Tribuna Económica
Carmen Pérez
Un bitcoin institucionalizado
Ciencia abierta
Granada/El 16 de julio de 1969 despegaba el cohete Saturno V desde su base de lanzamiento en Cabo Cañaveral. Cuatro días después a las 20:17 UTC, el módulo lunar del Apolo 11 se posaba sobre la superficie lunar, y por tanto se podía conjugar un nuevo verbo, alunizar. Luego llegaría el descenso de Neil Armstrong hasta la superficie polvorienta de nuestro satélite, su archifamosa frase sobre "el pequeño paso para el hombre…", etc. Luego descendió Buzz Aldrin, colocaron la bandera y todo lo demás. Y Michael Collins, para mí el mayor héroe solitario de la historia humana, les esperaba orbitando, a 110 kilómetros de altura, para regresar a la Tierra, a la que volvieron el 24 de julio. Ya saben, sanos y salvos. Todo eso es historia; ahora vuelta a contar en multitud de reportajes, ensayos y libros que aprovechan el gusto humano por las efemérides. Y pueden encontrar todo lo que quieran en la red, en particular en Apollo Lunar Surface Journal.
En realidad el hombre siempre ha estado en la Luna; entendiéndose que nuestro único satélite natural (ahora tenemos miles de satélites artificiales) siempre nos ha atraído, gravitatoriamente claro, y ha sido punto de atención para la humanidad. Podemos remontarnos al clásico Luciano de Samósata (120 -c.180 D.C) para leer sus Relatos Verídicos donde ya se describe un viaje a la Luna y las andanzas con sus habitantes. En realidad, el gran Luciano parece que se inspira en relatos anteriores de algunos pitagóricos del siglo segundo antes de nuestra era. Y podríamos decir que estos a su vez alguna otra inspiración tuvieron, hasta llegar al primer poeta, quizás Homero si existió, que compuso verso a la luz brillante de Selene.
Nuestro poeta, el granadino más universal, tiene numerosas referencias a la Luna. Recordemos su Romance de la luna: "La luna vino a la fragua / con su polisón de nardos. / El niño la mira mira. / El niño la está mirando. / En el aire conmovido/ mueve la luna sus brazos / y enseña, lúbrica y pura, /sus senos de duro estaño. / Huye luna, luna, luna…". Y podríamos encontrar otras numerosas referencias en la poesía lorquiana en que la Luna encarna la muerte, la belleza, la fertilidad y otros diversos significados, según la inspiración de nuestro universal vate.
Pero no olvidemos que esta sección, Ciencia Abierta, trata de aquella cosa humana denominada Ciencia. Y en este caso la llegada a la Luna no era simbólica o en función de la interpretación del artista. Alcanzar la superficie de nuestro satélite y que un ser humano pusiera el pie sobre ella y luego regresara, sano y salvo, todo ello era el reto que el presidente de los Estados Unidos de América, John Fitzgerald Kennedy (1917-1963), lanzó a su nación en septiembre de 1962. Recordemos que Estados Unidos y la Unión Soviética vivían, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, un sórdido enfrentamiento por la supremacía mundial, la llamada Guerra Fría. Poseedores ambos países de arsenal nuclear, un enfrentamiento militar se sabía podía ser el final de la humanidad y por ello la guerra se libraba de forma simulada disputándose la influencia sobre diversos países. En Corea se libraba la guerra entre el Norte y el Sur, Alemania quedaba dividida en dos países, en Cuba la revolución de Castro albergaba luego unos misiles soviéticos que generaron una enorme crisis, etc. Y el enfrentamiento llegó al espacio exterior cuando los soviéticos lanzaron el primer satélite artificial, el Sputnik, en octubre de 1957.
Aquel lanzamiento de los soviéticos, seguido de otros éxitos, como el lanzamiento del primer ser vivo (la desafortunada perra Laika) y por supuesto el primer ser humano en órbita, Yuri Gagarin (el 12 de abril de 1961), todo ello ponía en evidencia que los rusos iban por delante en tecnología y estaban ganando la conquista del espacio. Y comenzó la carrera espacial. Quizás una de las pocas consecuencias positivas de la Guerra Fría fuera precisamente que impulsó toda la tecnología necesaria para alcanzar la Luna. Y de paso impulsó la renovación en la enseñanza de las ciencias. Y la creación del Derecho Internacional del Espacio.
La llegada del Apolo 11, el 20 de julio de 1969, a la Luna culminaba el trabajo de cientos y cientos de ingenieros y científicos durante años, desde que arrancó la misión Apolo a inicios de la década de los años 1960. Desde poco antes de las navidades de 1972, misión Apolo 17, no se ha vuelto a la Luna en misiones tripuladas.
En aquellos momentos triunfales parecía que colonizar nuestro satélite era cosa de poco tiempo y luego se viajaría a Marte para entablar diálogo con los habitantes de allá, si los hubiera. Todo aquello quedó en un sueño. La carrera espacial la habían ganado los americanos y se acabó la carrera. Más si cabe, cuando en octubre de 1973 se desencadenó la primera crisis del petróleo que dio fin a casi tres décadas de crecimiento en el mundo occidental. El mundo capitalista ya no podía financiar alegremente la inmensa cantidad de dólares que requería la carrera espacial. Y en esas estamos.
Lo conseguido en 1969 con una tecnología que utilizaba ordenadores tan grandes como el salón de su casa, que aunque sea pequeño nada tienen que ver con los chips de su teléfono móvil, resulta asombroso…casi mágico. El propio Neil Armstrong declaró, años después del alunizaje, que las posibilidades de éxito estaban al 50%, había muchas incógnitas, muchas dudas.
A Marte y a las estrellas el ser humano solo ha llegado gracias a la magia del cine de Hollywood. En esa magia del cine parece que se apoyan ciertos movimientos "anticiencia" que se empeña en decir que lo de viajar a la Luna es un montaje de la TV. Esos mismos que dicen que la Tierra es plana o que las vacunas son un engaño. Solo un dato, si los soviéticos hubieran comprobado cualquier tipo de engaño, ¿creen ustedes que no lo hubieran anunciado?
En aquel módulo lunar del Apolo 11 viajaba una pequeña placa de silicio donde iba grabado un mensaje de paz de 73 líderes mundiales de la época, entre ellos no figuraba España. No hay rastro del dictador Franco en la Luna, lo cual evita la tarea de tener que borrar su presencia en el disco de silicio, para cuando algún humano vuelva por allí.
50 años después tenemos 382 kilos de rocas lunares (22 de ellos traídos por el Apolo 11), muchas de ellas aún no examinadas, que han permitido conocer los procesos geológicos de formación de la Luna y del sistema solar, entre otros muchos avances científicos. Mientras tanto la Luna sigue esperando que algún ser humano vuelva aunque, de algún modo, siempre hemos estado allí.
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