Una bella trampa contra el patriarcado
Exposición de Ángeles Agrela | Granada
Ángeles Agrela reflexiona sobre el papel de la mujer en la historia y su representación en el arte en su nueva muestra, que se podrá ver en el Centro CajaGranada hasta abril
Granada/Seres pasivos, sumisos y cosificados, sin más atributos que su belleza o su juventud. Así ha sido representada la mujer en el arte durante siglos. La literatura y la historia también han ayudado a perpetuar estos estereotipos femeninos. Basta con leer Cenicienta para hacernos a la idea de qué tipo de mujer quiere este sistema -dócil, dependiente, sin voz, mujer de su casa, madre, santa, objeto de deseo; relegada a un segundo plano en definitiva-; o contar los nombres de féminas que aparecen en los manuales de historia.
Hace cuatro años, Ángeles Agrela (Úbeda, Jaén, 1966) empezó a trabajar sobre una idea: cómo los hombres han retratado a las féminas desde la antigüedad. A partir de ahí, la artista jienense ha explorado la realidad de las mujeres, su papel en la historia y la imagen que se tienen de ellas en el contexto cultural pasado, presente y futuro en series como El favor de las bellas (2016) o Las bellas durmientes (2018). El Centro CajaGranada reúne desde ayer todas estas obras y algunas inéditas más en la muestra El cuerpo en la mirada.
El espacio exhibirá hasta el19 de abril 35 retratos hiperrealistas de gran y mediano formato protagonizados por mujeres con una actitud pasiva o contemplativa: tumbadas, dormidas, recostadas. La mirada de las modelos, a veces irónica, otras perdida, se clava en el público para interpelarlo sobre cuestiones de actualidad. "En los últimos años he estado investigando sobre el papel de la mujer en la historia del arte y cómo ha sido representadas por los hombres. Sigue siendo necesario que nosotras aportemos una visión contemporánea de esta representación de lo femenino por medio del arte", señaló la pintora en la inauguración de la muestra.
Una identidad femenina impuesta por la publicidad
De una manera "muy sutil e irónica", Agrela realiza un trabajo subversivo desde dentro y se apropia de los códigos del lenguaje más clásico, como la pintura y el dibujo, mediante sesiones de fotografía en el estudio con las modelos, simulando poses y encuadres que tiene que ver con un género de la pintura, la publicidad, la moda y las redes sociales. "Busco imágenes de una estudiada ambigüedad a las que dotar de otro significado para hacernos reflexionar sobre cómo podemos construir una identidad -femenina- distinta a la heredada de los museos y a la impuesta por la publicidad y las redes sociales", explicó la artista.
Antes de retratar a modelos, Agrela trabajaba con recortes de fotografía de moda e incluso con su propia imagen. "Mientras estaba con la serie Fanzine la revista Marie Clarie me llamó para un proyecto. Nos lo pidieron a cinco artistas. El punto de partida era el zapato de tacón o stiletto, es decir, que diéramos la visión de una prenda de vestir. Ahí empecé a trabajar con modelos y ya no ha habido un final”, relató entusiasmada. "A mí me pasa eso muchísimo. Me afecta todo. ¿Como no me va a afectar un proyecto al que le he dedicado tiempo?", se preguntó. Las sesiones con las modelos y el trabajo de documentación, dijo, es "una pasada". "A veces llego a hacer 2.000 fotos en una sesión con mucho vestuario. Es muy divertido. Salen cosas muy bonitas", contó.
Nula paridad y precariedad
"Las mujeres están dando ahora el callo. Yo defiendo que haya paridad. El número de mujeres que había representadas en la feria de Arco el año pasado era ridículo. Lo que compró el Reina Sofía en Arco... Tú tienes que mostrar lo que se está haciendo. Hay la misma cantidad de mujeres que de hombres trabajando ahora", reconoció la creadora que vive su mejor momento, "pero me rodean muchos compañeros que no". "Al final si tú quieres apostar por tu trabajo no tienes más remedio que vivir en circunstancias precarias. Es muy triste la verdad. Hay más ayudas en otros países. Aquí cero", reprochó la pintora.
