Hay un parque en mi Granada
Granada Sound
Amaia Romero conmueve, Vetusta Morla brilla, La Casa Azul baila, Iván Ferreiro se reivindica y Ladilla Rusa hacen reír en el cierre del Granada Sound, que vuelve a reunir a millares de personas
El Granada Sound que derrotó a la DANA
Granada/Málaga, una tarde seguramente como la de ayer, con el cielo del último verano decayendo, pero de primeros de julio. Amaia Romero cerraba un festival en La Malagueta. Era la banda sonora, el motivo de aquel día de playa en Maro, la ducha improvisada en Torrox, las camisas de verano, algunos gestos y un estado de felicidad muy tonto. La película ha cambiado. Y tanto. Hace un año, en una de las crónicas de este festival, este redactor jugaba con la idea de que la triunfita participara en el Granada Sound (por aquello del dueto con Alizzz, que estuvo en el cartel entonces), y parece que estaba destinado a que fuera la pamplonesa quien cerrara esta bella historia justo, precisamente ahora, cuando tantas cosas se cierran.
Amaia Romero era el ‘elemento raruno’ para los sounders de este año. Porque o la asocian a OT, o piensan qué fue de ella cuando ha estado un año y medio girando. De hecho, el Granada Sound es su último festival y el penúltimo concierto del tour. Ella es particular, pero nadie duda de que su estilo es suyo, propio, reivindicativo, su camino, sus himnos y su público, mucho y volcado nada más verla sentarse al piano Bienvenidos al show. Por eso había que pararse a escucharla, sea lo que sea que cante. Que si le "comen el higo" o se pregunta qué va a hacer en El Encuentro. Vaya pregunta esa. Y logró algo que nadie logra en un festival así: el silencio de miles y miles de personas. “Hay un parque en mi Pamplona”. Lo consiguió con Yamaguchi, esa jota navarra cantada desde el fondo de su vida, de su voz, de sus raíces. Si no les suena lo que les digo, no se lo pierdan. Porque acaba calando. Muy hondo.
Antes del momento de Amaia, Karavana y Ciudad Jara despertaron con potencia al público más madrugador del Granada Sound, aún resacoso del rock con el que Viva Suecia y sobre todo Arde Bogotá inflamaron la noche del viernes. Ni Juanma Moreno, el presidente de la Junta, se lo quiso perder. Iván Ferreiro antecedió a la pamplonesa. El artista gallego fue lo que siempre se espera de él, correcto, independiente, con su sello, buscando El equilibrio de lo imposible de presentar su nuevo trabajo, con temas menos conocidos para el público heterogéneo de un festival, pero advirtiendo antes a todos sus fans de que tocaría los temas de toda la vida. “Tocaré Turnedo, que la última vez que vine no lo hice y os enfadasteis”.
Pero seguro que le daba igual a Mariano, que se no se lo pensó, y junto a su grupo, estaba ahí en primera fila. Mariano tenía su silla, sus muletas, y una prótesis muy aparatosa en su rodilla derecha. A principios de esta semana le operaron de ligamentos. “Es el deporte de élite”, bromeaba. Una lesión de futbolista. Fútbol, que siempre se cuela en los festivales. Unos chaveillas de unos 8 o 10 años jugaban en mitad de un concierto con un globo gigante hasta que se fue a una valla y explotó. Y así con dos o tres más.
De la emoción de Amaia al pop liberado de La Casa Azul. El grupo de Guille Milkyway venía a revolucionar el panorama. Y lo hizo en un un concierto lleno de ritmos, fuerza y con su himno, esa Revolución sexual que seguro ejerció de alcahueta en muchas parejas de la noche. Las que estuvieran ya, o las que se forjaron la noche del Granada Sound, fresca pero sin abusar. La temperatura perfecta.
Y de ahí al plato fuerte del cierre del festival. A buena hora Vetusta Morla, que volvían a Granada dos años después de su última revista por el Cortijo del Conde. Quizás fuera la manera de compensar lo que en 2021 fue el Granada Sound del frío, y de la pospandemia. Lo cierto es que, aunque como siempre, los madrileños lo ganaron de calle, la magia de aquel Sound será difícil de igualar. Nada puede igualar a Rosita, con su gorrito invernal, haciéndose un selfie mientras sonaba Los Días Raros. Como lo serán cuando una mejor amiga se va a vivir, digamos a Roma, aunque sea un añito.
Pero No seré yo (quien traicione tu suerte) no estaba en aquel repertorio, por lo cual ya merecía la pena este bis de Vetusta, que no defraudó con sus clásicos, esas canciones por las que se compra una entrada para un festival. Copenhague, Finisterre, Maldita Dulzura, Valiente y esos días raros que de nuevo iluminaron el firmamento granadino una vez más previo paso por los Cuarteles de Invierno...
Y un aperitivo a dúo con Ladilla Rusa, que cerraron el festival previo paso de Second, aquellos que deben su nombre a que nunca ganaban un concurso de bandas, y que seguramente ahora estén por delante de todas aquellas por las que se sintieron segundones. Pero un fin de fiesta para que no sea de llorar necesita alegría y mamarracheo, y los catalanes tienen mucho de eso. Macauly Culkin o la desvergonzada KITT y los coches del pasado.
"Verano muerto, veré a las chicas pasar. Será como aquella canción de los años 80". El estribillo de Iván Ferreiro cuando cantaba con Los Piratas, y que también se cantó a viva voz anoche, anticipa lo que supone el Granada Sound. El final del tiempo del calor, el último brindis en manga corta y camiseta de tirantes. Y como siempre lo hace aquí, con música, saltando, cantando, bailando. Porque Granada bailaba así. Así, así.
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