La contabilidad poética

José Carlos Rosales - Poeta

20 de noviembre 2016 - 16:46

HAY una zona de la mirada poética de Ángeles Mora que se construye deteniéndose en los minúsculos acontecimientos de cada día, asuntos pequeños, temas sin importancia aparente como el canto de un pájaro, planchar una camisa, el ordenador que nunca se cierra o el desorden temporal de los platos en una cocina prorrogada, expectante. Estas experiencias son experiencias comunes, están al alcance de cualquiera, convivimos con ellas sin percibir del todo su valor o su sentido: luego llega la mirada poética de Ángeles Mora y desbarata su anonimato para hacernos ver o sentir lo que está oculto bajo ese tiempo supuestamente vacío de la vida diaria, la vida sin color, esa vida sin brillo donde cada uno de nosotros somos lo que somos, una vida ficticia, la vida más real. Y ese conjunto de anécdotas o situaciones casi siempre adoptan una tonalidad de inventario o balance como ocurría en Bajo la alfombra (2008) y como ocurre en Ficciones para una autobiografía (2015), libro felizmente distinguido con el Premio Nacional de Poesía.

Uno de esos elementos cotidianos es el dinero. No estoy pensando ahora en el dinero de las grandes cifras, corporaciones o desfalcos; pienso en el dinero de cada día, calderilla o menudo (así lo llaman todavía en Cuba), las monedas con las que conseguimos respirar de vez en cuando: un periódico o una cerveza, una barra de pan o el billete del transporte público. Así que no resulta extraño que encontremos referencias (directas o metafóricas) a este espinoso asunto del dinero en la poesía de Ángeles Mora. No olvidemos, sin embargo, que el tema del dinero es un pozo sin fondo, no sólo para los economistas sino también para los poetas; aunque, ya se sabe, los escritores y las escritoras no se refieren a él de la misma manera, entre otras razones porque las mujeres no se relacionan con el dinero del mismo modo que los hombres. La mayor parte del dinero circulante está en manos masculinas. La mayor parte de las transacciones electrónicas no las hacen las mujeres. Y así sucesivamente. De ahí que se vuelva verosímil (no sólo emocionante) el poema Gastos fijos que Ángeles Mora publicó en La dama errante (1990): "Estuve haciendo cuentas / pues no sé hacer milagros / ni esas cosas que dicen / sabemos las mujeres. // Y ahora que estás lejos me pregunto / si acaso vivir sola / no me cuesta más caro." Pensemos que los gastos fijos de una mujer (con hijos y marido) no son los mismos que los de un hombre. Que las mujeres con responsabilidades familiares intentan hacer verdaderos milagros económicos: hacen cuentas, estiran su presupuesto y no ven la manera de reducir la cifra de sus gastos fijos, todo les cuesta demasiado.

En Ficciones para una autobiografía encontramos otro poema construido metafóricamente bajo el prisma de la contabilidad femenina y/o doméstica. Su título es revelador, Dinero de bolsillo. Dice así: "Se aconseja no cotizar en bolsa. / Una mujer no aprende / el ínfimo valor de su moneda / hasta que no circula / en el devaluado / mercado de las letras / de cambio." También aquí hay una referencia (¿sólo metafórica?) al valor de las cosas pequeñas, en este caso al dinero de bolsillo, esas monedas con las que nunca podríamos especular. Pero también hay algo más: la constatación de que las monedas de las mujeres cotizan poco, de que su pequeño valor no será demandado; pues en el mercado simbólico de "las letras de cambio" nadie pujará por la moneda femenina, represente lo que represente: su entrega sentimental, su respetabilidad laboral o su veracidad existencial o biográfica. Parece como si la autora de La dama errante nos desvelara a todos (no sólo a las mujeres) lo que ya sabemos y teníamos olvidado: nuestro dinero de bolsillo casi no vale para nada, nuestros gastos fijos nos saldrán muy caros, sobre todo a las mujeres.

Contabilidad poética podríamos llamar a esta mirada de Ángeles Mora: mirar el mundo pero mirar también lo que llevamos en los bolsillos, y saber que antes o después hay que pagar un precio, que hacer cuentas nos llenará de inquietud o que aquello que somos (o queríamos ser) está devaluado, está devaluándose. Así que hagamos inventario y bienvenido sea este Premio Nacional de Poesía: enhorabuena, querida Ángeles.

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