El desconocido de la foto 51

Ciencia Abierta

Raymond Gosling, un científico desconocido, vital para el descubrimiento de la estructura del ADN

La fotografía 51. A la derecha se identifican los autores: Franklin y Gosling.

En numerosas ocasiones hemos escrito, desde esta página, sobre la concesión de los premios Nobel; así como de la escasa presencia de la mujer en los premios otorgados.

La reivindicación de la autoría de trabajos científicos por parte de mujeres, que la historia de la ciencia les ha negado, es una parte de esa historia que cada vez está más presente en los estudios sobre ciencia a diferentes niveles.

Probablemente, sea el caso de Rosalind Franklin (1920-1958) uno de los más difundidos y ya conocidos. Su papel esencial en el descubrimiento de la estructura del ADN aparece ya en los textos de educación secundaria y bachillerato, y es ejemplo de como se le puede “ningunear” a una mujer su trabajo en los laboratorios. Por supuesto que no es la única, pero tampoco es el único.

Quiero dedicar este Ciencia Abierta a la figura de Raymond Gosling (1926-2015), un gran desconocido, pero figura importante en toda la historia de cómo se dilucidó y dio a conocer la famosa estructura en doble hélice del ADN.

Cuando se cuenta la historia de Rosalind Franklin, y cómo se la apartó de los méritos que tuvo en ese descubrimiento, lo habitual es citar que Watson y Crick llegaron a conocer sus trabajos sin la autorización de la propia Rosalind. Cierto es que Maurice Wilkins (1916-2004), jefe de Rosalind, y cuyas relaciones con ella no eran muy buenas, mostró a Watson las imágenes del ADN obtenidas por difracción de rayos X. Esa visualización de la famosa foto 51 dio la clave a James Watson (1928), en cooperación con Francis Crick (1916-2004), para proponer la estructura del ADN.

Raymond Gosling, tras su jubilación.

En la imagen se muestra la famosa fotografía 51, tal como se conserva. De lo que se podía deducir de la estructura del ADN había que ser expertos en difracción de rayos X, y Watson estaba por entonces estudiando el tema, para obtener alguna conclusión.

Tal cuestión no nos interesa. Vemos en la imagen las huellas oxidadas de un clip (se suelen eliminar en muchos manuales que reproducen la imagen); y sobre todo vemos, con letra difícil de entender la identificación de los autores de la imagen y del material con que trabajaron. Se lee: “Franklin & Gosling Sodium thymonucleate Type B”. ¿Quién es Gosling?

En abril de 1953, la revista Nature publicó tres artículos, en páginas consecutivas. El primero: Watson JD, Crick FH: Molecular structure of nucleic acids; a structure for deoxyribose nucleic acid. Nature. 1953, 171: 737-738. Seguido por: Wilkins MHF, Stokes AR, Wilson HR: Molecular structure of deoxypentose nucleic acids. Nature. 1953, 171: 738-740. Y finalmente: Franklin RE, Gosling RG: Molecular configuration in sodium thymonucleate. Nature. 1953, 171: 740-741.

Watson, Crick y Wilkins obtendrían en 1962 el Nobel de Medicina, ya sabemos la historia, esa parte de la historia. Nada hubo para Alex Stokes (1919-2003), Herbert Wilson (1929-2008), Rosalind Franklin ni Raymond Gosling.

Raymond Gosling en sus años de estudiante.

Sería complejo explicar la falta de reconocimiento para los coautores del trabajo de Wilkins, Stokes y Wilson. Ambos eran físicos y matemáticos que ayudaron a explicar y comprender los resultados de las complejas imágenes que se obtenían cuando se les aplicaba la técnica de difracción de rayos a las muestras de moléculas biológicas.

Trabajo similar realizaba Rosalind que era la tutora y directora de Gosling.

Gosling, nacido el 15 de julio de 1926 en Wembley, estudió física en el University College de Londres entre 1944 y 1947. En 1948 se incorpora como estudiante investigador, con la idea de realizar su trabajo de tesis doctoral, bajo la dirección de Wilkins.

Los avances eran lentos, es difícil comprender ahora en qué condiciones se trabajaba por entonces, en un Reino Unido recién salido de la Segunda Guerra Mundial. En 1951, Gosling pasa a depender de la supervisión de Rosalind. Para entonces, Gosling ha conseguido un avance fundamental: ha cristalizado muestras de ADN mediante un método que le permite obtener fibras de ADN hidratado en una atmósfera de hidrógeno. Será sobre esas fibras de ADN que Rosalind y él mismo obtiene la famosa imagen 51. Sin esas fibras, no habría habido foto 51.

A partir de las muestras que obtenía Gosling se obtuvo la imagen de rayos X de la forma B (type B) de las estructuras para-cristalinas del ADN. Posteriormente, por dos años, se perfeccionó la técnica fotográfica y se obtuvieron imágenes más nítidas y de otras estructuras del ADN (el tipo A). De estos trabajos sobre técnicas de difracción de rayos X, Gosling termina en 1954 su tesis, dirigida por Franklin.

Solo había pasado un año desde la publicación de su artículo en Nature, pero por entonces la repercusión de aquel descubrimiento aún era pequeña.

En palabras del propio Gosling: “Bien, entonces una doble hélice, ¿y qué?”. Gosling abandonó el King College y dio clases de física en diversas universidades del Reino Unido y luego marchó a la University of the West Indies (Jamaica). En 1967 regresó al Reino Unido? y fue profesor de Física Aplicada a la Medicina en el Hospital Guy’s. En este puesto ayudó a desarrollar la tecnología médica de la evaluación vascular hemodinámica por ultrasonido doppler en el Grupo de Angiología No Invasiva, y creó la Unidad Clínica de angiología ultrasónica.

Con ello se dedicó a lo que inicialmente hubiera querido estudiar: medicina. Sin embargo en su juventud, su familia no le podía costar unos estudios muy largos por entonces, y su padre le orientó a una carrera más corta, por entonces, la Física.

En 2013, a los 60 años de aquel abril de 1953, Gosling recordaba aquellos años con distanciamiento y de sus palabras se obtienen grandes lecciones de cómo trabaja y de cómo se hace ciencia. Alejada de los estereotipos, prejuicios y errores, que muchas veces se comenten a la hora de enseñarla y que llevan a muchos estudiantes, hombres y mujeres, a creer que las ciencias no son lo suyo. Siempre hay cosas por descubrir.

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