Andrés Neuman: "Décadas antes de que a María Moliner se le ocurriese siquiera escribir un diccionario, su vida ya era una novela"
Su nueva novela, 'Hasta que empieza a brillar', ofrece al lector un vistazo a la vida de la lexicógrafa más importante de la historia
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Granada/Hijo de músicos argentinos exiliados, Andrés Neuman nace en Buenos Aires en 1977. A los catorce años aterriza en Granada, en cuya universidad estudia Filología Hispánica para, posteriormente, impartir clases de literatura hispanoamericana. Con apenas veintiún años debuta como poeta con Simulacros (1998), un cuaderno de poesía al que le seguirá su primera novela Bariloche (1998), con la que se sitúa como finalista del Premio Herralde. Con el paso de los años ha seguido publicando novelas como El viajero del siglo (2009), que le vale su consagración definitiva como novelista con premios como el Premio Alfaguara y el Premio de la Crítica; Hablar solos (2012) o Fractura (2018), además de cuentos y libros de poemas. Todo esto le ha llevado a ganarse un hueco entre los escritores contemporáneos en lengua castellana más destacados.
En su nueva novela, Hasta que empieza a brillar (2025), cuenta la historia íntima de María Moliner en lo que califica como “una historia de ficción basada en vidas reales”. A través de este relato, Neuman acerca al lector a la autora de uno de los diccionarios más importantes de todos los tiempos, escrito en plena dictadura franquista y prácticamente en solitario. El autor utilizará el vínculo de Moliner con el lenguaje para explorar una vida de la que poco se conoce y que le suscitará una hipótesis: ¿puede leerse el diccionario como una especie de autobiografía encubierta?
Pregunta.¿Qué le lleva a querer novelar la vida de María Moliner?
Respuesta.Estudié Filología, siempre me ha apasionado el cruce entre la literatura y la lingüística y un día me pregunté por qué sabía tan poco sobre la autora de mi diccionario preferido. Me puse a investigar la vida de doña María Moliner y me llevé una sorpresa detrás de otra, porque fui comprobando que, muy lejos de algunos lugares comunes sobre su figura, como que fue una señora que escribió en la cocina de su casa un diccionario (jamás trabajó, por cierto, en la cocina) o que su vida no había sido especialmente interesante más allá de este: había tenido una vida verdaderamente novelesca, llena de peripecias, adversidades y aventuras.
P.Sobre esta vida novelesca...
R.Había desempeñado brillantemente varios trabajos, entre ellos, fue la primera profesora de la historia de la Universidad de Murcia, fue una experta archivera, una de las grandes bibliotecarias del siglo XX en España, una bibliotecaria total, que ejerció todas las funciones que una bibliotecaria puede ejercer, desde hacer fichas, comprar libros y diseñar catálogos, hasta fundar bibliotecas rurales; y desempeñó también uno de los oficios para mi más bonitos del mundo, que es el de inspectora de bibliotecas rurales, es decir, iba a visitar y a cuida las bibliotecas que ella misma y su equipo fundaban durante las misiones pedagógicas en la Segunda República. Se puede decir, de algún modo, que lo que Lorca hizo con La Barraca llevando el teatro a los pueblos, el equipo de Moliner lo hacía con los libros y las bibliotecas. Es decir que, décadas antes de que María Moliner escribiese un diccionario, su vida ya era una novela. Si a eso le añadimos que estamos hablando de la lexicógrafa más importante de la historia de la humanidad, que escribió sola durante dieciséis años las ochenta mil palabras de un diccionario memorable que revolucionó la lexicografía de su época, que puso en jaque a la academia y que esto lo hizo en plena dictadura franquista, es verdaderamente asombroso que todo ello fuera posible.
P.Propone la hipótesis de leer el diccionario como una autobiografía subyacente, ¿por qué?
R.Una vez estudié su vida durante casi una década y me enamoré de su trayectoria vital, me puse a releer su diccionario como si de una novela se tratase, de la a a la z durante varios años, deteniéndome en las palabras esenciales de toda vida: amor, madre, patria, poesía, etcétera. Y ahí me llevé la más grande de las sorpresas, porque empecé a percibir que una obra lingüística memorable, un diccionario rebelde y heterodoxo, el Diccionario de uso del español, que es como se llamó finalmente el María Moliner es, además, una obra sutilmente autobiográfica que nos va contando entre líneas la vida, la memoria íntima y las convicciones de su autora. Y, entonces, la novela lo que hace, o lo que intenta hacer al menos, es, por un lado, contar la vida de doña María, cómo fue y qué la llevó a escribir su diccionario y cómo fue capaz de completarlo con tanta brillantez y, al mismo tiempo, la novela propone releer su diccionario como un modo de entender e iluminar su vida.
