El 'duende' lorquiano: un terremoto estético inventado por el propio poeta

El investigador de la UGR José Javier León defiende que Lorca creó la nueva acepción de la palabra, contradiciendo su afirmación de que era un término de uso común en España

Una de las imágenes que se exhibió en la exposición 'Teoría del duende'.
Una de las imágenes que se exhibió en la exposición 'Teoría del duende'.
Belén Rico Granada

01 de febrero 2016 - 05:00

Duende, ese "encanto misterioso e inefable" según la definición del Diccionario de la Real Academia, no existía como tal antes de que Lorca lo inventara, o al menos sintetizara todos su ingredientes en un solo término léxico que explicó en su célebre conferencia. Si él es el responsable de esa nueva acepción de la palabra es justo que lo recoja así la Academia, como ocurre con otras entradas surgidas del quehacer de escritores, como greguería, que se describe como "invención literaria del escritor español Ramón Gómez de la Serna, que consiste en una metáfora breve e ingeniosa" o esperpento "concepción literaria creada por Ramón María del Valle-Inclán hacia 1920, en la que se deforma la realidad acentuando sus rasgos grotescos".

Ese es uno de los aspectos que defiende el investigador de la Universidad de Granada José Javier León en su flamante tesis doctoral El duende lorquiano.De hallazgo poético a lugar común flamenco, en la que ha contado con la dirección del catedrático de Literatura Andrés Soria Olmedo. "He demostrado que Lorca, al establecer la extensión geográfica (léxico-semántica) de su 'duende' y de la expresión asociada 'tener duende', miente, manipula o exagera para sus propósitos, claro está, de índole estética. Lo que él dice que era de uso común hacia 1933 no lo era en absoluto. Nadie había reparado en esto porque todos los estudiosos y articulistas de a pie, y hasta la Real Academia, dan por válidas las tajantes palabras de Lorca", explica León, quien comenta que la idea se la dio su propia infancia y su familia: "Jamás les escuché usar esa expresión".

Así responde el investigador a la afirmación de Lorca en su conferencia Juego y teoría del duende, pronunciada el 20 de octubre de 1933 en la Sociedad de Amigos del Arte de Buenos Aires. "En toda Andalucía, roca de Jaén y caracola de Cádiz, la gente habla constantemente del duende y lo descubre en cuanto sale con instinto eficaz".

"Esto no significa que no haya un duende anterior al lorquiano, ya flamenco, pero muy diferente del inventado por el granadino. Existe, es apabullante, es sevillano, y nadie ha reparado en él", explica León en referencia al uso del término en el periódico hispalense El liberal. "Lorca pudo conocer personalmente al sevillano que aireó a aquel duende más físico que metafísico en la prensa", señala sobre ese uso pre-lorquiano referido únicamente a una cualidad vocal y que carece aún del toque de inefable, misterioso, casi esotérico que le confirió luego el autor de Fuente Vaqueros.

"Defiendo, pues, la condición neológica de la palabra duende. Es un neologismo de sentido y de autor. Lorca acuña nuevos y decisivos sentidos para la palabra", comenta el especialista.

Y para esa creación y concepción del nuevo duende lorquiano, León señala en su tesis la importancia de un triunvirato infravalorado por la crítica. "He postulado la existencia de un triángulo de creadores de primera línea cuyas vidas se imbrican y cuyas obras se influyen al nivel del estudiadísimo Lorca-Dalí-Buñuel: el que conforman Lorca-Argentinita-Sánchez Mejías".

"Hay una conferencia maravillosa, El pase de la muerte, que Ignacio dio en Nueva York y que Federico presentó, ante la más que segura presencia de Argentinita. Creo haber demostrado la enorme influencia de aquel texto en la obra lorquiana", apunta el estudioso, quien señala otra novedad de interés para filólogos y para flamencólogos: "Estoy casi seguro de haber identificado el soporte real, biográfico de varios personajes que aparecen en la anécdota más famosa de la flamencología: la que protagoniza La Niña de los Peines en una tabernilla de Cádiz. He localizado al supuesto Pablo Murube, he desvelado por completo a los hasta ahora misteriosísomos Floridas (esto será una pequeña bomba en el mundo de la flamencología, y aún no me creo que nadie haya leído correctamente la palabra en el manuscrito antes de mi propuesta), he ahondado en las implicaciones de lo que predica Federico sobre Elvira la Caliente e identificado la fuente real del hombre que le dice a la Niña de los Peines con sarcasmo '¡Viva París!".

Tanta importancia da el especialista a esta amistad a tres bandas, que ha dedicado cuatro capítulos de los 13 que tiene su tesis a analizarla. "He proclamado a la cupletista y el torero como los verdaderos virgilios de la inmersión del poeta en territorio flamenco bajoandaluz y llave de la vedada, para los profanos, juerga. Se produce una especie de "conversión" bajoandaluza en Lorca hacia 1933: el eje Triana-Jerez-Cádiz lo ha cautivado".

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