Juan Vida, el sabio hacedor de un hecho claro y conciso
El pintor granadino expone en el Museo Casa de los Tiros una selección de sus carteles de los festivales de jazz granadinos
Granada/Cuando Juan Vida entra a formar parte de lleno en el panorama artístico, el arte granadino todavía se sacudía los duraderos esquemas de una tradición pacata con muchos esquemas que requerían formas más adecuada a una Modernidad artística que en todo el mundo era un hecho manifiesto. En la ciudad, sólo aquella referencia buena que se producía en los determinantes espacios del Banco de Granada, con magníficas exposiciones que llenaban de entidad lo artístico – allí, en la sala de la Gran Vía se pudieron contemplar muestras de Manuel Ángeles Ortiz, Alberto Sánchez, Benjamín Palencia, Eusebio Sempere, José Guerrero, Antoni Tapies, Marc Chagall, Joan Miró, Pablo Palazuelo, Martín Chirino, por citar sólo algunos grandes autores-, así como significativas actuaciones en la Fundación Rodríguez-Acosta o las expectantes proposiciones que empezaban a hacerse realidad desde la Diputación Provincial. Era el momento en el que ciertos artistas de calidad contrastada continuaban la senda abierta en lo moderno por Pepe Lomas, Manini Ximénez de Cisneros, Dolores Montijano, Julio Espadafor, Eduardo Fresneda, Vicente Brito, entre otros, y Juan Manuel Brazam, Paco Lagares, Pedro Garciaarias, Marite Martín Vivaldi, Antonio Ávila o Julio Juste, entre otros, daban cuerpo a aquella modernidad que se quería conquistada y en abierta expansión. Juan Vida llega dando mucho sentido a una pintura que, en muy poco tiempo, iba a posocionarse en lo mejor del arte español. Juan Vida ha sido en estas décadas un pintor de absoluta referencia; artista de artistas y un autor en quien confiar.
Evolución
A Juan Vida lo hemos visto en estos años planteando una obra de muy amplio espectro; sabiendo conjugar muchos registros y abriendo perspectivas artísticas con la mejor y más sensata dimensión de un arte al que él le ha dado máxima consideración y un lenguaje lleno de personalidad e indiscutible valía. La pintura de Juan Vida, desde un principio, ha dejado entrever unos planteamientos artísticos muy bien acondicionados en fondo y forma; obra valiente que nunca ha sucumbido a las imposiciones de modas ni a los intereses espurios de los manipuladores de lo artístico y que ha aportado claridad, solvencia y entidad a una pintura sin fisuras que dejaba traslucir los postulados de un lenguaje que llega a ser personal e intransferible.
La obra del pintor granadino se ha visto quemando muchas y variadas etapas en las que los más determinantes argumentos de la figuración marcaban las rutas representativas que el autor iba queriendo, abriendo los horizontes para que ese estamento realista no fuera una única vía de expresión y de significación. La realidad se mostraba tras el adecuado aporte conceptual; esa idea que surgía para desenmascarar pictóricamente un hecho bien concebido. Concepto y pintura que se fundían en un crisol consciente para potenciar una pintura que desentrañaba los límites de una realidad que Juan Vida ajustaba perfectamente en continente y contenido. Así lo hemos visto como constructor de paisajes donde los horizontes de la realidad marcaban muy bien desarrollados los límites de lo real dejando, siempre, abierto un espacio para un íntimo desenlace creativo; también, como ejecutor de retratos, en ellos la apariencia del modelo dejaba flotar sus esquemas emocionales, sus sentimientos y diferencias psicológicas. Ha sido un relator de escenas, con protagonistas cercanos a su entorno y elementos constitutivos que apoyaban y magnificaban la realidad de lo proyectado. En todas su obras, el artista se ha apoyado en constantes representativas que marcaban una especialísima iconografía: niños, animales, juguetes, toboganes, pelotas que potenciaban un paisaje donde lo real y lo imaginado fundían felizmente sus fronteras. Y Juan Vida ha sido consumado cartelista. Se demuestra en esta exposición en el granadino Museo Casa de los Tiros.
El cartelismo
El cartelismo es algo complejo y con muchísimas posiciones que, a veces, se convierten en asuntos espinosos. Sobre todo, en estos momentos, en los que algunos carteles dejan de serlo para convertirse en testimonios espurios de ciertas actuaciones que dejan lo artístico para establecerse en una suerte de disparates que sólo sirven para confundir y maximar el mundo exagerado de alharacas que muchas veces tiene lo artístico. Me remito a ciertos carteles, sobre todo, de Semana Santa, que cada año es la equívoca manifestación de lo que no debería ser nunca un cartel. Y en eso tiene la misma culpa los propios artistas que los hacen y las instituciones que los encargan. En Sevilla, la Semana Santa pasada, el cartel que debería anunciar tan magno acontecimiento se convirtió en algo que trascendió la propia Semana Santa y llegó a convertirse en noticia nacional. Todo porque una obra, muy bien pintada, salida de las manos de un conocido pintor sevillano, cambió los gustos semanasanteros de la gente y se organizó una especie de 'verdún' que fue noticia en los principales medios de comunicación.
Un cartel debe ser la imagen que proclame a la gente el evento que se va a realizar. Hoy, en bastantes ocasiones, el objetivo primordial ha dejado paso a otras serie de consideraciones. Juan Vida que es creador de amplias estructuras pictóricas ha asumido el reto del cartelismo con clase, solvencia y justa manifestación de lo que ha de ser un cartel. Desde 1980 ha sido el autor del cartel que anunciaba los Festivales de Jazz de Granada y Almuñécar. Desde un principio, su obra se ha planteado con todo el rigor que tiene que tener esste tipo de manifestaciones. Han sido carteles sobrios donde la iconografía del jazz surgía sin intermediarios; sólo los elementos que el autor establecía para su trabajo. Son obras claras, sin confusiones ni arbitrarios conceptos ininteligibles o determinantes actuaciones para honor y gloria del pintor, aunque esto fuese en detrimento de la institución o del hecho a anunciar,
La exposición, justa, rigurosa, exacta y sin complicaciones nos conduce por la realidad del jazz, por sus personajes, por sus instrumentos, por la propia esencia del mismo. Juan Vida lo hace sin rodeos, sin brindis al sol ni efectismos epatantes. Los carteles son de gran pureza compositiva y redunda en el conocimiento absoluto de lo que debe ser una obra de este tipo.
Una vez más Juan vida sabe lo que hace porque sus ideas, en esto como en otros órdenes de lo artístico, es sabio hacedor de buenas circunstancias.
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