"El fenómeno de los jóvenes poetas 'best seller' es la constatación de nuestra ruina"

Jesús Montiel | Poeta

El escritor granadino publica 'Notas a pie de instante', un sabio y profundo ejercicio de prosa poética

El escritor granadino posa, cigarro en mano, durante una sesión promocional de fotografía. / Salvador Pérez Dueñas
Isabel Vargas

20 de febrero 2018 - 02:33

Granada/La diferencia fundamental entre la buena y la mala poesía es que la primera hace que el lector se remueva, mientras que la segunda le hace apartar la mirada en seguida, como si éste sintiera vergüenza ajena. Cuando uno lee a Jesús Montiel (Granada, 1984), se ve alumbrado por su literatura y desea pasar la tarde sin más ocupación que devorar sus versos.

"Dedicar toda una tarde a un poema en un mundo donde prima la inmediatez y el beneficio es pura revolución. Mucho más que las pancartas", afirma en Notas a pie de instante (Esdrújula, 2018), su nuevo libro donde se pasa a la prosa, pero sin renunciar a su mirada poética. Una mirada que despierta la afinidad, la familiaridad, entre el público porque habla de amor, de sus hijos, de la naturaleza, de situaciones cotidianas en las que uno se ve reflejado.

Influido por Christian Bobin, "iba anotando los instantes que a mí me zarandeaban en esta especie de cuaderno, escrito como si fuera un diario", resume el poeta, escritor, profesor de Lengua y Literatura en la UGR, y ganador de la XXXI edición del Premio Hiperión de poesía.

-"El asombro es la médula de este libro", dice Juan Gracia Armendáriz sobre Notas a pie de instante. ¿La capacidad de asombrarse por cosas cotidianas le ha llevado a escribir este libro?

-Sí. Algo que tengo presente siempre es el asombro. La literatura, como cualquier forma de arte, nace de la extrañeza frente a la realidad, es decir, el sentirte extraño en la vida. Lo que me resulta raro a mí es vivir acostumbrando a estar vivo. Partiendo de esa extrañeza, surge toda mi literatura.

-Dice Armendáriz que prefiere "la amistad de los árboles, la cercanía de los hijos, la familia, el amor, un viaje en coche y, siempre, al fondo, la Naturaleza transmutada en expresión de lo sagrado". ¿Hay más belleza en la vida de alguien corriente que en la de una estrella de Hollywood?

-Las historias bellas, la belleza, anida en las cosas más sencillas. La poesía está en una taza de café, en una bolsa de basura, en cualquier cosa. No depende tanto de la materia que trates, sino de la mirada con que encares la realidad. Cuando la realidad parte de ese asombro del que hablabla, cualquier cosa cobra un sentido alegórico, o poético.

-¿Cómo se entrena esa mirada?

-No es algo deliberado. Se nace un poco con esa mirada, y luego está la técnica y el oficio, que se adquiere con el paso de los años, de forma que lo que escribe uno se adecue un poco a como ve las cosas.

-"De los árboles me gusta que se han edificado a partir de una semilla. Todos los hombres, por grandes que sean en el tablero del mundo, tienen su origen en un niño", escribe. ¿Cómo fue la suya?

-(Silencio). No recuerdo la niñez como una base bonita porque yo fui un chaval traumático, en el sentido de que era muy solitario y me costaba mucho relacionarme. Algo que puede definir mi infancia son los márgenes del patio del colegio, los árboles y las ventanas. Estaba un poco al margen de la corriente. Mucha soledad.

-Usted es profesor de literatura en la UGR, pero cuando ejerce de escritor y de poeta tiene que hacerlo solo. Es una profesión solitaria.

-La soledad me ha venido impuesta desde pequeño. Es una cosa con la que acabas familiarizándote, y creo que es la matriz perfecta para la literatura. Todos los que escribimos somos, en gran medida, solitarios, porque sin ese soledad no se daría la buena literatura, el buen arte. Me encuentro a gusto en ella, pero la soledad es más cómoda si sabes que al otro lado hay personas. La soledad puede ser terrible cuando sabes que no hay nadie. Yo vivo con mi familia y tengo amigos.

-¿Cuántos poemas puede inspirar un hijo?

-Bastantes. Tengo seis hijos (ríe). Los dos últimos son mellizos. Imagínate. Recompensa mucho.

-"Mis hijos me arrebatan el tiempo, pero lo llenan de sentido".

-Exactamente. Tiempo para aburrirme no tengo.

-A propósito del tiempo dice: "hemos de escoger qué hacer con él a cada instante, si dárselo al amor o a la tiniebla". ¿Piensa que tiramos el tiempo continuamente, mirando Instagram, bajándonos aplicaciones para mantener relaciones esporádicas, comprando en Amazon?

-Creo que todos vivimos con esa sensación de asfixia. Llenamos de tantas cosas el tiempo, que se crea la sensación esta de que estamos perdiendo el tiempo. El tiempo es mucho más ancho y largo en cuanto cuelgo el teléfono, cierro la agenda y dejo las redes sociales. Vivo muy mal el tiempo acelerado de nuestro siglo. No me llevo muy bien con las redes sociales, pero las tengo porque quiero llegar a más lectores.

-Las redes sociales son un escaparate, y además muy barato. Cualquiera puede abrirse una cuenta de Twitter.

-Sí, lo que pasa es que eso significa participar del espectáculo capitalista. Acabamos convertidos en agentes de nosotros mismos, y no sé hasta qué punto eso es bueno.

-¿Qué opina sobre las editoriales que buscan escritores con una gran aceptación en las redes sociales, con muchos seguidores?

-Hay gente que cuelga cosas en sus redes que están bien escritas. Estoy pensando en Karmelo C. Irribarren. Es un escritor que a mí me gusta. Luego está el fenómeno de los jóvenes poetas que son superventas que a mí me parecen la constatación de nuestra ruina. Si Cervantes estuviera hoy en Facebook, no sé cuántos seguidores tendría. Las editoriales cometen un error al caer en esa lógica, que es mercantil.

-¿Un poeta joven equivale necesariamente a una nueva voz?

-No. Creo que lo mejor es no publicar libros tan joven. La juventud no es un valor por sí misma.

-Hay mucha mala poesía escrita por gente muy joven.

-Sí, sí. No hablo sólo de poca hondura en los textos , sino de poca experiencia, madurez. Muchos de los textos que he ojeado hablan de emociones primarias que todos sentimos siendo adolescentes. La técnica ahí deja mucho que desear. La poesía debe tener un mínimo de técnica o de hablar con la tradición literaria. Para mí, escribir desahogos sentimentales y cortarlos como versos bueno... (ríe). Yo ahí soy tajante.

-Tengo un amigo poeta, muy joven, que aún no quiere publicar, que no tiene prisa.

-Uno es su propio termómetro y sabe cuando está satisfecho con lo que ha escrito y con lo que no. Yo publiqué mi primer libro con 29 años y lo agradezco mucho. Si lo hubiera escrito a los 18, ahora mismo estaría enterrándolo.

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