P.Al final de la novela añade una nota que dice “este libro es una obra de ficción basada en vidas reales”, ¿cómo equilibra la historia y la ficción en la novela?
R.En esa notita breve al final se dice también que, a veces, los novelistas investigamos para ganarnos el derecho a inventar. En este caso, siento que fue así por varias razones. Primero, porque la vida de doña María es generalmente poco conocida, yo mismo la desconocía; siempre me llamó la atención el hecho de que la mayoría de gente que ha consultado el Moliner y que lo admira y lo tiene como fuente de consulta y objeto querido que se transmite de generación a generación en las familias, es muy poco lo que sabe de la vida de su autora y escribir una novela podía ser un modo de ensanchar nuestro recuerdo y poder plantar en nuestro imaginario un personaje más amplio que sólo el diccionario. La ficción es un modo de querer y recordar a los personajes y, muchas veces, recordamos más personajes de libros, películas o series que hemos visto que a gente con la que nos cruzamos a diario en lo que llamamos vida real; yo tenía la esperanza de que quienes se pudieran acercar a la novela se llevasen a casa un recuerdo más de cuerpo entero de quién fue doña María. Pero es que además, por mucho que investigues la vida de María Moliner, y lo intenté hacer exhaustivamente –me leí la bibliografía académica que hay en los campos de la gramática, la lexicografía, la bibliotecología, leí las biografías que existen sobre ella, vi la obra de teatro que se le ha dedicado, consulté todos los testimonios familiares que existen...– pero, después de reunir toda esa información, de leer sus cartas, son , aún así, muchas las lagunas que siguen existiendo, porque María Moliner fue en vida un personaje muy escurridizo, a la que no le gustaba la vida pública, que concedió muy pocas entrevistas y que en esas entrevistas no hacía más que correr un tupido velo sobre su pasado. Entonces, aunque reúna, como lo han intentado hacer biógrafas, toda la información de la que disponemos, es aún así más lo que desconocemos, son más las lagunas, los enigmas y las preguntas sobre su vida que los datos y las respuestas. Es ahí donde yo sentía que la ficción podía proponer un modo de llenar esos huecos materiales que existen en nuestro conocimiento de la vida de doña María, en los pasadizos que hay entre la ficción y la realidad, de ida y vuelta, tan interesantes y emocionantes como los que puede haber entre la propia vida de doña María y su diccionario, la relación entre vida y obra y entre ficción y realidad es muy rica y trabajar desde ahí siempre me ha resultado muy estimulante.
P.La novela es una forma de justicia literaria, pudiendo reparar con el libro algo que la historia institucional no ha hecho.
R.Te tengo que contar algo para mí muy emocionante. Y es que, en estos días, me han contactado varios parientes de la familia de doña María para decirme que habían leído con mucha emoción con la novela y que sentían que se le había hecho justicia a su abuela –que esto era lo que a mi me preocupaba y me importaba– y que, incluso, estos días se va a iniciar una campaña para poner una placa en la calle Don Quijote en la que escribió su diccionario memorable e inigualable, a raíz de la publicación de la novela. Esto es hermoso, es conmovedor y también es inquietante preguntarnos por qué esa placa no está ahí hace mucho tiempo, cómo es posible que España tenga a la lexicógrafa más importante de la historia de la humanidad y nadie haya considerado necesario poner una placa de este personaje tan importante para nuestra historia y para nuestra lengua. Es decir, si el mejor diccionario de la lengua, escrito por una autora irrepetible, en una calle que nombra al personaje más universal de la literatura española, no merece una placa, ¿qué demonios merece una placa? También te hace preguntarte qué estamos haciendo con nuestros recuerdos culturales, y ahí podemos volver a doña María, que era una estudiosa de la etimología, y quedarnos con el hecho de que recordar etimológicamente quiere decir volver a pasar por el corazón y, precisamente, la idea de escribir una novela sobre ella tenía que ver con el deseo y la esperanza de que doña María se quede mucho tiempo en nuestra memoria y en nuestros corazones y que su diccionario sea un modo de nombrarla para siempre y de cuidar entre todos la lengua que tanto amó.
P.¿Qué hace tan especial la mirada que ofrece Moliner sobre el lenguaje?
