Los asesinos de García Lorca

Miguel Caballero desvela en su libro 'Las trece últimas horas en la vida de García Lorca' los nombres de todos los que estuvieron presentes en su ejecución el 17 de agosto de 1936

Antonio Benavides Benavides, uno de los asesinos.
Jesús Arias / Granada

21 de junio 2011 - 05:00

Ni siquiera sus descendientes sabían que fueron ellos. "Más de uno se va a llevar una sorpresa", dice el investigador Miguel Caballero quien, tras tres años de investigaciones y muchas pesquisas, ha dado con una de las claves más oscuras de la Guerra Civil española: el asesinato, en agosto de 1936, de Federico García Lorca. Caballero publica hoy el libro Las 13 últimas horas en la vida de Federico García Lorca, (La Esfera de los Libros)y en él revela, por primera vez, el nombre de los integrantes de una de las escuadras negras que operaban en Granada. Es decir, el nombre de los asesinos de Lorca. Hasta ahora se sospechaban. Pero eran un apodo por aquí o un apellido por allá. Caballero da los nombres completos y todos los detalles de sus vidas. Y de sus muertes.

"Éste es el resultado de muchos paseos por los pueblos rebuscando en los archivos, en las lápidas, en cualquier sitio", dice el autor del libro. Las principales aportaciones que esta nueva obra hace respecto a lo que ya se conocía "son que refuerzan la teoría que en su día mantuvieron Eduardo Molina Fajardo [periodista falangista que a finales de los años sesenta entrevistó a los principales implicados en la detención y muerte de Lorca y cuyo libro póstumo, Los últimos días de García Lorca, permaneció casi desconocido hasta ahora] y Agustín Penón de que Lorca fue asesinado la misma noche de su detención". "También", añade Caballero, "he hecho un recorrido por cada uno de los personajes que tuvieron algo que ver con todo aquello".

El cabo Mariano Ajenjo Moreno, de 53 años; el pistolero Antonio Benavides Benavides, de 36; Salvador Varo Leyva, 'Salvaorillo', de 37 años, Juan Jiménez Cascales, el único que sentía remordimientos por las ejecuciones, Fernando Correa Carrasco y Antonio Hernández Martín. Todos ellos eran los miembros de la escuadra que el capitán José María Nestares, jefe del sector de Víznar, había asignado para las ejecuciones. Caballero aporta hasta las armas que emplearon: pistolas Astra, modelo 902, calibre de 7,65 milímetros y fusiles Mauser, modelo 1893.

El investigador abunda en la teoría de que García Lorca fue ejecutado víctima de un ajuste de cuentas entre familias de la Vega de Granada. Su padre, Federico García Rodríguez, estaba enfrentado a la familia Roldán y a la familia Alba. Antonio Benavides pertenecía a esta segunda familia y era, de hecho, sobrino-nieto de la primera mujer de Federico García Rodríguez tras cuya muerte el terratente volvió a casarse. Benavides se jactó a la mañana siguiente de la ejecución: "Le he dado dos tiros en la cabeza al cabezón".

Según relata Miguel Caballero, a las 13.30 horas del 16 de agosto de 1936, el ex diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso, acompañado por Juan Luis Trescastro y el falangista Federico Martín Lagos, se presentan en la casa de la familia falangista Rosales, en donde Lorca había pedido refugio tras haber sufrido una serie de vejaciones, con la orden de detener al poeta.

Lorca es conducido al Gobierno Civil. Esa misma noche, en ausencia del gobernador civil, José Valdez, su sustituto, el teniente de la Guardia Civil Nicolás Velasco, protector de la familia Roldán, ordena que Lorca sea custodiado hasta La Colonia, un viejo caserón en Víznar que servía como antesala de las ejecuciones sin juicio previo ni defena.

El poeta llega al pueblo en compañía de los banderilleros anarquistas Francisco Galadí y Juan Arcoyas Cabezas y el maestro de escuela Dióscoro Galindo bajo la custodia del teniente de Asalto Martínez Fajardo con la orden de ejecución.

El capitán Nestares llama a un ayudante, Manuel Martínez Bueso, y le dice que acompañe a la escuadra de ejecución y a los presos para presenciar el fusilamiento. Sería Martínez Bueso el que posteriormente diría el enclave exacto en el que está enterrado el cuerpo de Lorca. "Ese sitio está en Los Llanos de Corbera", dice Miguel Caballero, "justo al lado del Cortijo Gazpacho" [hoy se llama Cortijo Pepino]. El lugar está unos 400 metros antes, viniendo desde Víznar, del enclave que Ian Gibson proporcionó hace años y en que se basaron las excavaciones de la Junta.

La ejecución, a juicio de Caballero, se produjo antes de las cuatro de la mañana, ya que el teniente Martínez Fajardo, que debía ser el que se cerciorase del fusilamiento, partió a las cinco de la mañana para acudir al frente. La muerte tuvo que producirse, por tanto, antes de esa hora.

Miguel Caballero tiene más o menos clara la reconstrucción de los hechos. En torno a las cuatro de la madrugada, dos coches que llevaban a los presos y a los ejecutores salieron de La Colonia con rumbo a Alfacar. A mitad de camino, se detuvieron. Como las escuadra necesitaba la luz de los automóviles para efectuar los disparos, éstos tuvieron que entrar en alguna zona llana no muy lejos de la carretera, lo que es la zona que entonces se empleaba como campo de instrucción. Allí había unos pozos con agua subterránea que hacían que la tierra estuviese muy blanda y fuese fácil de excavar para hacer las fosas.

Nada se sabe del procedimiento de ejecución ni de si los verdugos se ensañaron con sus víctimas. Está el testimonio del propio Antonio Benavides Benavides alardeando de haberle disparado a Lorca dos veces en la cabeza. Esa frase luego sería asumida y exagerada por uno de los que detuvieron a García Lorca, Juan Luis Trescastro, que se jactaba de haberle "pegado dos tiros en el culo por maricón".

Serían los propios ejecutores los que cavarían la fosa y echarían los cuerpos de los cuatro fusilados dentro. A la mañana siguiente, tres presos de La Colonia, el catedrático Joaquín García Labella, Francisco Rubio Callejón y Yoldi Bereu cubrirían definitivamente los cuerpos. Eso sería en la mañana del 17 de agosto, y no del 19 como se creía hasta ahora.

"El libro descarga de ciertas responsabilidades al que fue gobernador civil de Granada, José Valdés, y a quien se creía principal responsable de la orden de ejecución de García Lorca", dice Miguel Caballero, "ya que Valdés no estaba en Granada cuando se detuvo al poeta". "También se descarga a Ruiz Alonso de su presencia física en el momento de la ejecución de Lorca". Ruiz Alonso no mató a Lorca. Fue el principal instigador de su detención y el que la llevó a cabo. Pero no disparó contra él. "Lo que es escandaloso", comenta Miguel Caballero, "es que en su pueblo natal, Miraflores (Salamanca) haya todavía una calle con su nombre".

Miguel Caballero basa todas sus afirmaciones en expedientes, archivos y documentos. "He huido por completo de los testimonio orales", dice. "No quiero incluir ninguno hasta que lo que diga esté perfectamente documentado en algún sitio". Por eso ha empleado los expedientes de la Policía en torno a las actividades de los implicados en su momento. Curiosamente, todos los que participaban en las escuadras negras pasaría a ser miembros de la Guardia de Asalto.

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