Un incombustible Bob Dylan vuelve a Granada

Crítica

El Teatro del Generalife tuvo un lleno absoluto ante una de las leyendas vivas de la música y la poesía gracias al Festival de Granada

Ambiente festivo antes del concierto de Bob Dylan en Granada, en imágenes

Un fan del cantante en la entrada al concierto en Granada
Un fan del cantante en la entrada al concierto en Granada / Antonio L. Juárez | Ps
Gonzalo Roldán

14 de junio 2023 - 20:11

El Festival de Granada ha hecho posible que volvamos a ver, una vez más, a Bob Dylan, un poeta-músico que visita por cuarta vez Granada con su álbum Rough and Roudy ways, un álbum cargado de tradición en el que el cantautor regresa al Folk y coquetea con el Jazz en una de sus creaciones más personales de este siglo, que vio la luz precisamente durante la pandemia. Acompañado por cinco músicos que se situaban a su alrededor, el cantante tocó y recitó su música desde un piano central de cara al público en un concepto casi camerístico de su estilo.

Bob Dylan encandiló en un enclave mágico como es el Teatro del Generalife. El artista estadounidense se subió al escenario, acompañado de sus cinco músicos, para que los más de 1.500 asistentes pudiera disfrutar de su último trabajo. Este músico convertido en leyenda representa cómo la inteligente apuesta por la diversidad artística del Festival de Granada tiene su público y resulta todo un acierto.

Con una voz rasgada pero clara y llena de potencia y expresiva, Dylan desplegó múltiples matices, llenando por sí solo el escenario pese a estar magníficamente arropado por grandes profesionales de la interpretación: dos guitarras, bajo, batería y, según el tema, teclado, guitarra acústica, ukelele o violín.

El artista de Duluth, con sus 82 años, entró en el escenario con los demás, vestido con su estilo desenfadado tan característico. Su estilo al piano se completó con la narración de sus canciones, verdadera muestra de lo que la poesía ha aportado a la música urbana y medio de concienciación social y transmisión de múltiples mensajes. No en vano Bob Dylan es el único Premio Nobel de Literatura que ha dado la música.

Su energía y actitud de disfrute ante la interpretación musical recordaban al Dylan que en 1999 ofreció su mítico recital dedicado a García Lorca. Si en aquella ocasión nos pareció estar escuchando a través del cantante al poeta granadino, ahora transportó al auditorio a la tradición americana más auténtica, descargada de ornamentos, con elementos de la música folk tanto en las melodías como en los guiños armónicos, y una concepción de jam sesión que congregó en el centro del escenario a los músicos durante todo el concierto. Dialogaba con sus compañeros de escenario, les daba pies o réplicas, improvisaba pequeños interludios e, incluso, tocaba de pie para enfatizar algunas letras. En un momento hacia el final cogió su armónica, aquella que en su juventud le hizo tan conocido en el mundo entero y que nos transportó a la música de autor de fines de los sesenta y setenta.

Con la clarividencia del artista pleno y la serenidad de quien ya no tienen que demostrar nada al mundo, satisfecho de quien es y de lo que ha regalado a la humanidad, se fue como entró en el escenario: de forma discreta, con la humildad y sencillez de un “Thank you very much” tras casi dos horas de concierto en las que lo artístico fue incuestionable, no así el aspecto técnico.

Un público entregado prolongó la ovación durante casi cinco minutos, pero sin resultado. El artista había regalado su música al universo y ya se encaminaba hacia un merecido y ganado descanso.

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