'La Sylphide', reliquia para una inesperada despedida
Crítica del Festival de Música y Danza de Granada
Granada/La antigua Ópera de París Le Peletier fue el escenario del estreno mundial, en 1832, de La Sylphide antes de que sucediera en Copenhague. Un ballet en dos actos firmado por Filippo Taglioni que había creado para su hija Marie, llegándose a representar después en Madrid, en el Teatro del Príncipe y el Teatro del Circo una década después, en 1842.
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Coreografía: August Bournonville. Música: Herman Severin Løvenskiold. Libreto: Adolphe Nourrit (transcrito por August Bournonville en 1836). Grabación musical: ORCAM (director musical: Daniel Capps). Puesta en escena: Petrusjka Broholm. Diseño de escenografía: Elisa Sanz. Diseño de vestuario: Tania Bakunova. Diseño de iluminación: Nicolás Fischtel. Realización de escenografía: Proescen. Realización de vestuario: D’Inzillo Sweet Mode. Estreno absoluto por el Royal Danish Ballet en el Royal Danish Theater, Copenhague (Dinamarca), el 28 de noviembre de 1836. Estreno por la Compañía Nacional de Danza en el Teatro de la Zarzuela, Madrid, el 7 de diciembre de 2023. Duración: Acto I: 30 minutos / Descanso / Acto II: 40 minutos. Fecha: sábado 15 de junio. Lugar: Teatro del Generalife.
La historia de amor entre un joven escocés y una criatura etérea que solo él ve es el argumento de su sencilla trama que traza una división entre dos mundos: el humano, terrenal y físico en oposición al fantástico y etéreo, segundo ballet más antiguo conservado tras La fille mal gardée (1789). Joaquín De Luz (Madrid, 1976), para la Compañía Nacional de Danza (CND) repuso la coreografía creada cuatro años más tarde a la de Taglioni, del maestro danés August Bournonville, de 1836, sobre la composición del noruego afincado en Dinamarca, Herman Severin Løvenskiold, con la partitura creada por Jean Schneitzhoeffer. Los cambios que realizó éste resultaron esenciales para la moral de la época en el personaje de James, el protagonista como núcleo del argumento. El hombre nunca debe negar sus obligaciones domésticas por la persecución de una 'felicidad imaginada', acabando solo, sin su novia terrenal y sin su deseo inasible, la sílfide, a la que ha querido cambiar, haciéndola humana, y por ello, la ha matado. Peter Schaufuss (Copenhague, Dinamarca 1949), creó también a posteriori su propia versión sobre la de Bournonville estrenada en 1979.
De Luz y la danza
Un ballet conservado hasta nuestros días como reliquia del romanticismo, germen de la danza clásica y repuesto en un momento en el que ya conocemos sobradamente la noticia del cambio de dirección de la compañía, después de que fuese anunciado a los medios las intenciones del Inaem de la no renovación del contrato a De luz. Noticia que nos sorprendió a todos, siendo uno de los pocos directores que no renueva la ampliación de su contrato, y que por tanto supondrá la nueva apertura del proceso selectivo para una nueva designación que muchos creemos adivinar, a pesar de que ésta debe atender a los principios de igualdad, mérito y capacidad, tras someterse los proyectos presentados a la valoración del Consejo Artístico de la danza.
De Luz llegó al cargo el 1 de septiembre de 2019 en sustitución de José Carlos Martínez (actual director del ballet de la Ópera de París), después de que el contrato de éste, llegase a su término cumplidos los ocho años en el puesto. Formado en la escuela de Víctor Ullate, de Luz se fue de España en 1996 para forjarse una carrera internacional: fue estrella del New York City Ballet durante casi 15 años y ha bailado con las formaciones más reputadas del mundo. En 2016 fue galardonado en España el Premio Nacional de Danza en la modalidad de coreografía por su trayectoria, “de técnica brillante, depurada, y con gran carisma interpretativo”. No le faltarán en adelante nuevas e interesantes ofertas artísticas. Pero debemos decir que en su etapa al frente de la CND, De Luz ha alternado grandes títulos del repertorio clásico, como éste que aunque ya algo anacrónico, representa un momento crucial en la historia de la danza clásica y que pudimos disfrutar como ocasión única, la famosa Giselle (que nos trajo en 2021), con piezas de estreno más contemporáneas, y alguna reposición de Duato, como muestra tanto de la importancia de preservar el patrimonio clásico, reposiciones de la compañía, como del fomento de la nueva creación y su apuesta por los nuevas corrientes y tiempos que nos acontecen. Nos hubiese gustado una propuesta mayormente coral y actual, como gran y única compañía que aborda repertorio clásico que puede mostrar el esplendor del gran formato del ballet en éste nuestro castigado país a nivel dancístico.
