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Festival de Música y Danza
El sonido del clave o clavecín, instrumento que guarda ciertas semejanzas con el piano, nos traslada irremediable y afortunadamente al barroco. Su sonido es limpio, tenue, fino y sobre todo con grandes armónicos agudos. Esto lo diferencia del piano clásico por lo que evocación a tiempos pretéritos es una arma exquisita para dialogar con el pasado de nuestra música en pleno siglo XXI. El Festival de Música y Danza programó la noche del martes una 'Ascética y mística del clave' título que argumenta el programa de mano del espectáculo celebrado en los jardines del Hospital Real de Granada.
'Manuel de Falla, entre la influencia y la creación' fue la elección titular del espectáculo para hilvanar distintas obras cumbre de músicos de la talla de Johann Sebastian Bach, José María Sánchez Verdú, Juan Vásquez, Tomás Luis de Victoria y Manuel de Falla. Fue este el que protagonizó uno de los esqueletos sonoros imprescindibles bajo la batuta de Sánchez Verdú que nos presentó en primera instancia el programa que estábamos dispuestos a saborear informando de un cambio en el mismo. Su intervención física fue escueta guiando magistralmente al conjunto formado por Benjamín Alard en el clave, Miguel Colón al violín, Fernando Arias al violonchelo, Álvaro Octavio con flauta, Ángel Luis Sánchez con oboe y Vicente Alberola con clarinete. La guinda la puso el bailaor sevillano Israel Galván.
En un escenario con forma de T, Israel Galván propuso una pieza de danza ajena a sus raíces. Con botines blancos, medias, mailloty camisa negra, su estética personal dibuja una estampa que más se acerca al Manierismo renacentista en su refinamiento y artificiosidad que al flamenco. Estética amanerada en sus brazos, en su boca, con gestos provocadores a la par que modernos intentaron contextualizar el primer movimiento, Allegro en forma de sonata construida sobre una pieza del siglo XV de Juan Vásquez.
En el segundo movimiento, Sánchez Verdú fue clave para que el sexteto camerístico presentara, a petición expresa del Festival, la adaptación titulada 'Las ínsulas extrañas', un Lentobasado en el Tantum ergode Tomás Luis de Victoria. El arreglo para quinteto (sin clave) derivó en un misticismo evocador del pasado, lúgubre en el sonido, telúrico en la composición, lento en el tempo
y fascinante en la conjunción de sonidos.
En el tercer movimiento, Galván vuelve a escena con una pieza corta en la que, ahora sí, empezamos a reconocer al bailaor y sus particulares formas. Una performance singular no apta para neófitos en la danza flamenca que requiere de una apertura mental y artística multidisciplinar para comprender el porqué de su necesidad vital para bailar como baila. Abandona su personalidad en el braceo justificándose exclusivamente con los pies, ecléctico y sencillo. Natural. Sin embargo, en el conjunto se hace difícil conectar música y danza que justifique y profundice en el sentido de este tercer movimiento dejando por separado dos grandes momentos pero sin aportar un totumprovocando la desconexión de los artistas que viajaron por carreteras distintas. Con acompañamiento de clave, Israel polarizó la mezcla como agua y aceite, que presupone la dificultad de solapar clave y baile flamenco. Musicalmente, el clave abordó la pieza 'De los álamos' de Domenico Scarlatti con un sentido distinto a la apertura, guiado por los mordentes y trinos diseñados con acierto para el clave en las manos de Benjamín Alard.
En esta presentación Falla estuvo muy presente. Su concierto para clavicémbalo (clave), flauta, oboe, clarinete, violín y violonchelo (1923-1926) adaptado y arreglado por Sánchez Verdú en tres movimientos, Allegro, Lento y Vivace,fue el culmen de este encargo del festival. Porque la solvencia, la responsabilidad, la medida de los músicos y sobre todo la personalidad que imprimieron, elevó el concierto a cotas de altura máxima. La complicidad de los músicos en el escenario nos regaló una obra creativa, viva y personal.
Por otro lado, Sánchez Verdú, compositor inquieto y con sello propio, propuso, con la instrumentación del Concierto de Falla, la musicalización de la obra 'Las ínsulas extrañas' de San Juan de la Cruz alejándose de una recreación y creando una paisanaje sonoro y granadino que nos evocó al recuerdo arquitectónico del Carmen de la Antequeruela en el que Falla residió durante años en las entrañas de la Alhambra.
La coda final de Israel Galván fue por sevillanas, con flor en el pelo, sentado, flamenco por los cuatro costados. Musicalmente nos trasladó a 1992 cuando Carlos Saura creó la obra 'Sevillanas'. El eco instrumental sin voz de Rocío Jurado guió a Israel con elegancia, en baile de hombre, siempre sentado pero rellanando al completo el escenario con movimientos cuidados y refinados.
En definitiva, el estreno de este 'Manuel de Falla, entre la influencia y a creación' recogió la esencia de los grandes músicos con un resultado notable a pesar de las divergencias estéticas del baile y las músicas de los clásicos.
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