Ismael Serrano: "El tiempo que uno tiene para sí mismo define la calidad de vida de cualquier individuo"

Ismael Serrano ofrece este jueves el primero de sus dos conciertos en el Teatro Isabel la Católica. / Archivo

Granada/Ismael Serrano regresa este fin de semana el Teatro Isabel la Católica por partida doble: con las entradas ya agotadas para el viernes 27 ha abierto una segunda fecha este jueves 26. Llega a Granada para sorprender con un nuevo espectáculo lleno de poesía en el que invita al público a disfrutar con sus éxitos de siempre y conocer también nuevas canciones. Temas que muy posiblemente también se convertirán en nuevos himnos para recordar y se adelanta en esta gira, que lleva por título La canción de nuestra vida. Con ellas Serrano renueva su repertorio con su reciente trabajo, que vio la luz en septiembre de 2023. Y lo hará ofreciendo a la audiencia una nueva experiencia musical que supera los márgenes del recital convencional.

Pregunta.-¿Cuál es la canción de su vida?

-Te das cuenta que siempre la estás componiendo porque la vida te hace incorporar nuevas estrofas y nuevos versos. Y mi vida profesional estuvo muy influenciada en la adolescencia por los versos de Serrat, Silvio, Eduardo Aute y todos aquellos cantautores que se comprometían con la realidad a la vez que tenía una cierta altura poética. Todos ellos escribieron de alguna manera la canción de mi vida.

P.-¿Y propia, la que le ha marcado especialmente bien como artista o bien por el simbolismo que tiene en su vida o en su repertorio?

-Las dos que están dedicadas a mis hijos. Creo que son las que más me emociona cantar y probablemente también las que más me ha costado escribir, sin duda. Una es Ahora que te cuento, que escribí cuando nación la primera, y cuando nació mi segundo hijo, Estaré ahí. Soy consciente de que ellas los acompañarán durante algún tiempo y que imaginarán del lugar desde el que se escribieron.

P.-La letra de Papá cuéntame otra vez la escribió su hermano. ¿Es de la que a usted la ha acompañado también especialmente?

-No puedo negar la deuda que tengo. Es una canción que me sigue acompañando y sigue teniendo vigencia aun cuando la canto desde otro lugar. Cuando la compuso Daniel yo era un chaval de apenas 20 años que le hace un reproche a su padre, reconociendo la lucha de mucha gente, pero haciendo ese reproche. A día de hoy la canto como un padre que se pregunta cuál es el relato que le contaremos a nuestros hijos. Cambia la mirada pero la canción sigue teniendo vigencia. Eso es bonito, porque las composiciones emprenden un camino insospechado. Además, es la canción a la que más le debo porque a través de ella muchas personas han llegado a mi música.

P.-Has comentado en alguna entrevista que al ser padre crecieron sus miedos. ¿Ahora que sus hijos han crecido, los miedos han aumentado también o se van reduciendo?

-Creo que los miedos te acompañan para siempre. Gran parte de la paternidad consiste, por un lado, en fingir que sabes lo que estás haciendo y por otro en estar asustado. El miedo es legítimo porque sientes el peso de la responsabilidad y además te afectan de otra forma las cosas. Por ejemplo, si lees una noticia y piensas en el futuro, no piensas tanto en el tuyo como de tus hijos. Eso cambia tu mentalidad. No es que se hayan exacerbado los miedos, convives con ellos de otra manera, pero a mí me siguen acompañando. Y más teniendo en cuenta que también yo soy un tío que se siente interpelado, que se siente responsable.

P.-En ese sentido, cuenta con varios temas dedicados a la guerra, como Aquella tarde o Zona cero. ¿Cómo está viviendo la situación actual con dos guerras nuevas?

-Entre la indignación y la melancolía, porque está ocurriendo ante la mirada de todos como si nos estuviéramos acostumbrando y eso nos retrotrae a las épocas más oscuras de la historia de la humanidad. Esa insensibilidad de la comunidad internacional y esa inmunidad de la que gozan algunos te indignan y, por otro lado, te hacen darte cuenta de cosas. Cuando nos preguntamos, ¿cómo fue posible el holocausto? Luego descubres que fue posible en tanto en cuanto la gente se convierte en un observador impasible ante esa tragedia cotidiana. Asistimos a un genocidio y eso me da mucho miedo porque siembra un precedente muy siniestro sobre el futuro que vamos a vivir todos, pero en especial nuestros hijos.

P.-La inmunización puede ser también un mecanismo de supervivencia para intentar sobrellevar la situación.

-Sí, pero ocurre un poco con en la película Don´t look up: está llegando el meteorito y nadie se hace cargo porque con mirar hacia arriba y no ver que se acerca no pasa nada. El fin del mundo no llega hasta que toca a las puertas de tu casa, aunque se incendien los aledaños. Eso en términos generales es lo preocupante, pensar que uno está a salvo de la deriva, de la militarización de las relaciones entre los pueblos, de la escalada bélica, o de la crisis medioambiental.

P.-Uno de los temas que sorprenden en su último trabajo, siempre tan pendiente de las cuestiones sociales, es el tema del tiempo, su falta. ¿Se ha convertido en un mal actual, un mal nuevo?

-No sé si es un mal nuevo, pero desde luego es un problema el hecho de que no seamos dueños de nuestro tiempo, de que nuestros trabajos ocupan cada vez más tiempo, que el tiempo de ocio se entienda casi como un privilegio, que sintamos culpa por él porque se lo estamos quitando al trabajo. Y no sólo el tiempo en él, también el que tardas en llegar hasta él. Y todo el que no te pertenece porque lo pasas en las redes sociales, que es el que le estás dedicando a alimentar a la bestia. El tiempo que uno tiene para sí mismo define la calidad vida de cualquier individuo. Debemos reflexionar sobre el su uso y a quién se lo dedicamos, porque es una moneda de pago hoy en día que tiene más valor del que le damos.

P.-Y como saber ganarle la batalla al tiempo, saber aceptar su paso por uno mismo y por su vida. Porque hay un tema que se titula Me amo.

-Se habla mucho del paso del tiempo porque es un ejercicio terapéutico para aceptar el lugar que le ha tocado vivir después del tiempo pasado. Me amo es una reivindicación del cuidado a uno mismo, la aceptación por encima de las opiniones de otros. Es una forma de rebelarse contra la normatividad que imponen las redes sociales. Estas no sólo habilitan el juicio a las vidas y cuerpos ajenos, sino que incluso lo promueve. Los estándares de belleza están completamente alejados de la realidad porque allí se muestra un espejismo. Para eso se han inventado también los filtros. Tampoco vamos a mostrar nuestras miserias y nuestras penurias sino una versión nuestra que siempre es feliz y a la que todo le va bien. Es una realidad no inalcanzable que genera mucha frustración en mucha gente.

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