Pero… ¿Qué intenciones reales se esconden detrás de esta estrategia? ¿no está suficientemente castigada la danza en este país como para que además las cosas se sigan haciendo así de mal? Conocemos que gran parte del conjunto de bailarines, en torno a una veintena, están contratados ligados a la dirección, sus contratos acabarían el 31 de agosto ¿qué pasará con ellos? Supuestamente, los contratos después de tres años, deberían pasar a indefinidos, y más con el pacto de estabilidad de por medio exigido por la Unión Europea. Entendemos que de haber nuevas audiciones, éstas se produzcan ya con la nueva dirección, pero ¿qué hay de dejar desamparados a los artistas unos meses? ¿Qué pasa con la nueva temporada? ¿Y los artistas que se quedan en inestabilidad legal por extranjería?
Todo esto responde directa y necesariamente a la de talentos de la danza clásica españoles que se tienen que buscar la vida absolutamente solos, sin el más mínimo apoyo institucional, antes de abandonar un país como el nuestro, que tan escasamente apoya una disciplina como esta, frente a los países de nuestro entorno, donde no ocurren estas situaciones de precariedad laboral y desamparo, tal y como De Luz hizo en su momento, salir de España para poder ser reconocido como artista de la danza internacional. Además, normalmente suele haber al menos una compañía de danza ó centro coreográfico por región, autonomía, länder, estados federales o similares y con ello generar industria cultural. Parece poco importar a nuestros gobernantes que Europa fuese en su momento cuna del ballet romántico y de su desarrollo, porque seguimos invirtiendo más en políticos que en educación, sanidad o cultura, con una ley de mecenazgo atascada durante décadas y sin desarrollar aún, mientras que en otros aspectos se alcanzan inversiones desorbitadas.
José Carlos Martínez en la Ópera de París, Tamara Rojo en el Ballet de San Francisco, Marina Mascarell en Danish Dance Theater, Rafael Bonachela en Sydney Danza Company, avalan esta realidad, así como talentos emergentes entre los que quiero nombrar hoy a varios de nuestros granadinos en vías de internacionalizarse que ya a todos nos deberían ir sonando como son; Arturo Lizana (Bayerisches Junior ballett München), Alejandro Guindo (Ballet Theater Chemnitz), Julia Ibáñez (Palucca University of Dance, Dresden), Javier González (Ballet Nacional de Viena), Arturo Lamolda (Standttheater Bremerhaven), Jose Miguel Galindo y Félix Molinero (Les Ballets Trockadero de Montecarlo), Guillermo González (Hamburgo ballet School), Gael Canales (Codart Rotterdam, Países Bajos), Raúl Vázquez (recientemente incorporado a la CND), Anabel Sánchez, Lucía Vázquez, Lucía Rubio, Daniela Bolivar y María Freire (Hochschule für Musik und Darstellende Kunst Frankfurt), Micaela Romano (Ballet am Gärtner Platz Theater), Fátima López (Tanzcompany Theater Regensburg) entre otros muchos que han emergido de nuestra ciudad a pesar de las dificultades y afortunadamente aprendieron a salir de aquí para poder ser felices dentro de esta difícil profesión en un país que no protege a sus talentos en este ámbito.
Pero volviendo a De Luz, quien no parece haber podido disfrutar demasiado del cargo inmerso en unas circunstancias tan limitantes como las nuestras, más cuando entre sus escasos cinco años de dirección artística, hay que recordar que casi un tercio del tiempo sufrió las adversidades pandémicas con la compañía. A pesar de ello, gracias al festival de música y danza de Granada, hemos podido ver varias de sus propuestas entre las que destaca claramente la reposición para la compañía de Love-Fear-Loss de Ricardo Amarante en 2021 como una de las más bellas y deleitosas que nos ha traído esta formación nacional a nuestros jardines más preciados.
