"Lo que más me importa es vivir"
Lorca en primera persona
La editorial Malpaso publica mañana un volumen con todas las entrevistas concedidas por el poeta granadino a la prensa
Su editor, Rafael Inglada, lo define como "una autobiografía inédita"
Granada/Madrid, 1931. El reloj marca las 11:30 horas. La prestigiosa hispanista francesa Mathilde Pomès decide visitar, sin previo aviso, a Federico García Lorca. Le recomiendan que lo haga "a una hora intempestiva". La poeta decide coger de inmediato un taxi y plantarse en la puerta de su apartamento. Toca. Nadie abre. Al cabo de unos minutos, le recibe la criada. Federico aún está dormido. Pomès escribe rápido en un trozo de papel qué hay en el escritorio del artista granadino. "La Biblia, la Divina Comedia en italiano, un ejemplar del teatro completo de Shakespeare en inglés, [...] los poetas españoles de los siglos XVII y VXIII: José Zorrilla, Lope de Rueda, Tirso de Molina (La villana de Vallecas), La Celestina. También hay en la mesa una gran caja de lápices de colores, que sin duda utiliza para sus dibujos. Uno de ellos está precisamente clavado en la pared sin enmarcar y representa de manera ingenua a dos marineros frente a una taberna. A su lado, hay un dibujo de Picasso y, enmarcada, una pintura de Dalí. Sobre el piano, en posición vertical, está el Don Juan de Mozart y el Cancionero popular español de Pedrell", anota. En pijama, descalzo y despeinado, la recibe el escritor granadino de buena gana. "¿Pero, por qué te excusas por haberme dado esta gran alegría", protesta.
La anécdota sirve para ilustrar al lector el tono de Palabra de Lorca, un volumen de Malpaso con todas las entrevistas, un tercio de ellas inéditas, concedidas por el poeta a la prensa que se publicará mañana. "En este libro se ve a un Lorca en zapatillas, en bata -así sale en la cubierta del libro- junto al periodista Felipe Morales", señala Víctor Fernández, experto lorquiano, periodista de La Razón y pareja de baile de "esta aventura" que ha tenido como editor al poeta malagueño Rafael Inglada.
La portada del ejemplar se antoja entonces una declaración de principios, mostrando al Lorca más cercano y casero, pero también al Lorca más precavido. "Tiene mucho cuidado con la imagen pública que quiere dar", señala Fernández, que define este libro como "autobiografía del Lorca público, pero no del privado, porque no dejan de ser entrevistas, en su mayoría, hechas para ser publicadas en prensa". Sólo en algunas, cuando charla con amigos periodistas, se muestra de manera distinta, e incluso llega a revelar detalles de su vida privada.
Es el caso de los tres reportajes que el director de escena Cipriano Rivas Cherif publica póstumamente en el Excélsior de México, donde le confiesa abiertamente su homosexualidad. "Yo no soy gitano, soy andaluz, castellano colonizador de Andalucía. Y no he conocido mujer. [...] Sólo hombres he conocido [...] La normalidad no es ni lo tuyo de conocer sólo a la mujer, ni lo mío", le explica al dramaturgo madrileño. A continuación, Lorca hace hincapié en las que quizá sean algunas de las mejores frases del volumen: "Lo normal es el amor sin límites. Porque el amor es más y mejor que la moral de un dogma, la moral católica. [...] No hay quien mande, no hay quien domine, no hay sometimiento. [...] Se necesita una verdadera revolución. Una nueva moral, una moral de libertad entera. Ésa es la que pedía Walt Whitman".
La serie de artículos levantó ampollas entre algunos miembros de La Barraca. "El poeta mantiene una conversación con Rivas, un amigo, pensando que no se iba a publicar. Algunas personas de la Barraca dicen que cómo se le ocurre traicionar la memoria de un amigo hablado de la homosexualidad. En teoría esa gente es de izquierdas y muy avanzada", reflexiona Fernández.
El autor de Romancero gitano no sólo se presta a hablar cuando el periodista es su compadre. "Le concede entrevistas a todo el mundo", subraya Fernández. Palabra de Lorca recoge más de un centenar -133 para ser exactos-, en las que habla tanto con personajes de la talla de Indro Montanelli, Francisco Ayala y Ernesto Giménez Caballero, como con gente que ha quedado en el olvido. Incluso hay unas cuantas anónimas. En algunas de ellas, hechas en una época en la que no hay grabadoras, las declaraciones están mal recogidas. El volumen publica un recorte de prensa nunca antes reproducido donde el poeta se queja: "Este Moragas es delicioso. Dice todo lo contrario que le dije, como en todas las intervius. Pero es simpático". También hay espacio para los agradecimientos cuando le gusta lo que lee. "Querido amigo, al llegar a Granada veo su cariñosa carta que me trae recuerdos gratos de Albacete. Su artículo refleja de manera exacta lo que yo dije y está escrito con la gracia y la amabilidad que el periódico necesita", le responde por carta a José Salustiano Serna cuando recibe su artículo.
