Sutileza cromática
Garciarias forma parte de esa pléyade que sin hacer ruido, sólo el que suena cuando su obra es protagonista, todo el mundo conoce
Pedro Garciarias es un artista cubano, ampliamente implicado en el contexto general del arte granadino. Forma parte de esa pléyade de autores que, sin hacer ruido, sólo aquel que suena cuando su obra es protagonista, toda la profesión conoce, sabe que está y forma parte de un tejido artístico del que es figura importante. Además, su trabajo no se circunscribe a una única parcela creativa sino que, sabe yuxtaponer varias realidades; sobre todo, asume los infinitos postulados de la poesía para aprehender de ella múltiples circunstancias que, después, deja participar en su creación pictórica, a la que llena de ritmo y manifiesta sensibilidad.
Hacía tiempo, que no lo veíamos exponiendo de forma individual -creo que fue en los bellos espacios del Ladrón del Agua, donde dejó constancia de su infinito poder colorista y de su afortunado concurso expresionista-. Ahora, vuelve para seguir mostrándonos ese apasionamiento formal, esos sabios encuadres cromáticos sobre los que destaca una figuración básica que responde, acertadamente, al poder plástico que la envuelve.
A Pedro Garciarias cualquier motivación le sirve de apoyo para dejar suelto su potencial creativo. Si aquella viene suscrita desde un planteamiento poético, su realidad pictórica encuentra un infinito horizonte diáfano donde motivar su apasionado credo expresionista. En este caso es la escritora cubana Dulce María Loynaz quien le sirve de primera referencia para patrocinar una pintura en la que la rosa actúa como icono mágico desde donde se patrocina una sugestiva escenografía pictórica llena de intensidad y de fuerza plástica. La imagen floral, apenas esbozada, queda supeditada al aplastante poder del color. Éste desarrolla un entramado envolvente que contribuye a resaltar el motivo, fortaleciendo su realidad y potenciando, plásticamente, un conjunto que desarrolla toda una lección de máxima pintura expresionista. En la obra de este artista existe mucha sensibilidad, mucha sensualidad colorista, mucha potencia expresiva y una realidad aderezada de poderosos registros cromáticos que dejan en suspenso la mínima esencia significativa del modelo para introducirlo en un mar de materia formal que abre las perspectivas de la emoción y asume un desarrollo visual infinitamente más abierto y esclarecedor.
De nuevo Pedro Garciarias nos sitúa en los bellos horizontes de una pintura muy bien concebida desde la sutil influencia de una exuberante poética y que él, con su aplastante sensibilidad, provoca las más felices y bellas estructuras cromáticas.
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