Se acabó Sandunga, nace Emilio Almagro

La galería granadina, única representante de la ciudad en las últimas ediciones de Arco, echa el cierre tras convertirse en referencia del arte contemporáneo en la ciudad

Emilio Almagro, en la última sede de la galería.
Bernardo Palomo / Granada

08 de octubre 2011 - 05:00

Sandunga ha cerrado, y si Sandunga ha echado el cierre es que la cosa está muy mal. Este o parecidos comentarios corrieron este verano por los mentideros artísticos de toda Andalucía. Se era, con ellos, consciente que el status tan significativo que Emilio Almagro ha mantenido a lo largo de estos años constituía todo un referente y si se terminaba su esclarecedor recorrido era la constatación absoluta de que la contumaz crisis afectaba de lleno a lo artístico.

No hay que ser doctor en Economía para darse cuenta que, como decía mi abuela, "en tiempos de guerra, ni Dios tiene una perra" y para invertir en obras de arte hay que haber cubierto antes muchas simas de perentoria necesidad. No está, sin embargo, solamente en la crisis económica el mal existente para que las galerías de arte tomen la decisión de cerrar. Existen aspectos, quizás menos inmediatos y extraños al gran público, que hacen que las galerías tal y como se las conocen deban pensarse planteamientos novedosos y diferentes, con objeto de dinamizar su adocenado sistema. El arte lleva demasiado tiempo manteniendo unas mismas estructuras.

Los autores, una vez dejada la obra en la galería, se mantienen al margen y no saben casi nada de la actividad que con ella se realiza. Si se vende y el galerista es profesional, pagará al artista rigurosamente y todos tan contentos. Si el galerista sigue siendo profesional, moverá la obra, la difundirá por hipotéticos compradores, la llevará a Ferias, la presentará en museos, la intentará incluirla en muestras de otras galerías, se ocupará de que la vean críticos y escriben de ella en sus medios y, así, un sinfín de actividades que cuestan esfuerzo y, sobre todo, mucho dinero. Si el galerista sólo regenta una tienda de cuadros, la cosa será diferente y esperará a que llegue un comprador despistado. Desgraciadamente esto es lo habitual. Por eso, el trabajo del galerista es tan complejo y tiene tan diferentes desarrollos.

La historia de Sandunga es bien conocida y está llena de argumentos positivos. Ocupó el espacio -físico y existencial- que dejó la iniciática Galería Palace y llenó el hueco tan profundo que había en Granada después de que la Galería Laguada dejara de existir. Sandunga aprovechó la espléndida hornada de artistas que salió de la recién creada Facultad de Bellas Artes y supo llevarlos, con acierto, por los mejores espacios. Pronto se convirtió en nombre importante en el contexto general del arte español, con un catálogo de lo más selecto de cuanto existía en la plástica más joven. La galería acudió a ferias de aquí y de fuera y dio vida a un Arte que, desde Granada, se hizo internacional.

Pero, tantos años en primera línea cansan; el entusiasmo decaes; el bolsillo merma su consistencia; los artistas, aun teniendo lo mejor, quieren volar por otros parajes y con otros compañeros de viaje, quizás de menor garantía que lo que, aquí, tenían; los compradores van agotando su interés, su dinero y, también, sus expectativas artísticas. Y si a esto hay que añadir el impacto determinante de una economía abrumadora y hacia atrás, queda muy poco margen de actuación. Emilio Almagro ha estado muchos años en vanguardia, haciendo labor ardua de galerista en ejercicio, llevando a los suyos y trayendo a los mejores de fuera; acudiendo a ferias y generando mucho dinamismo artístico para la ciudad. Me consta que esto, de la forma que él lo ha hecho, cuesta mucho -pero que mucho- dinero. Me imagino que habrán existido pérdidas; pérdidas que sólo afronta el galerista. Por eso, los comentarios tenían ciertos visos de verdad.

El proyecto Sandunga ha llegado a su final. La galería, como la veníamos conociendo, primero en la calle Arteaga y más tarde en su ubicación última de Profesor Sainz Cantero, ha echado el cierre y lo hace en un intento de reinventar el concepto de galería, quizás demasiado trasnochado y poco efectivo, como la copla, de tanto usarlo. Emilio Almagro va a cambiar el concepto tradicional, va a distanciar las exposiciones, va a crear un nuevo sistema comercial y, por supuesto, va a abrir un nuevo espacio con un nuevo nombre, el suyo. Se acabó Sandunga; nace Emilio Almagro.

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