"El Prado es un museo en cuarentena ideológica y, por tanto, un lugar peligroso"
Entrevista Peio H. Riaño | Escritor
El periodista plantea en el libro 'Las invisibles' un relato feminista sobre la historia del arte donde se incluyan a las mujeres silenciadas frente al discurso anacrónico de la pinacoteca madrileña
Granada/Ninguna mujer ha dirigido el Prado desde su apertura hace 200 años. Si uno visita la institución madrileña verá a numerosas féminas retratadas, pero casi -o ninguna- firmando algunos de los más de 1.150 cuadros colgados en la pinacoteca. El museo esperó hasta 2016 para dedicarle una exposición temporal por primera vez a una artista, en concreto a la precursora del bodegón Clara Peeters. Hasta hace unos meses Giulia Lama era descrita por el espacio cultural como una pintora "de personalidad esquiva y retirada, fea de rostro" (el año pasado se cambió el texto).
"El museo está legitimando una historia del arte a través de varios cuadros. Planteo una nueva narración deconstruida con los métodos de un historiador del arte y relatada con las herramientas de un periodista. A partir de ahí, propongo derrotar la historiografía del siglo XIX que emerge para ilustrar un momento histórico terrible para la mujer en el que ellas reclamaron sus derechos, nunca alcanzados, y ellos se dedicaron a destruirlas. Y a prohibirlas. En ese movimiento de contraofensiva feminista es cuando se construyen los museos. Ahora estamos viviendo lo mismo", explica Peio H. Riaño (Madrid, 1975), el autor de Las invisibles. ¿Por qué el Museo del Prado ignora a las mujeres? (Capitán Swing, 2020).
El libro funciona como "una guía contra las ausencias, las vejaciones, los eufemismos y los silencios que han hecho desaparecer a la mitad de la población, con una violencia soterrada y a la vista". En él, el escritor descubre a importantes pintoras de la colección del Prado como Rosa Bonheur, Sofonisba Anguissola, Artemisia Gentisleschi y la propia Peeters. También habla de "la salsarrosización del arte, que no se ha atrevido a reducir la creatividad de los hombres a un perfil psicológico o una anécdota (como sí ha ocurrido con las mujeres)", critica el periodista, que dice estar a favor de las cuotas y ser consciente del enorme techo de cristal en el sector de la cultura y la gestión del patrimonio español.
-El otro día me hablaban de los criterios de calidad en el arte para justificar que no hubiera más mujeres expuestas en el Prado. ¿Qué opina?
-Si se habla de un criterio de calidad es la excusa que el machismo siempre ha empleado para expulsar a las mujeres de los museos. La condición de genio fue una creación del hombre para que ellas no entraran, dado que ellas nunca tuvieron la posibilidad ni la oportunidad de formarse y construirse como artista. Tuvieron ese derecho prohibido y ellos lo convirtieron en un privilegio que solamente usaron para ello. Hablar de los criterios de calidad en el siglo XXI para justificar la expulsión de las mujeres me parece un anacronismo y, sobre todo, un insulto. Mujeres de esa calidad patriarcal hay más que suficientes para tenerlas expuestas. En el mercado hay obras de mujeres de calidad que no se adquieren y que no compra el Museo del Prado porque no tiene ninguna intención de comprarlas. No hay ninguna línea de investigación de perspectiva de género en el Prado. Se prefiere no hacerlo y poner la excusa de que las mujeres son malas pintoras.
-"No hay nada inocente en el arte ni en los museos. No hay neutralidad en las imágenes ni en los discursos". ¿Cómo se lo hacemos entender eso al público?
-Contándoselo tal cual. Hay que decirle al público que el museo es un discurso político e ideológico. No se puede seguir ocultando esa realidad al ciudadano que paga, mantiene y adora a un museo como el Prado.
-Al inicio del libro, habla de su experiencia como estudiante de Historia del Arte. Ni una mujer en el temario. ¿Hay que cambiar radicalmente los currículos educativos?
