"Tengo un compromiso con mis ideas, no con un partido político"
michelle roche. ganadora del V premio de narrativa francisco ayala
La narradora se alzó con el galardón gracias a una colección de cuentos donde reflexiona sobre las relaciones en familia "te formen o te deformen"
Granada/La escritora Michelle Roche Rodríguez (Caracas, 1979) nació en el seno de una familia liberal y atea. Sin embargo, sus progenitores decidieron meterla en un colegio del Opus Dei para hacer de ella "una mujer decente". "Pobres, perdieron el dinero", bromea. Decía el filósofo griego que "la contradicción está en el origen de todas las cosas". Para Roche, la contradicción misma es el origen de su inspiración en Gente decente, la colección de cuentos con la que ha ganado este año el V Premio de Narrativa Francisco Ayala. "Eso es lo que te da el retrato de la familia, las grandes contradicciones", reflexiona. El jurado, entre el que se encuentra Marta Sanz, ha galardonado a la autora porque su obra es "fruto de una sólida voz narrativa".
El libro aborda desde diferentes voces las relaciones familiares. "Trabajo básicamente con dos temas: el feminismo y la identidad. La familia es donde uno comienza a configurar su identidad personal. Comienzas a verte distinta a tus padres, a tus hermanos. Para o para mal, la familia te forma o te deforma", reconoce. La colección con ochos relatos cortos explora diferentes identidades: dos hermanas que se enfrentan a un padrastro siniestro; un abuelo que llega desde la Alemania nazi a un carnaval; una pareja que, con muchas dificultades, intenta tener un hijo; unos padres que se enfrentan al acoso escolar. Gente muy diferente, pero con dos aspectos en común. "Vistas de cerca no son tan decentes como uno pensaría. Fíjate en aquellas familias que se precian de beatas, de católicas, son de repente personas que perpetran una violencia muy profunda el uno contra el otro; o esa familia tan liberales que en el fondo encierra enormes contradicciones -como la suya-", explica con una sinceridad vacilante.
La otra característica común en todos los personajes es que pertenecen a un clase social media baja o baja. La escritora no concibe otra cosa: "Tengo que trabajar en la narrativa con realidad. Es un registro social bajo, sí, pero es que la literatura tiene que mostrarla". También piensa que los escritores tienden "a alienarse y a trabajar consigo mismo, con su ombligo y con su mundo anterior". Ella tiene un compromiso "no con un partido político sino con unas ideas, unas opiniones y una filosofía". Eso se ve reflejado especialmente en Lata de galletas, donde se leen algunas frases estremecedoras: "No lo entiendes, querida, nosotras somos accesorios de los hombres". "La que lo dice representa a la mujer que trabaja. Es la que lleva el pan a la casa. Ella toma la posición que tradicionalmente se le ha reservado a los hombres y, aún así, a pesar de su supuesta independencia, está con un tipo que no es nada", reflexiona la alumna de la Universidad Complutense de Madrid matriculada en Estudios de Género declarada "feminista".
Otro de los relatos, titulado Mamadoras de gallo, más interesantes compara al régimen venezolano con un niño que hace bullyng. "Un compañero me contaba que su hija lo sufría. La historia al principio no tenía alusiones a mi país. En mundos como el venezolano o eres víctima o eres victimario. Es duro vivir allí. Aunque yo no me vine por miedo, me vine para formarme. Además, allí no puedo desarrollarme como escritora porque vivimos aislados", cuenta. Se molesta a menudo cuando le preguntan por Podemos y su relación con Venezuela; o por su opinión acerca de la pena de cárcel por tuits. "Aquí al menos hay un juicio. España vive en un estado de derecho, Venezuela no", concluye.
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