La Sylhide
Indispensable señalar en su reposición de la Sylphide el magnífico trabajo de Petrusjka Broholm (especialista en August Bournonville), anterior bailarina del Real Ballet de Dinamarca, por transferir a los bailarines españoles este ballet de estilo tan identificado de carácter singular y lirismo académico, como sello único de la dificultad de la escuela Danesa, máxima naturalidad, exquisita técnica, virtuosismo y fuerza de los roles masculinos, soltura de lo aparentemente fácil, variaciones altamente exigentes en las que todo balletómano reconoce la complejidad del detalle en el bajo de piernas, salto, giro y batería, junto a la perfecta colocación de los torsos de los bailarines durante sus interpretaciones.
También reconocer la indispensable labor de la española Arancha Argüelles, anterior estrella de nuestro Ballet del Teatro Lírico Nacional La Zarzuela en los años noventa, quien bailó los títulos del maestro cuando fue figura en la Ópera de Berlín y en el Real Ballet de Dinamarca, llamada por Joaquín de Luz para preservar el difícil estilo e integrarse en la CND como repetidora de la reposición junto a Pino Alosa, aportando su sabiduría que con su larga trayectoria, experiencia y rigor enriquecieron la pieza a los palpables evidentes resultados. El reducto escenográfico de Elisa Sanz en adaptación al gran escenario del generalife, que ya de por sí supone una ambientación idónea al tradicional vestuario de Tania Bakunova, para trasladarnos al fantástico y onírico mundo de la Sylphide de forma inmersiva.
Enhorabuena a toda la globalidad de la compañía, por el difícil desafío, por este rescate de ballet apenas visto en España en vivo, que nos ha trasladado a albores del romanticismo del siglo XIX, especialmente a los bailarines del conjunto que se consiguen integrar en una época tan diferente a la nuestra habiendo perfeccionado un estilo con la calidad que necesita una obra tan singular y representativa ante un ballet pretérito. Han estado magníficos en su pureza, tanto en las danzas escocesas de inspiración popular del primer acto, como en el ballet blanco creando una estampa perfecta ante nuestros elegantes cipreses, protagonizados por la uniformidad del conjunto femenino.
Destacando en los roles principales, interpretados por Yanier Gómez, como James, y de Yaman Kelemet en el papel de la sílfide, nos hicieron disfrutar de una excelente simbiosis de pareja, que lejos de poderla comparar con el recuerdo que seguramente les trae a muchos lo que significaron en este ballet Rudolf Nureyev y Margot Fonteyn en su momento, y que pisaron este escenario el 24 de junio de 1968.
Yanier Gómez, Nacido en La Habana, Cuba. Formado con Alejo Carpentier, Daniela Ruiz, Nor María Olaechea y Ramona de Saa, entre otros destacados profesores, y después de su paso por el elenco del Ballet Nacional Cuba, Concursos Internacionales y largo bagaje artístico artístico-técnica de Alicia Alonso, donde llegaría a ser ascendido a la categoría de bailarín principal, interpretando roles principales en El Lago de los Cisnes, Cenicienta, Giselle, Bella Durmiente, entre otros y en 2018 es galardonado con el Premio Positano Premia la Danza Léonide Massine, con uno de los premios a primeros bailarines internacionales. En septiembre de 2016, ingresa como bailarín solista en la Compañía Nacional de Danza, bajo la dirección artística de José Carlos Martínez. En septiembre de 2022, bajo la dirección de Joaquín De Luz, asciende a la categoría de bailarín principal.
La norteamericana Yaman Kelemet, originaria de Chicago, ha construido una sílfide muy vivaz, lírica y romántica en sus brazos –lo vemos claramente en los detalles de sus variaciones- con precisión en los saltos y alargamiento infinito de sus arabesques. Es inevitable ver en este ballet y sus variaciones la base sobre la que años después se estructura el más conocido, por representado, Giselle (1941). Ambas experiencias aportan a la CND magníficas interpretaciones en sus roles.
Junto a ellos, nos deleitamos con una dulce Martina Giuffrida, en el papel de la abandonada Effie, quien luego es quien gana la partida al unirse al enamorado Gurn, interpretado por Jorge Palacios, un bailarín excelente con gran técnica y presencia escénica que ha llegado a la CND desde la Escuela Vaganova y el Ballet Mariinsky, nada menos. Y en el personaje de Madge, uno de nuestros mejores orgullos, la hechicera y granadina más bella que ha tenido ninguna versión y esencial en el desarrollo de la historia, la expresiva Irene Ureña, cuya interpretación contribuye a que este cuento con moraleja consiga atrapar al público y haya cerrado el segundo encuentro con la danza de esta 73º edición felizmente arrancado sus merecidos aplausos y bravos al público. Felicidades y enhorabuena a todos.
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