La impunidad como arma poética

La impunidad como arma poética
Belén Rico

17 de noviembre 2015 - 05:00

La franqueza, esa virtud en apariencia tan fácil como tan poco frecuente en la práctica literaria y vital, es una de las cualidades que más brillan en el último poemario de Álvaro Salvador: Fumando con mis muertos. Al menos para otro poeta "estrictamente coetáneo", Luis Alberto de Cuenca, quien destaca la absoluta libertad que destilan los versos de la treintena de poemas que se recogen en esta obra, que se presentó ayer en Madrid. "Uno ya tiene cierta impunidad porque hay poco que perder con los años. No te importa decir las cosas como las sientes y como las entiendes. Por ejemplo, que una chica se excita viendo a dos homosexuales o que se puede hablar mal de la madre en un poema. Es el sentimiento del impunidad que provoca la edad", comentó durante el coloquio Salvador, que siempre ha presumido de rebelde, como demostró en el título de su última antología La canción del outsider, seis años anterior a esta. "Mi madre y yo nunca nos encontramos,/ nunca nos pronunciamos palabras de amor,/ nunca hasta ahora, nos echamos de menos/ como el agua y la tierra,/ pero yo aún recuerdo a ese niño/ que buscaba a su madre por entre las rocas", son algunos de los versos del texto dedicado a su progenitora, fallecida hace 17 años, y titulado Ocho de marzo.

En estos seis años de silencio poético su mirada se ha vuelto más crepuscular, "pero no es excesivamente melancólica, tiene también una parte ácida", tal y como señaló Ignacio Garmendia, editor de Vandalia, la colección de poética andaluza que edita la Fundación Lara y en la que se enmarca esta última obra. Prueba de que ese ángulo de visión crítico y satírico sigue plenamente vigente con la perspectiva de los años son los consejos que da a las nuevas generaciones en Improbable discurso a los jóvenes poetas, un poema de homenaje a Ángel González en el que advierte de los peligros que conlleva su oficio: "He visto a algunos de los poetas de mi generación/ quemarse, diluirse, dispersarse,/ fundirse en la palabrería inconsecuente de su propio Narciso".

Garmendia quiso destacar también el grado de maestría alcanzado por Salvador en este último poemario. "En su poesía hay esa tensión entre lo íntimo y lo colectivo que, como lector, es lo que más me interesa. Una voz que es confesional en muchos momentos, que bucea en la memoria colectiva de su linaje y de su gente cercana. Al mismo tiempo sostiene un discurso que es histórico, un discurso crítico. Todo está hecho aquí de un modo excepcional. Es un libro de un maestro de la poesía actual".

Esa excelencia en la mirada y también en el plano formal fue otra de las virtudes que alabó Cuenca en este poemario. Fumando con mis muertos es uno de los libros más importantes que he leído en los últimos años. Me parece extraordinariamente interesante. Los poetas abusan y escriben demasiado. Sus poemas están meditados y pensados a lo largo del tiempo, en ese lapso de seis años en el que han sido escritos".

La meditación serena sobre lo escrito no quiere decir en absoluto obscurantismo, porque en este caso sólo ha conseguido ofrecerle más claridad a una poética que se rige por lo que Cuenca denomina "el principio de comunicabilidad". "En esta obra sabes exactamente lo que Álvaro quiere decir desde el primer verso hasta el último. Y eso siempre se agradece, porque hay poemas que pueden decir una cosa y la contraria. Es un error oponer conocimiento a comunicación porque son perfectamente armonizables". El resultado de esa voluntad comunicación es un libro en el que la abundante intertextualidad que utiliza el catedrático de Literatura de la Universidad de Granada queda perfectamente engarzada en un lenguaje pulcro, de apariencia sencilla, con un perfecto dominio del ritmo.

Además, este lustro largo de silencio ha cambiado la mirada de Álvaro Salvador hacía el futuro, haciéndose patente lo que Cuenca denomina "tensión de la edad" producida por "la inminencia de la desaparición", pero también la mirada hacia el pasado: "Este libro es un testimonio de la afición que ha regido los pasos de su autor en la vida, que ha sido la literatura". Y para Cuenca, la composición que da nombre al libro ilustra a la perfección la doble evolución del autor granadino. "Es un poema largo, de largo aliento y verso breve, de diálogo con la literatura". Un ejemplo perfecto en el que salda cuentas "con amigos, influencias, y escritores favoritos".

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