A buen entendedor, pocas palabras

La editorial Akal publica un completísimo diccionario del refranero con más de 16.000 ejemplos tomados de un patrimonio riquísimo que se sirven de la rima para facilitar su memorización

Sancho Panza, el hombre de los mil refranes de la obra de Cervantes.
Sancho Panza, el hombre de los mil refranes de la obra de Cervantes.

En la calle, el autobús o el supermercado; con la chica de la panadería, el cartero o esa desconocida que nos detiene, oiga usted, y nos pregunta una dirección cualquiera; hablando del tiempo o de la crisis, sobre todo de la crisis, o de los mil y un recortes del gobierno, de repente, en la conversación da un tajo una sentencia proveniente del inmenso patrimonio del refranero. Ante la astucia de ciertos ancianos, quién no ha repetido eso de que el diablo sabe más por viejo que por diablo; cuántas veces habremos entonado la cantinela de que ni mandes a quien mandó ni sirvas a quien sirvió; y en la presente coyuntura cuántos se habrán acordado de aquel consejo de las abuelas de antaño: "Quien ahorra una peseta cuando puede, tendrá un duro cuando quiere". Los proverbios, axiomas o adagios son fórmulas de estructura bimembre por lo general -llamadas también paremias-, que se sirven de una rima sencilla para facilitar su memorización. Son pequeñas muestras de sabiduría popular que retratan, resumen o desmontan, de manera implacable, tipos, acciones o situaciones en las que pueda verse el hablante.

En contra de la creencia más extendida, el origen de tales sentencias no es siempre popular, aunque sea en el lenguaje corriente en donde, como trozos de chorizo en el cocido, se tropieza uno con ellas. Jesús Cantera Ortiz de Urbina, responsable de este estupendo Refranero español (Akal), recuerda a propósito: "nos permitimos afirmar que el autor del refrán, aunque en realidad no haya sido el pueblo, es como si lo fuera, pues lo hace suyo haciendo de él un uso como de cosa muy propia". En su introducción, el autor nos ilustra sobre una circunstancia escasamente conocida; en el siglo XVI, la cultura humanista no veía con buenos ojos estos razonamientos que, como briznas de tabaco, se quedan pegados a los labios de las gentes: "[Entonces] La cultura auténtica había que buscarla en los clásicos de Roma y Grecia de la Edad Antigua". En Europa se publicaron numerosas recopilaciones de axiomas grecorromanos -recuérdense los famosos Adagia de Erasmo de Rotterdam-; en España, empero, las cosas fueron diversamente en virtud a tres hitos bibliográficos que se convirtieron en nuestros puntos de referencia.

El primer hito al que se refiere el antólogo es la publicación de La Celestina, corría el año 1499, "con sus 385 refranes empleados en ella por los distintos personajes"; el segundo es el Diálogo de la lengua (1533) de Juan de Valdés, una obra que propone "una y otra vez el refrán como ejemplo y como confirmación del «buen uso» de la lengua"; el tercer hito es, por supuesto, El Quijote: "Porque en El Quijote Cervantes pone en boca de Sancho no pocos refranes, y también los pone en boca de su mujer y en boca de Sanchica su hija, es decir, en boca de su pueblo. Don Quijote reprende a Sancho su uso y abuso de refranes. Pero, a pesar de sus reiteradas reconvenciones y de sus continuos reproches, él mismo los emplea con mayor frecuencia de lo que uno pudiera imaginar. Y también lo hace el propio Cervantes en su narración. Lo mismo cuando los pone en boca de sus personajes como cuando los emplea en su relato, Cervantes es un maestro en el uso del refrán en una obra literaria", escribe Cantera Ortiz de Urbina.

"No hay refrán que no sea verdadero", dice el mismo refranero. Lo cual es cierto, y no lo es. A bastantes refranes se les puede hallar su contrarrefrán y al que advierte que "Quien se acuesta sin cena, amanece sin deuda" cabría responderle que "Quien se acuesta sin cena, amanece con hambre". Las verdades lo son según la ocasión. Y son muchas, pero chiquitas, y lo que es cierto aquí y ahora deja de serlo allí, más tarde. En cualquier caso, el Refranero español sirve inmejorablemente para tomarle el pulso a esta España nuestra. Viendo a Mariano Rajoy decir y desdecirse, recortar sin cortarse, rebajar sin bajarse del burro, a uno le viene a mientes eso de que "De [medidas] imprescindibles están llenas las sepulturas". A Luis de Guindos, en cambio, le recordaría: "El dinero, de unos es señor, de otros siervo", del cual este Refranero español recoge una variante aún más fina: "El dinero es un buen servidor, pero un mal maestro". Y si De Guindos -presupongo que hombre leído- me respondiera: "Cual el año, tal el jarro", una paremia que aconseja acomodar los gastos a la economía del momento, yo le espetaría: "Cual el cuervo, tal el huevo". Cristóbal Montoro, que habla de austeridad canturreando "Mujer que remienda, aumenta su hacienda", en referencia al ministerio de su competencia, debería saber que la ciudadanía prefiere otra canción: "Mientras el pobre afana y trota, el rico reposa". Mi educación me impide referir los refranes que me inspira el cinismo rampante María Dolores de Cospedal.

Un último refrán contra el que no hay contrarrefrán que valga: "Libros, caminos y días, dan sabiduría".

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