el cine como excepción

Seleccionamos aquí cinco libros recientes sobre o en torno al cine y que merecen ser leídos y regalados, libros que resisten, como el propio arte del que hablan, ante la contaminación audiovisual

el cine como excepción
Manuel J. Lombardo

20 de diciembre 2015 - 05:00

Cada vez resulta más difícil encontrar buenos libros de cine entre la sobreabundancia de publicaciones sobre (series de) televisión que, de unos años a esta parte, han usurpado el lugar y el espacio que éstos tenían entre las editoriales y estanterías especializadas. Entre la moda y la necesidad de dar salida a las investigaciones académicas, este hecho apunta, parafraseando a Godard, que el cine bien podría ser ya hoy la excepción y la televisión y sus series, la norma. Si el cine es hoy más que nunca un gesto de resistencia a los cantos de sirena e hibridaciones del audiovisual, escribir sobre cine y cineastas, a secas, parece si cabe más a contracorriente, otra forma de resistencia avant la lettre.

Precisamente de ese tránsito del tiempo del cine a la era de la televisión o la publicidad se ocupaba, no sin evidente desencanto, Serge Daney en algunos pasajes de esa larga entrevista con Serge Toubiana que conforma Perseverancia, uno de los libros indispensables de la historia de la cinefilia, auténtico testamento (Daney moriría pocos meses después) que anuda vida y cine de quien fuera, con permiso de Bazin, el mejor y más lúcido de los críticos. Publicado ahora por primera vez en castellano por Shangrila, Perseverancia nos enseña las tripas y heridas abiertas de un apasionado Daney que rememora desde el ocaso aunque sin nostalgia alguna las películas que lo miraron en la infancia, su bautismo de las imágenes de la mano de Noche y niebla, sus días felices y no tan felices en Cahiers du cinéma, su gusto por el tenis y las postales, o su gran salto adelante en Trafic para acompañar no sólo la historia íntima de la cinefilia moderna, sino la propia historia de la segunda mitad del siglo XX y, posiblemente, la de la muerte del cine.

También imprescindibles y esenciales se nos antojan las Entrevistas (1943-1983) a Robert Bresson que su viuda Mylène Bresson ha reunido en orden cronológico de aparición a raíz del estreno de cada uno de sus filmes para el hermoso volumen que ha editado Intermedio. Estos diálogos a lo largo de cinco décadas con el director de Pickpocket, Mouchette y Al azar Baltasar dan una primera luz a las ideas depuradas y aforísticas que más adelante formarían parte de ese otro texto esencial que es Notas sobre el cinematógrafo (1975), pero además revelan aspectos biográficos o profesionales de la trayectoria de Bresson que normalmente quedaban eludidos por las cuestiones del estilo y la precisión tan determinantes en su trabajo.

Sin alejarnos mucho del contexto de estos dos libros, Escenas de vida paralela (Athenaica), posiblemente el mejor libro de cine editado este año en España, se adentra en las películas-fantasma de Jacques Rivette, quien precisamente fuera faro y compañero de batallas estéticas de Daney. El sevillano Francisco Algarín, editor de la revista Lumière, ha pulido y embellecido (cosa rara en el género) su brillante trabajo de investigación para convertirlo en un gozoso ejercicio de análisis textual entreverado de pasión y conocimiento que somete casi literalmente cada imagen del cine de Rivette a un auténtico viaje hacia el otro lado, intentando llenar esos agujeros que nos miran desde películas como Paris nous appartient, Céline et Julie vont en bateau, Out 1 o La bella mentirosa, para establecer un personal montaje entre los pasadizos, las correspondencias y los túneles que comunican unas con otras, con sus fantasmas orgánicos y vivientes, con Lumière, sí, pero también con Méliès, en un mismo y luminoso trazo.

No es menos ambicioso lo que se propone Rafael R. Tranche en Del papel al plano. El proceso de la creación cinematográfico (Alianza), un auténtico tratado, minucioso y sistemático, más orientado a su función de manual docente, sobre ese concepto de la "puesta en escena" que tantas veces se menciona sin demasiada precisión y que tanto ha servido, por ejemplo, para definir la política de los autores. Tranche estudia este proceso de trasvase de lo literario a lo audiovisual y sus etapas prácticas desde una triple perspectiva teórica, histórica y técnico-expresiva, en un recorrido plagado de ejemplos, análisis, ilustraciones y diagramas, que nos lleva del cine primitivo a la formulación narrativa del espacio en Griffith, de la puesta en escena en profundidad y el plano secuencia de Welles y Mizoguchi a la geografía del drama de interiores de Ozu, del espacio no visible de Bresson al espacio global y la acción simultánea en Tati, de las arquitecturas visuales de Antonioni al espacio habitado por el tiempo en Angelopoulos.

Y bueno, en fin, también hemos de reconocer con deportividad que, en ocasiones, la alianza entre el cine y la televisión encuentra buenas y fructíferas intersecciones. Y si vienen de la mano de Shakespeare, como nos proponen Jordi Balló y Xavier Pérez en El mundo, un escenario (Anagrama), toda resistencia es menor. En la estela de ensayos previos como La semilla inmortal y Yo ya he estado aquí, los autores se proponen rastrear entre la producción contemporánea las (numerosas) huellas del corpus shakesperiano y la pervivencia de sus mecanismos dramáticos (los comienzos in media res, la coralidad de personajes y situaciones, la dramatización de la naturaleza, la mezcla de comedia y tragedia o el paroxismo de la violencia), a través de una selección de títulos que van de Haneke a Tarr, de Almodóvar a Sorkin, de Juego de Tronos a Breaking Bad, en un libro que nos dice mucho, e incluso bueno, de la actual ficción audiovisual y de un mundo que "camina hacia su constante autorrepresentación".

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