Una de cal y otra arena, como las que le da a su ciudad natal al hablar de ella. Su condición de granadino, explica en una entrevista con Gil Benumeya en La Gaceta Literaria, le inclina a "la comprensión simpática de lo perseguido. Del gitano, del negro, del judío, del morisco que todos llevamos dentro". Granada, dice, es "el personaje esencial del Romancero gitano" y "huele a misterio, a cosa que no puede ser, y sin embargo, es". Más tarde, en la última entrevista del dramaturgo concedida en vida, diría que en esta ciudad "se agita la peor burguesía de España". El artículo lo firmó el célebre periodista y caricaturista Luis Bagaría en El Sol. "Con él hay una complicidad que no llega a experimentar con otros entrevistadores", recalca el experto lorquiano, que revela que Lorca llegó a pedirle a Adolfo Salazar, crítico musical y amigo suyo, que fuera a la redacción para intentar quitar la pregunta del fascismo porque le perjudicaba.
De su conversación con Bagaría se extraen algunas de las mejores reflexiones que uno puede leer sobre fronteras: "Soy español integral, y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre de mundo y hermano de todos. Desde luego, no creo en la frontera política". El granadino también se atreve a opinar sobre un campeonato de peso medio o el toreo, una de sus aficiones junto al fútbol, la música y el cine: "Es la riqueza poética y vital mayor de este país, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que la de los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo. Es el drama puro, en el cual el español derrama sus mejores lágrimas y sus mejores bilis. Es el único sitio donde se va con la seguridad de ver la muerte rodeada de la más deslumbradora (sic) belleza".
Para Inglada, Palabra de Lorca es un "libro inédito del propio poeta" si consideramos acertada la reflexión que hace Juan Ramón Jiménez sobre las entrevistas, a las cuales considera parte de su obra. El libro muestra, en palabras del editor, el "Lorca político, el Lorca familiar, el Lorca de los estrenos, el Lorca con el Romancero gitano". "Es un compendio de las bases fundamentales para comprender la obra y vida del poeta. Es fundamental y debería estar en las estanterías de cada lorquiano y de cada persona que ama su figura, su poesía y su teatro", asegura.
Está en lo cierto. El lector paladeará su infancia, de la que dice en una entrevista de Giménez Caballero publicada en 1928, es "la obsesión de unos cubiertos de plata y de unos retratos de aquella otra que puso ser mi madre, Matilde de Palacios; es aprender letras y música con mi madre, ser un niño rico en el pueblo, un mandón". ¿A qué le gustaba jugar de chico", le pregunta en seguida Giménez? "A eso que juegan los niños que van a salir tontos puros, poetas. A decir misas, hacer altares, construir teatritos".
Cuando trata de describir su oficio, el de poeta, parece que hablara de una vocación con la que ha sido marcado al nacer: "Se trata de un don, por raro azar, que me sobreviene". Al preguntarle Felipe Morales lo que buscan sus versos, Lorca declara que la "la poesía no tiene límites. Nos puede estar esperando en el quicio de la puerta en las madrugadas frías, cuando se vuelve con los pies cansados y el cuello del abrigo subido. [...] Lo que no puede hacerse es proponerse una poesía con la rigurosidad matemática del que va a comprar litro y medio de aceite". Otro de los temas clave será el teatro, del que hace una profunda y precisa radiografía a nivel nacional e internacional sin olvidar que "debe que ser para todo el mundo" y "tiene la misión de presentar y resolver problemas individuales, íntimos".
Ante el hecho social, como creador comprometido con su tiempo que fue, el dramaturgo reacciona, no mira para otro lado. "¿Cómo pretenden que el poeta pueda cerrar los ojos antes los hombres que sufren, ante la tragedia espantosa del hombre oprimido? El poeta debe sentirlo y comprenderlo, y ayudar en sus posibilidades a la conquista de un mundo más justo y humano", reconoce a Jordi Jou en La Humanitat en 1935. Una honda cavilación de un eterno y universal artista que contesta de manera magistral cuando le preguntan que cuándo trabaja: "Cuando ya no tengo otro remedio. Lo que más me importa es vivir". Y así fue hasta que un 18 de agosto de 1936 un tiró injusto se lo llevo. Ya avisó a su amigo Rafael Martínez Nadal, periodista y crítico literario, cuando se marchaba a Granada: "Estos campos se van a llenar de muertos". Palabra de Lorca promete revivirlo, en primera persona, a través de sus palabras, que es el legado que nos queda.
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