"No creo en Dios, pero si existe, desde luego es muy mal guionista"

El escritor presentó ayer en la Casa de los Tiros 'Un koala en el armario' un conjunto de 52 microrrelatos con personajes y objetos que están fuera de lugar

Cutillas, ayer, en la Casa de los Tiros.
Cutillas, ayer, en la Casa de los Tiros.
G. C. / Granada

08 de abril 2010 - 05:00

Un objeto inocuo, fuera de lugar y contexto, provoca inevitablemente un escalofrío de inquietud. En este terreno se mueve Un koala en el armario (Cuadernos del vigía), de Ginés S. Cutillas, 52 microrrelatos por donde desfilan enamorados vergonzosos, ateos, supervivientes natos, niños inquietantes, pueblos cobardes, personajes en busca de santuarios...

-'Un koala en el armario'. La primera hipótesis es que se trata de un koala homosexual...

-En absoluto, aunque podría serlo, eso da igual. Si entendemos el relato como un secreto que se quiere desvelar, descubrir un koala en el armario arranca precisamente el deseo de saber qué hace ese animal ahí, el deseo de descubrir la historia de cómo ha ido a parar ese koala, ese secreto, a algo tan cotidiano como es nuestro armario, nuestra vida.

-Quim Monzó, en uno de sus relatos de 'El porqué de las cosas', retrata a un escritor que ha terminado el cuento perfecto. Al final acaba en la papelera porque no encuentra el título adecuado. ¿Cómo resume el título del libro su contenido?

-El espíritu del libro lo resume perfectamente el título. En total hay 52 cuentos que se impregnan de ese halo. La mayoría son situaciones normales en las que de pronto irrumpe un objeto o animal que no debería estar allí y precipita la acción de los personajes. Son objetos, personas o animales que están fuera de lugar, de hecho se pensó en ese título para el libro (Fuera de lugar) porque también resumía una etapa de mi vida.

-¿Cómo ha encajado los diferentes cuentos para no perder la 'tensión dramática' en el conjunto del libro?

-De alrededor de 200 microrrelatos se fueron eligiendo aquellos que guardaban cierta relación para conseguir un libro homogéneo. Se sacrificaron algunos que quizá rompían un poco el tono fantástico y amable que respira el libro.

-¿Con qué cuento se sigue aún sonriendo?

-Hay varios a los que guardo especial cariño. Algunos me remiten indudablemente a alguna persona o situación. Otros, me recuerdan el momento en qué fueron escritos y sus motivos, o me transportan a unos días mágicos en Cuba. Hay uno en concreto (Dark side of the spoon) que tiene una sola línea y que me pasé un mes discutiendo con el editor porque quería cambiar el "final". Cada vez que algún amigo lo nombra, cambiamos de tema inmediatamente.

-¿Qué personajes desfilan por las páginas?

-Hay de todo. Desde escritores atormentados por las musas a hombres que siguen esperando, pasando por eternos fugitivos, inconformistas de la realidad que les ha tocado vivir, enamorados vergonzosos, ateos, supervivientes natos, niños inquietantes, pueblos cobardes, personajes en busca de santuarios y salvaciones que nunca acaban de llegar de una forma clara, obsesos del doble...

-¿Cuál es la fórmula mágica de un buen cuento?

-Creo que el ingrediente básico de un buen cuento es saber atrapar la atención del lector. Que quiera saber más, que quiera llegar al final del relato dosificándole la información de tal manera que ni se aburra ni prevea las cosas. No es fácil.

-Si se analizan convenientemente, ¿los cuentos para niños son los más inquietantes? ¿Qué cuento le ha perseguido desde su infancia?

-Hubo una época que me obsesionó Poe y en especial su cuento El pozo y el péndulo en el que un hombre, sin previa explicación, aparece en una habitación en la que no puede ver nada con un gran pozo en su centro y una especie de guillotina oscilante que surca su cabeza. Poe es un maestro en situar personajes en situaciones imposibles y dejar que actúen. Otros cuentos que me han perseguido desde siempre pueden ser Casa tomada de Cortázar o El Horla de Maupassant.

-¿Es el microrrelato un género cercano a la canción como lo es la poesía?

-Quizá el microrrelato sea como el género del relato despojado de todas sus capas externas innecesarias y decorado con cierto lirismo que estaría más cerca de la poesía que de la música. Es cierto que los microrrelatos deben tener cierto ritmo pero en absoluto los veo como canciones.

-¿Qué le ha aportado la ciudad de Granada a su imaginario fantástico?

-No vivo aquí ya aunque mi relación con la ciudad es muy íntima y de hecho mucha gente me relaciona con Granada. Creo que con lo que he vivido en ella no podré, ni querré romper nunca ese vínculo. Soy de Valencia pero actualmente vivo en Barcelona. Aquí viví 4 años y cada cierto tiempo vuelvo por temas literarios o personales. En diciembre pasado decidí fijar mi residencia de nuevo en Barcelona donde ya había vivido siete años. Granada, con su imaginario inherente y su idiosincrasia particular me ha aportado mucho, desde formar parte de los Patafísicos del amigo Olgoso, hasta conocer las leyendas y agujeros (literalmente) más increíbles de la ciudad. Pero lo que realmente me ha aportado es la relación con los colegas escritores, la mayoría curiosamente poetas y no relatistas, que me han hecho crecer literaria y personalmente. Sin duda, este libro debe a Granada más que cualquier otra ciudad.

-¿Cuál ha sido la última vez que se ha sentido como el protagonista de un microrrelato?

-En los últimos meses he vivido situaciones en las que las circunstancias me han puesto al límite y cuando pensaba que no podía ir peor, un nuevo giro argumental lo empeoraba todavía más, regla básica de las peores TV movies de sobremesa. No creo en Dios, pero si existe, desde luego es muy mal guionista.

-¿El género breve es el que exige lectores más preparados?

-Sin duda, el microrrelato es el rey de la elipsis. El lector tiene que rellenar los huecos que el autor obvia, estableciendo una complicidad entre ambos que quizá sólo consiga este género. La cultura y la capacidad de relacionar temas del lector son determinantes.

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