'Toy Story 3', los juguetes se enfrentan a una nueva vida

La tercera parte, hoy en las salas, plantea el futuro de los personajes tras la marcha de su dueño a la universidad

Mantis Man, un guerrero fruto de la unión de un hombre y un insecto, Lotso Abracitos, un oso de peluche con olor a fresa, y el célebre Ken, novio de Barbie, se incorporan a la serie.
Mantis Man, un guerrero fruto de la unión de un hombre y un insecto, Lotso Abracitos, un oso de peluche con olor a fresa, y el célebre Ken, novio de Barbie, se incorporan a la serie.
Braulio Ortiz

21 de julio 2010 - 05:00

Ha pasado más de una década desde su última aventura, pero en este intervalo no han sido reemplazados en el corazón del público. Los personajes de Toy Story, una pandilla de juguetes encabezada por el vaquero Woody y el guardián espacial Buzz Lightyear, regresan hoy a los cines españoles con una tercera entrega y avales sobrados -la impecable trayectoria de Pixar, las excelentes críticas recibidas por la cinta y una recaudación en Estados Unidos de más de 360 millones de dólares- para hacer prever que la factoría volverá a conquistar a la audiencia. Hasta ahora, los responsables de este estudio aliado con Disney parecían seguir esa consigna que defiende Buzz, hasta el infinito y más allá, en una progresión constante que no ha encontrado los límites por el momento, y todo indica que el avance no se ha frenado con este filme.

Más allá de la sabia combinación de humor, inteligencia y emoción o del dominio de la técnica y de la narrativa que caracterizan a las producciones de Pixar, una de las claves del éxito consistía en saber reinventarse partiendo de los mismos materiales. Para John Lasseter, director de las dos primeras películas que cede aquí el mando a Lee Unkrich (codirector de Toy Story 2 y Buscando a Nemo), los creadores de esta tercera parte han buscado un enfoque "totalmente diferente" que les permitiera explorar una gama distinta de sentimientos. Y, en esta ocasión, la caja de los juguetes se ha abierto para hablar del miedo al abandono y la necesidad de habituarse a las transformaciones que impone el destino. "En la vida hay que adaptarse a los cambios, a las diversas etapas que la componen", explica Unkrich sobre un argumento que arranca cuando Andy, el propietario de los juguetes, se prepara para irse a la universidad y se deshace de los muñecos que le han hecho compañía en el pasado. Woody y el resto de los juguetes acabarán en una guardería y "tendrán que hacerse a la idea de que Andy va a abandonarles. El niño se ha convertido en adulto y se va a la universidad. La madre de Andy también tiene que enfrentarse a la idea de que su hijo se ha hecho mayor y que va a abandonar el hogar familiar. Empezamos nuestra historia con momentos fundamentales en la vida de los personajes", comenta el director. La productora Darla K. Anderson matiza que todos estos "temas serios" se afrontan, como es habitual en Pixar, con "grandes dosis de humor. La película es todo lo profunda que quiera el espectador, refleja cómo funcionamos".

El interés de Pixar por la psicología y los comportamientos humanos se advierte en la humanidad que otorgan a sus personajes. Como dice Tom Hanks, que presta su voz a Woody en la versión original, "estamos hablando de dinosaurios y del señor Patata, pero eso no impide que te den pena. No quieres que los reciclen o se los queden esos niños malcriados. Quieres que al final de la película vuelvan a estar juntos y que jueguen con ellos. Te preocupa su bienestar".

A la memorable galería de personajes de Toy Story se suman nuevos rostros: entre ellos, Lotso Abracitos, un oso de peluche que huele a fresa; Mantis Man, un guerrero mitad hombre, mitad insecto; y Ken, que en este capítulo irrumpe inesperadamente en la rutina de Barbie y promete ser una de las estrellas de la función. El muchacho agraciado y sanote, "el típico chico de las playas de California de mediados de los 80", mostrará en la película una faceta desconocida. "Ken es un chico, pero evidentemente es un juguete para niñas; es un accesorio más de Barbie, como un par de zapatos o un bolso. Así que debe sentirse bastante inseguro", sostiene Unkrich, "y es ese aspecto el que desarrollamos".

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