En cuanto trabajó con modelos, su obra empezó a mutar hasta dar con otra plástica, otros colores, otros mensajes más simbólicos. "En Fanzine no trabajaba con modelos, sino con recortes de fotografías de moda. Tenía un carácter más colorista y una lectura más formal vinculada a la moda y a estudiar cómo influye lo decorativo en el mensaje, y como el mensaje se modela a través de la forma. Sin embargo, éste es uno de los dibujos que crea un punto de inflexión. Empieza a utilizar modelos y abandona ese juego figura / forma y empieza a centrarse en lenguajes más simbólicos. En los dibujos de esta época abundan los símbolos", explicó el comisario de la muestra.
Uno lo puede comprobar cuando observa Bernini en el sofá, obra de gran formato donde aparecen dos mujeres en un sillón sosteniendo dos esculturas: una es la cabeza del propio Bernini, inspirado en el autorretrato del artista italiano, representado como la furia, y la otra es su amante. "Se apoya en esos símbolos evidentes para contar la narración del mensaje: tranquilidad versus la furia, lo masculino y lo femenino", precisó el propio comisario.
En los retratos más antiguos, Agrela se sirve de referencias más claras como los bustos antiguos, el florero -clara alusión al bodegón-, los lazos en la ropa a modo de envoltorio. Otro ejemplo se encuentra en un retrato donde aparecen dos mujeres arrodilladas e implorantes, con el pelo naranja, "la representación de la Magdalena, con esos pañitos de croché que simbolizan la labor femenina antigua. Se los ponen en la cabeza a modo de los velos que se usaban las señoras hasta los años 40, 50, para ir a misa", señaló Rodríguez-Mateo.
En las piezas más recientes, Agrela se despoja de símbolos hasta dejar a la mujer como única protagonista. "Empiezas a mirar cuadros clásicos de la historia y ves a las mujeres posando completamente abandonadas. Es una referencia mucho más sutil: la mujer lánguida con la mirada perdida", reflexionó la jienense mientras miraba una obra protagonizada por el rostro de una mujer de mirada sugerente, bella, joven y de pelo rubio. "Esa reflexión muy sutil, que aparentemente podría parecer poco militante o poco reivindicativa, deja un poso muy hondo. Cuando profundizas en los gestos, en las posturas, en esa actitud entre displicente y sumisa, empiezas a darte cuenta donde está ese mensaje potente", lanzó el comisario.
El color y la ropa, claves en el trabajo de Agrela
El color, en el caso de Agrela, está muy relacionado con la ropa. Para ella, según el comisario, "la ropa es muy importante en la medida que no deja de ser una imaginería que traslada una manera de entender el papel de la mujer. Si ves los retratos clásicos de la historia del arte, normalmente los hombres son representados de forma más sobria y la mujer de manera más objetual, con vestidos más llamativos". Así, la creadora toma la tradición para reinterpretarla y verla de una manera más irónica. "Ella lo ve desde un punto de vista crítico. Los modelos de representación a los que cuales estamos acostumbrados son estos, pero ¿corresponden a una realidad? ¿En qué momento estamos? ¿Cómo vivimos?", se preguntó Rodríguez-Mateo.
Un trabajo radical
"En la cultura visual e ideológica en la que vivimos, la forma está por encima del mensaje. Estamos siendo educados en no tener capacidad crítica. Nos limitamos a reproducir aquello con lo que nos sentimos identificados. Hay mensajes de carácter feminista sin fondo. Lo que hace Ángeles te hace hacerte preguntarte sobre la realidad de la mujer, sobre su papel en la historia y sobre la imagen que tenemos de ella en el contexto cultural. Eso exige un esfuerzo", destacó el comisario, que cree que "el feminismo no es tan simple como salir a la calle con una pancarta y enseñar las tetas; eso estaba bien en los 60". Rodríguez-Mateo considera mucho "más arriesgado" el trabajo de Agrela por su carácter profundo y radical, que "te obliga a pensar sobre ello y a mirar hacia atrás".
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