obra de Sorolla, la luminosidad compartió protagonismo con la gente del pueblo, ésa que el pintor valenciano retrató junto a sus oficios y tradiciones con una luz que hace vibrar un color de paleta inconfundible, marca el movimiento de las figuras y sitúa al artista como bisagra en el cambio de siglo. Desde un optimismo vital, él incorporó al arte español el naturalismo europeo.
Costumbrismo marinero y escenas de playa, pero también paisajes y retratos, como los de Benito Pérez Galdós, la reina Victoria Eugenia o los del ámbito familiar. Joaquín Sorolla Bastida nació el 27 de febrero de 1863 en Valencia y quedó huérfano dos años después. Acogido junto a su hermana por una tía materna y su marido, pronto vio que su vida estaba en la pintura. Tras pasar por la Escuela de Bellas Artes de su ciudad se fue a Roma y a París y al volver a España se dedicó a las escenas de ambiente valenciano, en el inicio del costumbrismo que marcará su obra.
Con nuevos matices en su paleta, lo irá desarrollando y ligando al mar, y también desplegará un realismo social, de denuncia, influido por su amigo Blasco Ibáñez. Ahí está el ejemplo de Aún dicen que el pescado es caro (1894).
Su popularidad se fue extendiendo por Europa y América. Y a partir de 1900, cuando obtuvo el Grand Prix de los pabellones de España y Portugal en la Exposición Universal de París, se convirtió en un pintor de éxito internacional. Es ahí donde comienza su etapa más brillante, la de sus mejores obras, con la luz siempre dominando.
Fue cuando pintó para la Hispanic Society de Nueva York la serie Visiones de España, 14 paneles con escenas costumbristas de las regiones del país que le encargó el mecenas Archer M. Huntington. Un proyecto mural de proporciones gigantescas que lo llevó a viajar casi constantemente durante ocho años.
En España no se pudo ver hasta mucho tiempo después. Llegó prestado en 2007 y en 2009, el Museo del Prado lo incluyó en la mayor antología que ha habido sobre el pintor. "Sorolla no sólo es uno de los grandes pintores del siglo XIX, sino también del XX", dijo entonces el director del Prado, Miguel Zugaza. La historia de Sorolla no es la del pintor reconocido después de su muerte. Él cautivó ya en su época, recibió encargos y pudo vivir bien de su arte y de su oficio. Sus pinturas eran requeridas, bien valoradas y hasta copiadas en vida del artista. Pintó miles y vendió mucho, hasta el punto de que gran parte de su obra se dispersó en colecciones particulares.
Su mujer, Clotilde, por la que sintió devoción, se encargó de preservar su obra. Tras la muerte del pintor, legó al Estado todas sus pertenencias e impulsó la creación de un museo en memoria de su marido, que abrió sus puertas en 1932 en la casa de Madrid en la que vivía la familia y trabajaba Sorolla, un edificio de corte clásico en la calle General Martínez Campos.
"Supo ver cómo en la creación de un museo la fama de Sorolla iba a perdurar", en palabras de Consuelo Luca de Tena, directora actual del Museo Sorolla. El primer director fue Joaquín, uno de los tres hijos de Clotilde y el pintor. La del Museo Sorolla es la colección más amplia y representativa que se conserva de él. Todo gracias a Clotilde, con la que su historia de amor comenzó cuando ambos era prácticamente unos niños. Ella fue su apoyo y su musa, modelo constante en su obra. "Ya te he contado mi vida de hoy, es monótona, pero qué hacerle, siempre te digo lo mismo, pintar y amarte, eso es todo, ¿te parece poco?", le decía el pintor en una de las cartas que le escribía a diario cuando su trabajo los obligaba a separarse.
En 1920, Sorolla sufrió una hemiplejia. No pudo volver a pintar. Tres años después, el 10 de agosto de 1923, murió a los 60 en Cercedilla, en la sierra madrileña.
En las últimas décadas, sus obras se han convertido en un valor seguro en el mercado del arte. Cerca de una treintena de sus cuadros ha superado el millón de dólares en subasta desde 1990. En noviembre de 2012, Sotheby's vendió Pescadores valencianos (1895) por 3,73 millones de libras. En mayo de 2008, Las tres velas, una de sus obras cumbre, se subastó en Nueva York por 4,5 millones de dólares. La hora del baño (1909) fue vendida en 2003 por 3,7 millones de libras.
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