Aquella vez que un avión se estrelló de verdad en Sierra Nevada

Historias

El macizo montañoso de Granada sirve para recrear los Andes en 'La sociedad de la nieve', pero este lugar ya albergó otros accidentes reales en el pasado siglo

Las otras 'sociedades de la nieve': las tragedia de avión de los Andes más allá de Bayona

Imagen de archivo del avión estrellado con parte de la tripulación que sobrevivió.
Imagen de archivo de un avión estrellado en la Sierra con parte de la tripulación que sobrevivió. / Archivo
M. N.

08 de enero 2024 - 03:00

Juan Antonio Bayona convirtió Sierra Nevada en el escenario del accidente aéreo del vuelo 571, donde viajaba el equipo de rugby Old Christians Club, que se estrelló en los Andes en 1972. Sin embargo, la cordillera granadina ya ha sido escenario de otros accidentes, reales, crueles y trágicos. De todos ellos, el más significativo tuvo lugar en 1964 cuando un DC-6 francés se perdió en su ruta hacia Mauritana y fue a chocar en el Tajo del Goterón, cerca del pico Alcazaba. Las 80 personas, de los cuales 24 eran niños, que viajaban en el vuelo fallecieron; solo cinco víctimas pudieron ser identificadas, lo demás eran trozos de carne apelmazada.

Todo comenzó el 2 de octubre, cuando se perdió la pista de una aeronave que había salido de París en dirección a Port Etienne, en Mauritania. Radio París dijo en sus 'ultimas noticias' que el avión había caído en el mar Mediterráneo, a 45 millas de Mazarrón. Al parecer, un petrolero inglés había recogido unos restos del avión y unos supervivientes, pero el avión no había caído al mar, lo vieron estrellarse en la sierra granadina un pastor de Laújar y un sargento de la Guardia Civil de Berja, que informó a sus superiores que había visto la caída de un objeto envuelto en llamas cerca del Veleta, según narró Andrés Cárdenas en este mismo periódico. Fueron momentos de confusión.

A pesar de que la tesis oficial era la caída en el mar, un grupo de cinco voluntarios movilizados por la Guardia Civil, partió desde Trevélez para buscar los posibles restos del avión. A eso de las siete de la mañana del día 3, un guardia civil y un vecino de Trevélez llamado Fermín González, "atisbaron una mancha negra cerca de la cumbre de la Alcazaba. Se dirigieron a ella y, tras llegar al lugar, encontraron los restos del cuatrimotor: ningún signo de vida, solo desolación", explica Michel Lozares en Los aviones de Sierra Nevada, donde documenta varios de estos accidentes.

Enseguida se dio a conocer el suceso. La prensa comenzó a dar la noticia y, crónicas y fotografías mediante, los granadinos pudieron calibrar la magnitud de la tragedia. Se decía que el avión se había estrellado en el abrupto e inaccesible paraje del Goterón, a más de 3.000 metros de altura, lo que hacía extremadamente difícil el rescate. Fue entonces cuando enviaron al lugar el cabo Antonio Maldonado con veinte soldados y el forense capitán Tallón.

"Vi a lo lejos la cara de un niño entre dos rocas. Me acerqué y comprobé que no había cuerpo, ni cráneo, ni masa encefálica. Nada, solo la cara", relataba Maldonado a Cárdenas en 2014, cuando se cumplía el medio siglo de aquella tragedia. El rostro del niño pertenecía a una de las ochenta víctimas, y su imagen quedaría grabada a fuego en la mente del cabo, que estuvo gran parte de la mañana recogiendo en un saco brazos, piernas y trozos de carne que ni sabía a la parte del cuerpo a la que pertenecía.

La mayoría de las víctimas de este accidente recibieron sepultura en una fosa común en el cementerio de San José y nueve meses más tarde se inauguró un mausoleo que existe actualmente en dicho camposanto. Gran parte de las muertos eran trabajadores de las minas de hierro de Mauritania, según explica Javier Garuiz, un investigador al que desde siempre le ha apasionado esta historia, a la cual le ha dedicado miles de horas de estudio, que habían pasado unas vacaciones en su país natal y ahora regresaban a trabajar.

También viajaba ingeniero español Julián Bielsa, ingeniero aeronáutico y exiliado, que era el director general de Aviación Civil de Mauritania, y la condesa Marguerite Marie Trouve, que iba con sus tres hijas. Tal vez el caso más dramático era el de una mujer, Denise Patin, que viajaba con sus tres nietos de corta edad.

El accidente originó una bella historia de amor materno. Una mujer llamada Andrea Martínez Andaluz, que era la madre del piloto fallecido y que vivía en Francia, se vino a vivir a Granada solo para ir todos los días al cementerio a rezarle a su hijo. La llamaron la 'peregrina del cementerio'. Estuvo varios años subiendo todos los días al camposanto granadino. Al morir pidió ser enterrada junto a su hijo. El cementerio accedió a esa petición y sus restos están en un féretro dentro de una fosa excavada en el recinto del mausoleo donde se encuentran los restos de las víctimas del avión.

Garzuiz asegura que las causas de aquel siniestro suceso no se aclararon nunca. "Por entonces los aviones no llevaban 'caja negra'. Había unos registradores de vuelo pero que no aclararon definitivamente el porqué del impacto. Yo estoy convencido de que se cambió el plan de vuelo y no contaron con que había una montaña de más de 3.000 metros de altura", explicaba en una entrevista a Andrés Cárdenas.

El milagro de Picón del Jerez

El del Tajo Goterón no fue el único suceso que se produjo en Sierra Nevada con un avión. En 1960 un piloto norteamericano logró aterrizar en el Picón de Jérez, fue un aterrizaje inesperado y completamente forzoso, pero que logró salvar la vida de los 24 pasajeros que iban a bordo y que se dirigían a la base de Rota. La tragedia solo se consumó para uno de los tripulantes que quedó inválido y para un vecino que fue herido por un disparo accidental de un guardia civil nervioso mientras se preparaban para ir al rescate de los tripulantes del avión. Según Carlos Jaldo, principal cronista de aquel suceso, nunca en toda la historia de la aviación se ha estrellado un avión a 2.600 metros de altura y se han salvado todos sus pasajeros.

Ocurrió el 8 de marzo, cuando un cuatrimotor tuvo que aterrizar de emergencia en el citado lugar. La espesa niebla y una fuerte ventisca habían tenido mucho que ver. En el impacto el avión perdió un ala y los pasajeros quedaron todos heridos de distinta consideración, aunque la mayoría leves. Y todo eso en mitad de un paisaje nevado desconocido y sin equipamiento. Fue entonces cuando los dos pilotos intentaron bajar por la nieve hasta el pueblo y conseguir que el personal supiera que había personas heridas esperando a ser rescatadas. Los equipos de rescate, que fueron muchos y muy variados, subieron y se bajaron a todos.

Los americanos, siempre tan patriotas y dispuestos a corresponder por lo que se hace por la nación, agradecieron a Jérez del Marquesado y a sus vecinos el comportamiento que habían tenido con los marines heridos. Pocas semanas después empezaron a llegar al pueblo cargamentos de víveres y de ropa donados por Estados Unidos como gratificación por los esfuerzos vecinales. Hasta el embajador de Estados Unidos visitó el pueblo con una delegación de compatriotas.

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