Wicked | Crítica
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conciertos | continúa la temporada granadina de festivales
Granada/Pasos. Uno, otro… Como un spin off contemporáneo de la Brigada de la carga ligera. Un ejército elevado por la ansiedad que produce la certeza de un día grande. Sonrisas algo nerviosas por la amenaza de lluvia y expectativas. Muchas. Polvo que vibra con las pisadas y mancha las zapatillas: el Bull ha regresado.
A primera hora de la tarde todo parecía que iba a salir mal. Una tormenta pasajera y torrencial anegó el recinto. Pero el toro se repuso. Cesó la lluvia y todo volvió a marchar. Esto no lo para nadie parecía decir desde los toriles. Eso sí, tres desperfectos: se anularon los conciertos de los granadinos Carlota e Inés y los inesperados y el de El Jose comenzó con media hora de retraso. El otro desperfecto fueron los charcos y las zonas de barro que crearon la lluvia. Pero aquí no hay nada que no se pueda solucionar: tantos kilos de paja como fueron necesarios hicieron rodar sin problemas lo que restó de día.
El publico va entrando, se hace con el espacio en un primer lanzamiento de mirada. Ojean los horarios, "ahora hay que ir al escenario Brugal" (Graná Brugal). Hacen falta dedicar los primeros 15 minutos para ubicarse en el nuevo recinto. Una vez fichados todos los puntos clave y marcadas las coordenadas de los tres escenarios, las barras y los puestos de comida, se respira hondo y se elige por dónde empezar.
Este año la plaza aumenta sus dimensiones, cambia de lugar y se duplica el tiempo de fiesta. El Bull Festival cumple su segundo año y ya se alza como poseedor de uno de los mejores carteles de la temporada festivalera. A buen seguro es el más ecléctico: no importa si eres más de hip hop, mestizaje, flamenco, metal, rock, pop o electrónica. En sus tres escenarios suenan indiscriminadamente todos. Solo hay que elegir qué se quiere bailar. Hay barra libre de estilos y quizás por eso en su segunda edición, el Bull queda más que consolidado. Los asistentes, un grupo heterogéneo entre los que se podían observar a jóvenes rockeros de cinco años (los más ávidos de juerga) acompañados de sus padres o a parejas y grupos de amigos. Muchos otros se encontraron allí sin haberlo previsto, lo lógico en un evento que llama a las masas de la ciudad.
A partir de las 20:30 el recinto empezó a coger espíritu: las personas ya podían contarse por cientos. Menos olor a hormona veinteañera se agradecía en una macro fiesta dispar y abierta a la jungla urbana. Y que luego digan que heavis, hippies, rockeros e indies no pueden entenderse.
Quienes salieron de casa pensando: "son dos días, hoy vamos poco a poco que la fiesta acaba tarde", finalmente no consiguieron contener las maneras, demasiados estímulos rondando por el recinto. Hoy es el primer día y hay que empezarlo bien. No había puesto ambulante ni barra (sobre todo) que no estuviera abarrotada. Se coge con ganas el fin de semana, en primavera un festival al aire libre siempre tiene tirón.
El espacio es gigantesco, pensado contra cualquier agobio, mesas de picnic y zonas de sombra (aunque ayer no eran tan necesarias porque las nubes ya hacían de carpa). En los grandes conciertos y en los intermedios la parada obligada para el repostaje, las tres barras estaban más que preparadas.
Ya lo inició el En Órbita la pasada semana y ahora es el Bull festival quien toma el relevo de la temporada de festivales granadinos de gran formato. Parece que nos estamos acostumbrando a acoger y producir cultura musical. Al igual que el hecho de que la música forma parte del ADN granadino, el botellón (su ARN) también se coló en la jornada, aunque hay que apuntar que de manera testimonial.
A las 20:00, esta vez sí puntual, apareció un hombre escueto. Traje de chaqueta rojo chillón y una camiseta del Granada CF (de la temporada pasada) a juego. Era Varry Brava con su maleta de fiesta en la que también llevaban la primavera que le faltaba al día. Descendientes musicales de Barry White aunque con tantos matices que es mejor quedarse con la referencia que le hacen en el nombre del grupo. Su sonido es totalmente más cercano a la rama de Tino Casal, ahí su magia. Los que actuaron ayer en el escenario Brugal juegan tanto al descaro que se mueven (y bien que lo hicieron) en la cuerda floja del fetichismo festivalero más colorido. Playa, Sonia y Selena (esa historia de after y tríos) y No gires fueron las reinas de un repertorio elegido a conciencia para caldear al respetable, cómo no, si los Brava ayer dieron el pistoletazo de salida a su gira de festivales veraniegos.
Y así siguió la noche, con una brisa húmeda cada vez más potente y cada vez más gente en el recinto. Cuando llegó el turno del Canijo de Jerez el Cortijo del Conde ya estaba más caliente que los infiernos de Dante. El Canijo de Julio, heredero directo de Tomasito y Pata Negra, subió al escenario bull a las 21:00. El hombre del sombrero y camisa viene de formar el dúo Estricnina (2016), junto a Juanito Makandé de sonido flamenco de tonos eléctricos y canallas estrictos. El gaditano presentó ayer su último y tercer álbum en solitario, un picnic fresco y tan desenfado que anoche no había problema que no se solucionase en las playas del Puerto de Santamaría. La eterna rumba callejera, guitarra flamenca al hombro y su universo filosófico nihilista-andaluz trajo la luz de Cádiz a la Vega granadina.
Con los Lagartija Nick llegó la esencia y el concepto de rock con dejes psicodélicos cocinados en horno de gas. Viejos conocidos de casi todo el público, los granadinos llevan desde 1991 haciéndose oír y este año aterrizan en su tierra con nuevo disco y gira. Los lagartija, aquellos que sumaron a Morente sus buenas artes en el rock en el disco Omega, traen una propuesta que mira de frente: ellos son como son, no hay delito en mantener las formas. Pioneros del rock alternativo en nuestro país, tan inquietos como para atreverse a resetear y respirar nuevos humos, los de "la misma rotación, el mismo ciclo", regresaron con una de sus obras mayores. Desde que en 2013 recuperaran la alineación original (Antonio Arias, Juan Codorniu, Miguel Ángel Rodríguez Pareja y Eric Jiménez) aspiraron con fuerza la efervescencia primigenia que cae en el agujero abisal en el que más agusto se encuentran: rock virgen y ruidoso. Crimen, sabotaje y creación su nuevo despertar, aprovecha la inercia de una banda rejuvenecida que recuerda a Jesús Arias en sus textos, ideas y composiciones.
Cuando acabó la noche, muchos de los asistentes no podían elegir qué espectáculo fue el principal, además de los mencionados, desfilaron por los escenarios grupos míticos como Tequila, Kase.O y Boikot. TambiÉn cogieron el relevo generacional Pangloss, Novedades Carminha o uno de los mejores djs que suenan en Ibiza, Andrea Oliva. La fiesta de la hormiga no sería nada sin sus mezclas. Primer día y primer éxito: el Bull queda ya acuñado como una parte del alma de la música de Granada.
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