R.Esto no se suele mencionar mucho, pero María Moliner fue una hablante nómada, fue una ciudadana nómada de su país y, por lo tanto, una hablante muy descentralizada. Estamos hablando de una aragonesa que se cría en Madrid, que vuelve a Aragón, que empieza a trabajar en Castilla León, que conoce al padre de sus hijos en Murcia, que pasa sus años más activos profesionalmente en Valencia y que luego regresa a Madrid. Es decir, que es un diccionario escrito desde Madrid pero no por una madrileña. La idea del lenguaje de Moliner es mucho menos centralista que la idea que históricamente ha tenido la Real Academia, esa es una de las muchas razones por las cuales, doña María, que es una figura de consenso lingüístico no solamente en España, sino que también en Latinoamérica, donde se la adora y se la admira. Por otro lado, hay un rasgo, un eje de su diccionario, fundamental, y es que los ejemplos de uso –esto tiene que ver con la autobiografía a través del diccionario– están tomados en su mayoría de la calle, de su familia, de su lectura atenta de la prensa y su escucha de la radio. Es decir, no es un diccionario de autoridades como se llamó el primer diccionario de la RAE, sino que es un diccionario que pone ejemplos de uso donde participa el colectivo de los hablantes, ella escuchaba mucho lo que decían sus hijos, sus sobrinas, sus nietos... y tomaba atenta nota de cómo la lengua se iba renovando, con mucho conocimiento de la gramática y de la norma, pero también con mucha apertura a los distintos usos que hay de la lengua. Son ejemplos que se inventa ella, no son citas ilustres de grandes autores y, al inventárselas, por supuesto que, inevitablemente, tira de sus recuerdos personales, de su propia vida y de sus propias convicciones. Es un diccionario que contiene mucha ficción lingüística, porque los ejemplos de uso son inventados por ella de este modo descentralizado que estamos diciendo.
P.Tras habitar tanto tiempo en el lenguaje de María Moliner, ¿cambió su forma de mirar el suyo propio?
R.A mí me toca de algún modo de cerca porque nací en Buenos Aires y me he criado en Granada, uno de los detalles que más me sobresaltó de la biografía de Moliner es que su padre la abandonó cuando tenía doce años y se fugó a Buenos Aires. Esto la convirtió en una niña que comenzó a trabajar con doce años, para autofinanciar sus estudios, y no paró de trabajar hasta los setenta años. Y el abandono paterno, esa especie de herida rioplatense que hay en su biografía, que la marcó durante toda su vida, me llamó la atención en lo personal. Resuena en mí, por razones íntimas y familiares, la obra de una autora a la que admiro tanto, que tuvo distintas maneras de escuchar, que escuchó de distintas maneras el castellano. Ese oído un poco nómada, un poco itinerante, de doña María, resuena con mi pequeña experiencia personal como niño migrante. Una pregunta que me hacía permanentemente mientras estudiaba su vida es qué palabras elegir para contar la vida de la maestra de todas las palabras, de quien más las conoció, una por una, hasta contar ochenta mil y esto me intimidaba enormemente y me sentí durante muchos años incapaz de llevar a cabo esa tarea, que me generaba mucha fascinación, pero también mucho temor a no hacerle justicia a semejante maestra y, por eso, cuando recibo la lectura de parte de su familia siento un alivio y una felicidad muy grande, porque en realidad se trataba de rendirle tributo a María Moliner y, por extensión, a esta lengua que tan generosamente cuidó y amó. Cuidar en el sentido en que ella lo define, que es muy peculiar.
P.¿Cómo es la definición que da de cuidar?
R.Además de con la de cuidar, me gustaría concluir también con la definición de amor. La de cuidar es “pensar, discurrir” y es una definición extraña, si no fuera porque nos da la etimología de cuidar, que es cogitare, pensar, como el cogito ergo sum de Descartes. Y la evolución fonética y semántica del verbo cogitare se fue dando a lo largo de los siglos hasta que llegó a cuidar. Ese vínculo dentro del pensamiento y el cuidado, entre la abstracción intelectual y la cercanía afectiva, es algo que doña María llevó a cabo durante toda su vida y es una postura que tenía de las palabras. Pensaba las palabras y también preservarlas y cuidarlas, en un sentido puramente lingüístico también, muy pendiente de lo conceptual y de lo material, muy consciente de la precariedad material y cultural de lo que más nos importa. La definición de amor sigue siendo, para mí, el ejemplo de que el de María Moliner es un diccionario de diccionarios, es muchos tipos de diccionario a la vez, como esta herramienta que tiene muchas funciones; también es un libro de libros porque, aparte de un diccionario, es un resumen de vida y es también, para mí, una especie de guía afectiva por las palabras. Si pensamos en la definición de amor, lo que hoy llamamos “amores tóxicos” o amores en el mal sentido, falsamente románticos, el antídoto está en la definición de amor que da: con todo el sentido común y la profundidad del mundo, define el amor como un sentimiento que experimenta una persona hacia otra y que se manifiesta en desear su compañía, alegrarse con lo que es bueno para ella y sufrir con lo que es malo. Se podría decir que si nuestros amores no coinciden con la definición de doña María Moliner, como se suele decir hoy, “ahí no es”.
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