José Antonio Pérez de Vargas, un arte que nos es eterno

Nacido en Algeciras, este artista imprescindible en el panorama artístico español expone ahora en el Centro Damián Bayón de Santa Fe

El Centro Damián Bayón de Santa Fe acoge una exposición de la Universidad de Granada: ‘Generación artificial’

El artista posa con sus obras en el Cantro Damián Bayón de Santa Fe.
El artista posa con sus obras en el Cantro Damián Bayón de Santa Fe. / G. H.

Granada/El Campo de Gibraltar fue una de las zonas andaluzas que más entusiasmo puso en la asunción de un arte con los esquemas alejados de aquellos planteamientos oficiales que se venían imponiendo desde los tristes sucesos de la Guerra Civil. En su zona vieron la luz importantes artistas que fueron referencia en lo mejor del arte español –Guillermo Pérez Villalta, Chema Cobo, Antonio Rojas, Evaristo Bellotti, entre otros-. La galería Magda Bellotti de Algeciras ha sido muy importante en el contexto general de la plástica española, siendo una de las primeras galerías andaluzas presentes en ARCO. Al mismo tiempo, en La Línea se desarrolló uno de los más ilusionantes proyectos expositivos que han existido en los últimos años; aquel que llevó a cabo el desaparecido Manolo Alés y que convirtió a la población linense, una de las más problemáticas de España, en estación término hasta donde llegaron las más importantes exposiciones de arte contemporáneo que uno pueda imaginar y siendo, a la vez, motor impulsor para que la nueva creación artística llegara a todos los estamentos ciudadanos. Y cuando se hace mención al Campo de Gibraltar no puede omitirse el nombre de José Antonio Pérez de Vargas, Vargas a secas para la historia del arte. Nacido en Algeciras pero ciudadano de todos los sitios, Vargas es un artista imprescindible en el panorama artístico español. Desde un primer momento demostró que su producción artística no podía ceñirse a un único planteamiento, sino que su capacidad asumía muchos y muy amplios derroteros. Por eso lo hemos visto quemando muchas buenas etapas, siempre dejando una impronta de buen hacer y, sobre todo, de plantear, con las más diversas expresiones, un sentimiento artístico muy bien concebido conceptualmente para materializarlo en acertadas posiciones plásticas.

La muestra

Es importante la exposición casi retrospectiva de Vargas en Santa Fe. Lo es porque se trata de un artista muy a tener en cuenta en la creación de las últimas décadas; lo es porque no ha sido autor excesivamente presente en el discurrir expositivo granadino; lo es porque la muestra rescata obras que han sido emblemáticas de series muy significativas del artista; lo es porque se tiene la oportunidad de acceder a muchos postulados de un arte bien definido en continente y contenido -algo que no siempre suele ser habitual en esta plástica de ahora donde con cualquier cosa, incluso sin recursos formales, se pretende postular un arte que apenas tiene sentido; lo es, en definitiva, porque la obra del artista algecireño goza de estamentos artísticos bien fundamentados en fondo y forma, rescatando un arte tradicional -en el más amplio sentido del término – para que, desde maneras contundentes, lúcidas y acertadas, se pueda plantear muy buenos registros que aseguran un arte consciente y de verdad.

La exposición se estructura desde piezas realizadas en los primeros años de la década de los ochenta, con obras muy importantes de la serie sobre Gutenber’g; sutilísimas piezas, de absoluta esencialidad, donde una grafía actuante convive con una zona de límpidas estructuras geométricas. En ellas la solvencia creativa de Vargas se pone de manifiesto y adelanta composiciones que, después, posibilitarán nuevos estamentos de afortunada linealidad. La muestra continúa con la serie de las Sibilas donde el artista se abre a un ejercicio de mayor calado colorista, con gestos apasionados de un expresionismo abstracto cuidado estéticamente y bien argumentado formalmente. Dentro del recorrido, la serie Arquitectura ilusoria nos pone en la muy buena sintonía de un artista pintor pintor, con las gamas cromáticas envolviendo un escueto episodio que descubre una realidad apenas presentida. Obras hacia dentro que magnifican la realidad de un esencial abstracto lleno de medidos gestos pictóricos, con líneas estructurales ambientado un escenario mediato y que, en otras piezas, realizadas sobre antiguos grabados, posibilitan la visión espectacular de un paisaje, además, mostrando su inquietante espacialidad.

El artista muestra una de sus obras.jpg
El artista muestra una de sus obras.jpg / G. H.

Siempre me gustó la pintura de Vargas sobre Pompeya. Con una utilización de colores extraídos del pasado, en clara alusión a la pintura pompeyana, el pintor estructura una fina y sutilísima composición geométrica posibilitando el encuentro feliz con un universo referencial donde la emoción por una plástica expectante y un inquietante ejercicio de espiritualidad nos abren a episodios artísticos llenos de suma intensidad pictórica. Se trata de una pintura rotunda, sin dobleces, emocionante y llena de intensidad plástica.

La exposición se completa con un apasionante muestrario de objeto cuyo centro de interés vuelve a ser la palabra. Aquí, Vargas se nos muestra como un orfebre de la palabra escrita. Con ella realiza todo tipo de relicarios donde guarda la esencia ancestral que la generaron y que ha trascendido en esas bellas formas que, ahora, sirven de objeto estético para configurar una realidad superior donde transmitir su infinita plasticidad. Vargas ha ido escogiendo formas escritas, unas formas que, en solitario y por sí mismas, alejadas de su contextualidad, pierden su sentido originario, para que el artista las transforme y las sitúe en un nuevo eje conceptual. El impresionante bagaje cultural, los testimonios de una historia artística que Vargas conoce y su capacidad de artista en ejercicio, sirven de elementos compositivos para crear dibujos, objetos, formas geométricas que unidas a la bella iconografía de la letra escrita formulan una nueva dimensión estética hasta llegar a la creación de una especie de altares a la palabra eterna. Altares que se convierten en bellas estancias donde se encierran fórmulas imposibles generadas con el espíritu de la tradición y que están lacradas para resguardar su imperecedera potestad.

Creo que es importante esta exposición de Vargas en absoluta madurez creativa. Artista total que encierra muchos de los postulados que han hecho grande el arte que se hace ahora pero que contiene la magnitud del arte de siempre.

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