-Hace dos semanas el publicó en el BOE el temario de la EVAU (Selectividad) y en Fundamentos del Arte II, que es la asignatura de arte que es toca a los estudiantes, solamente hay tres mujeres: Tamara de Lempicka, Mary Cassatt y Berthe Morisot. Seguimos igual. La mujer tiene una carencia de reconocimiento en la maquinaria cultural de nuestros días injustificable. En 2007 se aprobó una ley que obliga a las instituciones públicas a luchar por la igualdad y no a mirar para otro lado.
-Afirma que la pinacoteca madrileña está "llena de violaciones que despachan los mitos. El único rapto que hay en el museo es el de la palabra violación, que ha sido secuestrada para que no moleste la apacible vista". ¿Qué debería hacer el museo además de cambiar las cartelas?
-Hay que deconstruir el relato, crear una nueva narración, para un siglo en el que está actuando y operando. El museo lo que debería hacer es incluir a las mujeres básicamente. Tenerlas en cuenta, contar cuál ha sido su relato, saber dirigirse a las ciudadanas de este siglo. Cuando un museo no se expresa de la manera en la que nos expresamos hoy es que está ocultando algo. Está siendo cómplice de una cultura que estamos intentado derrocar: la cultura de la violación. Para construir un sujeto social respetuoso y consciente de la violencia machista, el museo debe tomar partido y ser una institución pública digna de los ciudadanos que la mantienen.
-"Ya en el siglo XIX las mujeres desnudas, sumisas y complacientes eran un espectáculo de buen gusto para los hombres de traje con bastón y copa". ¿Queda mucho para cambiar esa idea de mujer musa, objeto de deseo?
-rNo sé cuánto queda, pero desde luego es una imagen que el museo está legitimando a día de hoy, que es una construcción propia y fraudulenta de la historia del arte del siglo XIX que tuvo unos intereses muy concretos para destruir a la mujer, y que hoy el Prado mantiene con hechos tan simbólicos como la sala de las musas, una sala capital dentro de la estructura del museo, y es un eje desde el cual se originan varias salas. Es una proclamación de la única presencia que tiene la mujer en este museo como musa y objeto de degustación del hombre. Hay cuadros como La perla y la ola que lo confirman.
-¿Qué hacemos con ellos?
-No propongo un cambio de la historia, ni que descuelguen las pinturas o censuren nada. Un cambio del relato de la historia. No se puede seguir permitiendo una lectura de la mujer como un objeto de deseo. No se puede seguir legitimando y justificando el techo de cristal de las mujeres. Es lo que ocurre en la sala en al que expone a Juana la Loca. El título es el original. El museo necesita contextualizarse. Ahora se exhibe sin ningún contexto histórico. Sólo la cartela de Rosa Bonheur atiende a las condiciones sociales de la contemporaneidad. Sólo una cartela de todas las explicaciones que se dan en el museo puede justificarse en nuestro siglo. Es un motivo de esperanza y de vergüenza.
-La pinacoteca dedicó su primera temporal a una mujer en 2016, a Clara Peteers. ¿Es un primer paso hacia la igualdad?
-Sí, es importante el rescate y la investigación de pintoras para acabar con la idea de que las pintoras que ha habido no tienen la calidad de los pintores. Aún así, es insuficiente. Al final las exposiciones temporales dedicadas a mujeres se están convirtiendo en estos días en un blanqueamiento del machismo imperante. Donde tiene que verse la intención es en el dinero y en la compra de arte. En los últimos últimos diez años sólo se han comprado tres cuadros de tres mujeres, se ha gastado en ello 70.000 euros, y en el mismo espacio de tiempo se ha comprado obra de más de 120 pintores y se ha invertido 20 millones de euros. Esas desigualdades económicas deben de detenerse ya y remediarse. En estos momentos el Prado es un museo en cuarentena ideológica. Hasta que no se rectifique esa cuarentena, el museo es un lugar peligroso para el siglo XXI y para la sociedad a la que aspiramos convertirnos.
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