Javier Comesaña, el mejor Prokófiev

El joven violinista y la Orquesta Ciudad de Granada, dirigidas por Pablo González, cautivan al público granadino con el 'Concierto para violín núm. 2'

Pablo González dirige a la OCG en la séptima sinfonía de Dvořák

Javier Comesaña, en el centro, durante el concierto de anoche.
Javier Comesaña, en el centro, durante el concierto de anoche. / OCG

Granada/La Orquesta Ciudad de Granada recibe este fin de semana a Pablo González como director invitado, un viejo conocido de nuestra orquesta y una de las figuras más destacadas del panorama nacional. Este director, de gesto contenido pero decidido, desplegó todas sus energías y capacidad técnica para ofrecer una magnífica velada con obras de Schumann, Prokófiev y Dvořák.

El concierto se abrió con la obertura de la ópera Genoveva de Robert Schumann, una espléndida página orquestal de rica tímbrica que abre la única obra del género lírico del autor; tal como nos ilustraba en sus espléndidas notas Antonio Martín Moreno, se trata de un movimiento único de magnífica factura que resume algunos de los temas principales de la malograda ópera, que tuvo una tibia acogida. Con un despliegue rico de colores, esta breve página sirvió para templar atriles, en una acertada interpretación.

La velada ofrecida por la Orquesta Ciudad de Granada, bajo la batuta de Pablo González, tuvo en su epicentro una obra de honda expresividad y virtuosismo: el Concierto para violín n.º 2 en sol menor, op. 63 de Serguéi Prokófiev. Escrita en 1935, esta partitura plasma la síntesis de un lenguaje neoclásico y un lirismo contenido, propio de su autor en una época de transición creativa.

El violinista Javier Comesaña, galardonado con el Primer Premio en el Concurso Internacional de Violín Jascha Heifetz, asumió el reto con autoridad y una interpretación de una elocuencia técnica incuestionable. Desde el primer movimiento –Allegro moderato–, su sonido se mostró robusto y expresivo, con un fraseo que oscilaba entre la melancolía y el dramatismo, sin perder la transparencia necesaria para que el discurso musical fluyera con naturalidad. El equilibrio entre la tensión narrativa y la dulzura melódica es un desafío en este concierto, y Comesaña lo resolvió con inteligencia, articulando cada pasaje con un sentido estructural impecable.

Orquesta Ciudad de Granada: Dvořák III

Programa: Robert Schumann, Obertura de la ópera Genoveva op. 81: Serguéi Prokófiev, Concierto para violín y orquesta núm. 2 en Sol menor op. 63; Antonín Dvořák, Sinfonía núm. 7 en re menor op. 70.

Orquesta Ciudad de Granada

Solista: Javier Comesaña (violín)

Director: Pablo González

Lugar y fecha: Auditorio Manuel de Falla, 31 de enero de 2025

Clasificación: 5 estrellas

El Andante assai, corazón de la obra, fue un ejercicio de lirismo refinado. El violinista extrajo de su instrumento un sonido cálido y matizado, con una línea melódica que respiraba con naturalidad, sin caer en excesos sentimentales. La orquesta, bajo la dirección detallista de Pablo González, supo envolver al solista con una atmósfera delicada, favoreciendo el diálogo entre el violín y la instrumentación diáfana que propone Prokófiev.

El Allegro ben marcato final supuso un derroche de energía contenida, donde Javier Comesaña brilló con una articulación impecable y una digitación precisa, sorteando con aparente facilidad las demandas técnicas del movimiento. Su acento rítmico fue vibrante, en sintonía con la percusión seca y las sonoridades marcadas de la orquesta, que bajo la batuta de González mantuvo un acompañamiento firme y decidido.

El público, consciente de la solidez y expresividad de la interpretación, respondió con un prolongado aplauso, reconociendo en Comesaña a un violinista de exquisita musicalidad y a una OCG en estado de gracia. El violinista, en agradecimiento por la calidad acogida, ofreció como propina el último movimiento Allegro de la Sonata para violín núm. 3 en Do mayor BWV 1005, de Johann Sebastian Bach.

La segunda parte del concierto estuvo consagrada a la Sinfonía número 7 en re menor opus 70 de Antonín Dvořák. Pablo González articuló una ejecución magistral, que combinó intensidad emocional y precisión técnica a partes iguales y captó a la perfección el espíritu de la obra. Desde el Allegro maestoso, que introduce un tema oscuro y amenazante, el director trabajó con enorme destreza todos los aspectos interpretativos, a los que la orquesta respondió con suma perfección y dinamismo.

La riqueza temática de la obra se hizo patente en algunos momentos deliciosos y contrastantes, y las dinámicas y cambios de carácter fueron evolucionando con lógica y acierto en cada movimiento. Particularmente vibrante fue el Scherzo-Vivace, con una rotunda pulsación de las cuerdas graves y una línea cantábile de violines y vientos-madera, claramente danzable y muy efectiva. Cabe destacar el papel preminente de los solistas de nuestra OCG, particularmente en la sección de vientos, siempre acertados y en las más altas cotas de calidad. La energía rítmica que añade el tercer movimiento, en claro contraste con los anteriores, fue continuada en el Finale Allegro, en el que Pablo González definió un clímax expresivo vibrante y de expresión firme y resuelta que puso el broche de oro a una interpretación llena de elegancia y exquisitez.

En definitiva, acudimos a una versión vibrante y bien construida de una obra que exige tanto sensibilidad como destreza, algo que valoró enormemente el público asistente con una acalorada y prolongada ovación final.

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