Los horizontes expansivos de lo humano
Exposición 'Enoc' de Jesús Zurita | Crítica
El artista Jesús Zurita inaugura su segunda muestra individual en la galería madrileña donde exhibe tres grandes piezas a modo de instalación
Información
Exposición 'Enoc'. Galería Herrero de Tejada. Madrid. Hasta el 10 de marzo
Que el arte que tiene como referencia Granada -artistas granadinos, autores de otras localidades que, aquí, se forman y tienen la ciudad como residencia y lugar de trabajo- posee una extraordinaria repercusión en el contexto general del arte, es un hecho conocido por todos. En estos días, con motivo de la Semana del Arte de Madrid, con ARCO y las demás ferias paralelas protagonizando el ambiente cultural de la capital de España, se ha podido constatar tal feliz circunstancia.
En las ferias y en otros espacios expositivos, varios creadores granadinos veían colgadas sus piezas en distintos stands. Antonio Montalvo, Simón Arrebola, Jacobo Castellano, Pablo Capitán del Río, Irene González, Paco Pomet, Carlos Aires, Belén Mazuecos, Pedro Cuadra, José Guerrero -el pintor y el fotógrafo-, Marina Vargas... Eran nombres con obras presentes en ese gran escaparate del arte que ha sido Madrid en estos días.
Junto a ellos un artista absolutamente vinculado con la plástica granadina presentaba una exposición individual en una galería madrileña: Jesús Zurita, en el espacio Herrero de Tejada de la calle Hermosilla. Hasta hace unos días Paco Pomet presentaba su muestra individual en su galería de siempre, My name's Lolita de la calle Almadén. Todo esto atestigua la importancia del arte generado, por algún u notro motivo, en la ciudad granadina.
Zurita es un artista tremendamente lúcido, con un lenguaje personalísimo y un concepto artístico acertadamente establecido en unos episodios formales que le son particularmente indiscutibles. Un artista con mayúsculas que nos ha interesado desde aquel expectante principio cuando salía, con sus ilustres compañeros, de las aulas de la, entonces recién creada, Facultad de Bellas Artes de Granada. Su evolución ha sido lógica y sensata y se ha posicionado en un estamento pictórico lleno de fortaleza plástica que descubre a un pintor con infinitos registros.
Su pintura, distinta, pulcra, enigmática, cabalgaba entre los episodios velados de la figuración y un escenarios inquietantes, aparentemente vacíos de concreciones, que suscribían una pseudoabstracción llena de inquietantes argumentos plásticos. Apasionantes estructuras coloristas -rojos y verdes interactuando con negros en unas superficies expansivas- que envolvían de misterio y trascendencia creativa una realidad pictórica personal e intransferible.
A lo largo de estos años, Zurita nos ha demostrado que el paisaje encierra mucho más que descubre. No es un lugar físico, un entorno determinado, es, más bien, la metáfora de una existencia. La naturaleza, a estas alturas, ha dejado su posición física y estable una íntima relación con lo humano. Lo físico ha asumido otra realidad planteada desde la imposición que establece la humanidad que lo habita.
Una estética intransferible
Esta exposición, su segunda individual en la galería madrileña, es un proyecto artístico muy particular. La muestra se compone sólo de tres grandes piezas. Es más bien, una instalación organizada en torno a tres cuadros con la estética intransferible de Jesús Zurita. En ellos esos organismos expansivos que surgen para envolver un escenario perfectamente estructurado desde elementos formales que conjugan los propios registros coloristas con las meras superficies, vacías de pintura, de los soportes, se presiente una realidad ajena a la naturaleza.
No encontramos un lugar determinado, ni real ni tampoco imaginado. El artista plantea una entidad superior, una estamento dual en el que lo humano ha dejado su mediata huella. El paisaje de Zurita es una metáfora de la existencia. Todo existe porque se formula desde la propia realidad de lo humano.
Estamos ante un nuevo proyecto de Jesús Zurita que deja abiertos los imprevisibles horizontes de la mirada para que ellos impongan sus enigmáticas posiciones; esas que argumentan una posible existencia sin la presencia inmediato de lo humano. De nuevo, su obra marca distancias en el transcurrir de una pintura que él lleva a un estadio superior.
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