La Rayuela
Lola Quero
Tierra de espías
Alejandro hernández. guionista
Granada/Alejandro Hernández (1970, La Habana) tenía muy claro que quería dedicarse al cine, y para ello debía emigrar a España. Lo hizo hace más de dos décadas, mochila en mano, con la ayuda de sus compañeros de la Escuela de Cine de Cuba: Manuel Martín Cuenca y Mariano Barroso. Desde entonces, el escritor habanero ha firmado a pachas con ellos los guiones de El autor, Caníbal, Malas Temporadas, Lo mejor de Eva, La mitad de Óscar y Todas las mujeres -Goya al mejor guión adaptado en 2013-, entre otras. Autor de Los últimos de Filipinas, el guionista visita hoy el Festival de Jóvenes Realizadores para impartir una clase magistral sobre adaptación de libros al cine.
-Su último trabajo ha consistido en adaptar un libro suyo, Algún demonio, para el filme de Gerardo Chijona, que compite en la sección oficial del Festival de Málaga. ¿Le resulta más cómodo trabajar con material suyo que con el de otro autor?
-No hay mucha diferencia. Parto de la premisa de que hay que reestructurarlo todo y replantear la esencia de la novela. Este último proyecto surgió porque Chijona leyó mi libro y le gustó. No lo escribí pensando en que se iba a convertir en una película. Escribo libros, precisamente, para alejarme del cine porque me da otra libertad. Cuando hago adaptaciones, ya sea de un libro mío u ajeno, destrozo el material en el buen sentido para extraer la esencia, que es lo que hay que llevar a la pantalla.
-Manuel Martín Cuenca y usted se atrevieron con El móvil de Javier Cercas. ¿El escritor le marcó unas líneas rojas o todo lo contrario?
-Los autores con los que hemos colaborado han sido siempre muy generosos. No podríamos plantearlo de otra manera, es decir, no podríamos trabajar un material donde tengamos líneas rojas. Eso significaría que le autor no confía en nosotros, y así no funciono.
-El protagonista de El autor está empeñado en escribir la novela perfecta, lo que le llevará a hacer cosas insólitas. ¿Con qué se obsesionan los guionistas de cine?
-Con hacer lo que nos gusta, lo que nos hace disfrutar. La película de El autor se puede extender a cualquier oficio. Queríamos hablar sobre hasta dónde estás dispuesto a llegar por hacer lo que te gusta.
-¿Hasta dónde ha llegado usted?
-Me fui de Cuba rumbo a España con una mochila. La situación del cine allí era complicada. Manuel Martín Cuenca y Mariano Barroso me acogieron en cuanto llegué. Pero me salió caro el viaje. Me prohibieron entrar a Cuba durante cinco años y a mi madre salir a verme. Aún así, uno tiene que intentarlo.
-¿Qué complejos se ha tenido que sacudir para poder adaptar libros?
-Lo primero que escribí fue un libro. Me siento tan guionista como novelista. El principal complejo es el miedo a la prosa. Los libros suelen estar en un pedestal, y eso inhabilita al guionista. Hay que perder el miedo a destrozarlos en el buen sentido. Mucha gente entiende que la buena adaptación es la que se parece al libro. Eso no siempre es así. La buena adaptación es la que respeta la esencia de ese libro.
-¿Qué le diría a la gente que opina que es mejor leer un libro a ver su adaptación cinematográfica?
-La gran literatura es imposible de adaptar bien. Imagínate Ulises. No es lo mismo que El Padrino de Puzo. Coppola convirtió una novela mediocre en una gran película. Prescindió de dos tercios del contenido de la novela para hacerla.
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