El parqué
Jaime Sicilia
Quinta sesión en verde
Yolanda Pantin, poeta
Granada/–Cuando le concedieron el Premio Lorca manifestó su absoluta sorpresa porque desconocía incluso que estaba propuesta. ¿Ha descubierto a sus ‘postuladores’?
–No, hasta el sol de hoy sigo sin saberlo. Me quedé con el impacto de la noticia y la sorpresa. Eso me pareció tan bonito, que no he querido saber y no he indagado.
–La poesía venezolana, que había estado ensimismada, tan encerrada en sí misma que no respondía a la correspondencia como recordó esos días citando a José Balza, ¿se abría así un poco al resto de las letras hispanas y a la inversa?
–Se abrió con Rafael Cadenas y Eugenio Montejo a la delantera. Luego, todos nosotros, los poetas contemporáneos, detrás de ellos dos, que ya tenían libros publicados en España y México. Ambos gozaron de mucho reconocimiento. Nosotros formamos un cuerpo literario amplio y diverso, pero en ese momento, cuando me dieron el premio, me parecía que estaba hablando o lo estaba recibiendo en nombre de los poetas contemporáneos.
–La literatura mexicana siempre ha estado muy abierta a Estados Unidos y otras literaturas hispanoamericanas han tenido mucha presencia en España, ¿por qué cree que a las letras venezolanas no se les ha hecho tanto caso?
–Esa es una pregunta muy difícil de responder. Creo que el tema se está subsanando porque ya circulan en España una antología publicada por Pre-Textos, un volumen grueso hecho por un grupo de investigadores venezolanos encabezado por Antonio López Ortega, de poesía venezolana del siglo XX. Y tenemos, como he dicho, a Rafael Cadenas y Eugenio Montejo. En España comienza a despertarse más interés por la poesía venezolana tanto por cuestiones estrictamente literaria, porque ellos dos no nacieron de la nada sino de una tradición muy rica, como por todo lo que ha ido pasando estos años.
–En su momento rompió con esa tradición a través del manifiesto que firmó junto a Armando Rojas, Rafael Castillo Zapata e Ígor Barreto. ¿Las nuevas generaciones han roto con la suya o sus postulados están vigentes insertados ya en esa tradición?
–En ese momento nosotros tuvimos la necesidad de romper pero creo que ahora mismo eso no tiene vigencia por diversas razones. Sobre todo porque el mismo cuerpo literario venezolano está ya roto por cuestiones políticas.
–Hablando de esa ruptura, ¿cómo cree ha afectado la crisis política venezolana a la poesía reciente?
–Creo que en un doble sentido, negativo y también positivo. Negativo y muy doloroso por ese cuerpo literario roto. Uno sufre al verse separado de los suyos por razones ideológicas y políticas. Pero esas mismas razones nos han obligado a emigrar y el cuerpo literario se ha abierto al mundo. Muchos escritores venezolanos están viviendo fuera y eso los ha obligado a tratar de abrirse camino en otros países, que no es fácil. Hay más de cinco millones de venezolanos fuera por razones económicas, pero eso nos ha enriquecido paradójicamente porque emigrar nos ha traído otras lecturas y otros lectores. Hay una necesidad de insertarse, de hacerse oír y sentir.
–¿Cuáles son los poetas que le ayudaron a configurar su voz?
–Venezolanos, muchísimos. No sería yo sin mis mayores: Luis Alberto Crespo, Juan Sánchez Peláez, Enriqueta Arvelo, Ana Enriqueta Terán, Ramón Palomares... Poetas afincados en las maneras de hablar de ser de sus terruños: no es lo mismo los Andes venezolanos que los Llanos, la zona central... Eso me sostuvo, me dio herramientas y lenguaje para seguir indagando fuera de la cultura venezolana, pero soy hija de una tradición.
–¿Sigue a los poetas más jóvenes? Por ejemplo, ¿la poesía que hacen por internet?
–Bueno estoy consciente de que existen pero ya no tengo la edad física para el entusiasmo.
-Y eso que usted el mundo editorial lo conoce prácticamente de arriba abajo en todas sus facetas, pues ha sido incluso fotógrafo e ilustradora.
–¡Pero eso son exageraciones! Se trata de oficios que requieren de la misma entrega que la literatura. Yo tengo una necesidad muy grande de expresarme y me expreso con lo que tengo en la mano, si es una cámara una cámara. Pero lo que me sostiene es el ejercicio poético.
–También hizo periodismo cultural. ¿Qué recuerda de esa etapa?
–Sí, durante muchos años, para ganarme la vida. De esa etapa recuerdo mucho trabajo y la premura de los tiempos de entrega. Horrible, mucho estrés, con el reloj en la cabeza todo el tiempo...
–Y, sobre todo, también ha sido narradora de literatura infantil con la serie de Ratón y vampiro.
–Ah, eso fue delicioso. Un regalo de la vida. Quise escribir unos cuentos para mis hijos y hacer que aquello que estaba en mi poesía entonces, que eran unas zonas muy oscuras, salieran a la luz con claridad, con gracia. Y gustó mucho porque tenía ingredientes de humor, de miedo... Situaciones muy divertidas y algunas iluminaciones.
–¿Ha notado cierto desprecio al género?
–Bueno, eso es desconocimiento, porque ahí hay una riqueza enorme. Yo cambiaría toda mi biblioteca de poesía completa por una buena biblioteca de literatura para niños.
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